Día 115: David le perdona la vida a Saúl

INTRODUCCIÓN

  • David ayuda a un pueblo y el pueblo le da la espalda. Saúl sigue persiguiendo a David, pero Jonatán viene a encontrarse con su mejor amigo, hacen un pacto, se prometen lealtad. Jonatán le dice a David: “No tienes nada de qué preocuparte. Ya yo sé que Yahvé te ha escogido como el próximo rey. Yo contigo seré fiel, estaré contigo no importa lo que pase. Yo seré el segundo.” Un hombre que disminuye y el otro crece.

  • Había hablado un poquito acerca de la imagen de Juan Bautista y de Jesús, uno que disminuye para que el otro crezca.

  • Todo lo contrario, con Saúl y David. Saúl está dispuesto a encontrar a David y matarlo. Este hombre es ayudado por los habitantes de Zif que prometen al rey entregarle a David, pero no saben qué Yahvé va a librar a su ungido.

  • Saúl sabe que puede rodear a David, que lo puede capturar, y se va y emprende búsqueda para quitarle la vida. Pero Saúl es llamado para luchar contra la invasión de los filisteos. Dios coordina todos estos eventos. Le salvó la vida a su ungido, David.

  • Dios está siempre haciendo hasta lo impensable para demostrarle a Saúl que no está en control, que el que tiene el control es Dios. ¿Cómo podemos hacer para que el odio y la persecución contra David terminen? ¿Cómo podemos hacer para que el odio y la persecución se acaben cuando hay racismo, cuando hay problemas de lucha de clases, de poderes? ¿Cómo podemos hacer para que haya igualdad entre los hombres, que desistamos de ser injustos con los que nos han hecho bien?

  • Hoy veremos la capacidad de perdonar que tiene el corazón de David.

  • Estaremos leyendo el primer libro de Samuel capítulo 24 y el Salmo 57. Este es el día 115.

PUNTOS CLAVE

  • David perdona la vida de Saúl. David estaba huyendo acosado permanentemente por Saúl. Saúl no le da tregua, no lo deja descansar. Podríamos pensar que David no va a tener un futuro, pero otros aseguran que todo este período de persecución para David no es nada más ni nada menos que un momento de probarlo, de transformarlo, de que tome carácter y que deje de ser un inocente pastor de ovejas. Para que ya tome la fortaleza de un hombre guerrero, de un hombre al cual Dios le va a entregar la soberanía de su pueblo escogido.


  • Por eso hoy, aunque David está escapando y se está ocultando, Dios le pone en su mano a su enemigo a Saúl. David de manera discreta, cortó la punta del manto de Saúl en la cueva y le salvó la vida porque sus soldados querían atacar a Saúl y él se los impidió. De esta manera nos damos cuenta de la humildad, de la sencillez, de la fidelidad, que tiene David para con Yahvé y para con Saúl.

  • David nos muestra que es inocente, pero más que nada nos muestra el alto grado de respeto que él tiene por el que ha sido ungido, por el cual Dios ha dado soberanía a un hombre sobre su pueblo Israel.


  • David deja que Saúl se escape y, apenas Saúl da la espalda, David sale y le grita, “Mira aquí estoy yo, mi señor.” Saúl no puede creer que sea David quien le habla y se da cuenta de cómo le ha fallado a quien le ha sido siempre fiel. Le pide a David que por favor tenga misericordia sobre su casa, sobre su familia, y le pide a David que por favor lo jure y que jure que su descendencia no será exterminada. Pero lo que él no sabe es que ya había un pacto entre Jonathan y David.


  • David va a un lugar escabroso para esconderse. Hay un rey que lo busca con 3,000 hombres y el otro tiene un pequeño ejército. Los puede estar asustando ver tantos soldados entrenados. Tal vez los abruma la idea, pero lo que no se imaginan es que el que está en control es Yahvé. Porque mientras David se esconde, Yahvé pone en sus manos a su enemigo, y es así como Saúl entra en la misma cueva donde David estaba escondido. Allí los hombres de Saúl se quedan en guardia y están listos para atacar.


  • Vemos como David silenciosamente se acerca al rey y le corta la parte inferior de la capa sin que éste se diera cuenta. David sabe que esta acción va a ser que el rey quede humillado delante de sus propios soldados, pero es una manera de mostrar que él respeta lo que Yahvé ha decidido. Yahvé decidió que Saúl fuera el rey, y aunque el rey no piense lo mismo de David. Con respeto y dignidad, David no actúa como Saúl.


  • No podemos igualarnos a nuestros enemigos Nosotros debemos demostrar que la soberanía de nuestras vidas está en Yahvé, que por encima de todo respetamos la dignidad de cualquier ser humano —por malo que éste sea— aunque este ser humano atente contra nuestra vida. Nosotros respetamos a la otra persona, aunque estemos siendo perseguidos. No podemos alzar la mano contra nuestros enemigos porque reconocemos que también son hijos de Dios.


