Día 32: Muerte al ganado, úlceras y granizo

INTRODUCCIÓN

Ayer terminábamos mirando los efectos devastadores que tienen la primera y la segunda plaga. Estas ranas que están sobre un país y trae muchas consecuencias. Las encuentran por todos lados. No me quiero imaginar cómo estaban los habitantes de este país y el Faraón disgustado con esta plaga, que está obligándolo a reconocer que hay alguien que tiene poder y ese Dios, Yahvé, es el Dios de los israelitas. Hasta el momento los magos habían podido hacer milagros, hacer cosas similares a las que Dios hace, pero, por algún motivo han sido impotentes. Y ahora vamos a ver cómo todo empieza a cambiar. Va a haber insectos, va a haber pestes. Hay cosas diferentes.


Hoy veremos cómo los ganados de Egipto son heridos. Los mismos egipcios van a sufrir. Hay úlceras, hay dolor, hay granizo, hay tormenta. Dios continúa su confrontación con el corazón obstinado del Faraón y quiere hacer que este corazón se ablande. Pero Dios desencadena está destrucción para ver si puede haber un cambio, pues en realidad el deseo de Dios siempre es darnos dones, darnos bendiciones, salvarnos. Pero, a veces, nuestra negatividad puede cambiar estas bendiciones y hacer lo contrario de cada una de ellas.


ORACIÓN INICIAL

Padre de amor y misericordia, tú qué haces elocuente la lengua de los niños, educa también la mía e infunde en mis labios la gracia de tu bendición, Padre Hijo y Espíritu Santo. Y te quiero invitar hoy para que pidamos juntos al Espíritu Santo que abra nuestras mentes y nuestro corazón para que podamos gozar de esta Palabra de Dios hoy en nuestras vidas.


PUNTOS CLAVES

  • Venimos con las plagas de Egipto. Nada agradable. Hoy tenemos plagas sobre el ganado, tenemos úlceras sobre la gente. Hay algo increíble con lo que está pasando. Hay una tormenta muy fuerte y nada de esto consigue convencer al Faraón de dejar salir al pueblo. Parece que le encanta mentir y engañar a Moisés, a Aarón y al pueblo diciéndoles, “sí, sí, sí… Apenas todo esto pase los dejo salir y pueden hacer lo que Yahvé les ha mandado”.

  • Así que hoy son heridos estos ganados, hay plaga grave, hay muerte, hay erupciones ulcerosas en la piel, tal vez hay dolor. Y, ¿a quién le gustan las tormentas? A mí por lo menos no, y con granizo, mucho menos. Así que hoy hay desastre. Se sufren grandes aflicciones y, según esto, el corazón del Faraón, nada. Nada que se hace dócil a la Palabra de Dios. Y pareciera que esta negativa es persistente porque el rey definitivamente no quiere reconocer a Dios y no quiere aceptar que el Dios de los israelitas es un Dios verdadero. Así que hoy podríamos empezar a pensar, “¿cómo estoy yo realmente aceptando a Dios en mi vida? ¿Realmente lo dejo entrar, le doy la bienvenida? ¿Sé que Él es bueno, sé que es misericordioso o prefiero atenerme a las consecuencias de las calamidades y poner a Dios a un lado? No quiero dejar de oprimir a la gente, no quiero dejar de tratarla mal y no me importan las consecuencias”.

  • Hoy vemos cómo en Israel hay dolor, pero a este Faraón le importa muy poco. Podríamos pensar que a muchos de nuestros políticos les importa también muy poco el sufrimiento del pueblo. Mientras ellos estén bien y tengan el poder, parece que todo estuviera bien. Hoy estas plagas son enviadas y a veces son presentadas como castigos, pero, ¿será realmente un castigo o será más una exhortación invitándonos a cambiar, invitándonos a abrir el corazón?

  • Qué interesante que, aunque las plagas lleguen y ataquen todo el territorio, la tierra de Gosen está protegida de estas plagas. Caen sobre el resto de Egipto, pero a estos escogidos parece que tienen un escudo especial, parecen estar muy protegidos. Así que hoy, cuando el Faraón constata que la gente de Gosen no ha sido atacada, por primera vez sabemos que él dice, “sí, yo he pecado, estoy en contra del Dios de estos hombres y mujeres”. Y se da cuenta de que sigue la destrucción.

  • Y, bueno, hoy vimos cómo también la destrucción no sólo es sobre los animales, sino también sobre el trigo, sobre los demás cereales y cómo Dios está sacudiéndolos y tratando de despertarlos. Y les dice, “Oye, ya dejen tanta idolatría y pónganme atención a mí. Dejen esos cultos falsos y pongan atención. Cambien ese corazón obstinado". Pero nada, nada, nada logra transformar estos corazones. A veces nos puede estar pasando a nosotros lo mismo. Por eso, en el libro de Levítico, nos muestran cuál es el camino para cambiar, qué debemos ofrecer, cómo debemos hacer las cosas. También nos dicen que algo le corresponde al pueblo, enviaron a los sacerdotes, y a ellos les corresponde una parte. Qué interesante, qué interesante que también nosotros debamos a apoyar a todos aquellos que nos acercan a Dios, a aquellos que nos ayudan a encontrar la expiación, el perdón, la reconciliación, la paz.

  • Bastante emocionante esta parte, porque a veces tenemos mucha vanidad sobre las riquezas, como lo decía el salmo y se nos olvida que hay que compartirlas, que hay que usarlas para el bienestar mío, para el bienestar de los demás y dejar de acaparar tanto y compartir un poquito más, soltar un poquito más porque, ya lo decía el salmo, que nadie puede redimirse a sí mismo, ni pagar a Dios por su rescate, porque el precio de la vida es altísimo. Todos nosotros tendremos que bajar la fosa, pero, ¿quién puede pagar para vivir eternamente? Sólo Dios nos puede dar la vida eterna, porque mueren los hombres inteligentes, mueren los hombres necios, mueren los hombres de grandes empresas y mueren los hombres estúpidos, y siempre les queda la riqueza a otros.

  • Es lo que nos decía el salmo 49 el día de hoy. ¿A quién le van a quedar tus bienes, a quién le va a quedar tu ropa, tu casa, tu vehículo? Dice el salmo hoy que las tumbas son las casas eternas para muchos que van muriendo de edad en edad y parece que mucha gente todavía no entiende esto, que nos parecemos a bestias mudas dice el salmo el día de hoy. Pues a veces creemos que la riqueza nos da seguridad y entonces estamos seguros de nosotros mismos y llegamos al final y pues todo se acaba. Y lo único que nos está esperando allí es la muerte. Y después que morimos, parece que nos desaparecemos en el tiempo y en el radar de las personas. Es muy curioso que siempre decimos extrañar a las personas y después de que mueren bueno, pasa el tiempo y nos acordamos de ellos, sí, pero esporádicamente, no como tal vez ellos estaban esperando que nos íbamos a acordar de