  • David reconoce que Saúl es el ungido de Dios y deja que Dios se ocupe del rey. Que sea Dios el que decida qué va a hacer con este hombre que ha sido injusto.

  • Tal vez esta es la manera que Dios quiere que a veces actuemos con nuestros enemigos. Que lo pongamos en manos de Él, que no hagamos justicia por nuestras propias manos. Dejemos que Dios trate con ellos de una manera mucho mejor. No podemos armarnos y acabar con todos y hacer venganzas. Hay que dejar que las cosas tomen su propio rumbo. Decir: “Señor, confiamos en ti, que en tus manos habrá justicia. Tal vez no queremos resolverlo nosotros mismos, porque podemos llenar de sangre nuestras manos. Mejor, Señor, enséñanos a ser como David, que dejó en tus manos la justicia divina, para que tú mismo te ocuparas de Saúl."


  • "Señor, que podamos sentirnos mal como David, que se sintió mal al haber cortado la punta del manto de Saúl, cada vez que nosotros atentemos contra la dignidad o contra la vida de cualquier persona. Que no permitamos que los demás sean objeto de burla por nuestras injusticias o violencia hacia ellos. Que no pongamos a nadie en ridículo, sino que observemos siempre Tu ley, que sigamos el ejemplo de David que demostró qué Contigo siempre hay justicia. En Ti el mal no tiene cabida. Contigo siempre hay misericordia y perdón. Que Tú te encargas de la vida de los injustos, de los malvados. Que no tomemos la justicia en nuestras manos. Que seamos príncipes y heraldos de la paz que tu hijo va a atraer al mundo."


  • "Padre de amor y misericordia no te olvides de nosotros. Enséñanos a ser mansos de corazón. Gracias por David, quien tiene un corazón semejante al tuyo grande y misericordioso. Que tal vez hoy nuestros corazones también se crezcan, pero para ser misericordiosos, para que amen profundamente. Para que respeten. Para que mantengan la dignidad de todos los seres humanos, desde la concepción, hasta la muerte natural."


ORACIÓN FINAL DE Fr. SERGIO

"Antes de despedirme quisiera pedir que cada uno de ustedes por favor oren por mí. Para que sea fiel a este Ministerio que se le ha confiado. Para que pueda vivir con fe lo que leo, lo que comparto. Para que pueda enseñar la verdad y para que pueda cumplir cada una las cosas que he enseñado. Y tal vez hoy debemos pedir para que tu corazón y el mío sean cada día semejantes al corazón de David.

Y que la bendición de Dios todopoderoso que es Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre cada uno de ustedes y que los acompañe siempre. ¡Que Dios los bendiga!"


COMENTARIOS ADICIONALES

Carta a los obispos acerca de la nueva redacción del n. 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica sobre la pena de muerte a cargo de la Congregación para la Doctrina de la Fe , 2 de agosto de 2018.


1. El Santo Padre Francisco, en el Discurso con ocasión del vigésimo quinto aniversario de la publicación de la Constitución Apostólica Fidei depositum, con la cual Juan Pablo II promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, pidió que fuera reformulada la enseñanza sobre la pena de muerte, para recoger mejor el desarrollo de la doctrina que este punto ha tenido en los últimos tiempos. Este desarrollo descansa principalmente en la conciencia cada vez más clara en la Iglesia del respeto que se debe a toda vida humana. En esta línea, Juan Pablo II afirmó: «Ni siquiera el homicida pierde su dignidad personal y Dios mismo se hace su garante».


2. En este sentido, debe comprenderse la actitud hacia la pena de muerte que se ha afirmado cada vez más en la enseñanza de los pastores y en la sensibilidad del pueblo de Dios. En efecto, si de hecho la situación política y social del pasado hacía de la pena de la muerte un instrumento aceptable para la tutela del bien común, hoy es cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera luego de haber cometido crímenes muy graves. Además, se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, han dado lugar a una nueva conciencia que reconoce la inadmisibilidad de la pena de muerte y por lo tanto pide su abolición.


3. En este desarrollo, es de gran importancia la enseñanza de la Carta Encíclica Evangelium vitae de Juan Pablo II. El Santo Padre enumeraba entre los signos de esperanza de una nueva civilización de la vida «laaversión cada vez más difundida en la opinión pública a la pena de muerte,incluso como instrumento de “legítima defensa” social, al considerar las posibilidades con las que cuenta una sociedad moderna para reprimir eficazmente el crimen de modo que, neutralizando a quien lo ha cometido, no se le prive definitivamente de la posibilidad de redimirse». La enseñanza de Evangelium vitae fue recogida más tarde en la editio typica del Catecismo de la Iglesia Católica. En este, la pena de muerte no se presenta como una pena proporcional a la gravedad del delito, sino que se justifica solo si fuera «el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas», aunque si de hecho «los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo suceden muy rara vez, si es que ya en realidad se dan algunos» (n. 2267).


4. Juan Pablo II también intervino en otras ocasiones contra la pena de muerte, apelando tanto al respeto de la dignidad de la persona como a los medios que la sociedad actual posee para defenderse del criminal. Así, en el Mensaje navideño de 1998, auguraba «en el mundo el consenso sobre medidas urgentes y adecuadas… para desterrar la pena de muerte». Un mes después, en los Estados Unidos, repitió: «Un signo de esperanza es el reconocimiento cada vez mayor de que nunca hay que negar la dignidad de la vida humana, ni siquiera a alguien que haya hecho un gran mal. La sociedad moderna posee los medios para protegerse, sin negar definitivamente a los criminales la posibilidad de enmendarse. Renuevo el llamamiento que hice recientemente, en Navidad, para que se decida abolir la pena de muerte, que es cruel e innecesaria».


5. El impulso de comprometerse con la abolición de la pena de muerte continuó con los sucesivos Pontífices. Benedicto XVI llamaba «la atención de los responsables de la sociedad sobre la necesidad de hacer todo lo posible para llegar a la eliminación de la pena capital». Y luego auguraba a un grupo de fieles que «sus deliberaciones puedan alentar iniciativas políticas y legislativas, promovidas en un número cada vez mayor de países, para eliminar la pena de muerte y continuar los progresos sustanciales realizados para adecuar el derecho penal tanto a las necesidades de la dignidad humana de los prisioneros como al mantenimiento efectivo del orden público».


6. En esta misma perspectiva, el Papa Francisco reiteró que «hoy día la pena de muerte es inadmisible, por cuanto grave haya sido el delito del condenado». La pena de muerte, independientemente de las modalidades de ejecución, «implica un trato cruel, inhumano y degradante». Debe también ser rechazada «en razón de la defectiva selectividad del sistema penal y frente a la posibilidad del error judicial». Es en este sentido en el que el Papa Francisco ha pedido una revisión de la formulación del Catecismo de la Iglesia Católica sobre la pena de muerte, de modo que se afirme que «por muy grave que haya sido el crimen, la pena de muerte es inadmisible porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona».


7. La nueva redacción del n. 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica, aprobado por el Papa Francisco, se sitúa en continuidad con el Magisterio precedente, llevando adelante un desarrollo coherente de la doctrina católica. El nuevo texto, siguiendo los pasos de la enseñanza de Juan Pablo II en Evangelium vitae, afirma que la supresión de la vida de un criminal como castigo por un delito es inadmisible porque atenta contra la dignidad de la persona, dignidad que no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. A esta conclusión se llega también teniendo en cuenta la nueva comprensión de las sanciones penales aplicadas por el Estado moderno, que deben estar orientadas ante todo a la rehabilitación y la reinserción social del criminal. Finalmente, dado que la sociedad actual tiene sistemas de detención más eficaces, la pena de muerte es innecesaria para la protección de la vida de personas inocentes. Ciertamente, queda en pie el deber de la autoridad pública de defender la vida de los ciudadanos, como ha sido siempre enseñado por el Magisterio y como lo confirma el Catecismo de la Iglesia Católica en los números 2265 y 2266.


8. Todo esto muestra que la nueva formulación del n. 2267 del Catecismo expresa un auténtico desarrollo de la doctrina que no está en contradicción con las enseñanzas anteriores del Magisterio. De hecho, estos pueden ser explicados a la luz de la responsabilidad primaria de la autoridad pública de tutelar el bien común, en un contexto social en el cual las sanciones penales se entendían de manera diferente y acontecían en un ambiente en el cual era más difícil garantizar que el criminal no pudiera reiterar su crimen.


9. En la nueva redacción se agrega que la conciencia de la inadmisibilidad de la pena de muerte ha crecido «a la luz del Evangelio». El Evangelio, en efecto, ayuda a comprender mejor el orden de la Creación que el Hijo de Dios ha asumido, purificado y llevado a plenitud. Nos invita también a la misericordia y a la paciencia del Señor que da tiempo a todos para convertirse.


10. La nueva formulación del n. 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica quiere ser un impulso para un compromiso firme, incluso a través de un diálogo respetuoso con las autoridades políticas, para que se favorezca una mentalidad que reconozca la dignidad de cada vida humana y se creen las condiciones que permitan eliminar hoy la institución jurídica de la pena de muerte ahí donde todavía está en vigor.


El Sumo Pontífice Francisco, en la audiencia concedida al infrascrito Secretario el 28 de junio de 2018, ha aprobado la presente Carta, decidida en la Sesión Ordinaria de esta Congregación el 13 de junio de 2018, y ha ordenado su publicación.


Dado en Roma, en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 1º de agosto de 2018, Memoria de San Alfonso María de Ligorio.


Luis F. Card. Ladaria, S.I.

Prefecto


+ Giacomo Morandi

Arzobispo titular de Cerveteri

Secretario


(Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el 30 de abril de 2022. https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2018/08/02/cong.html)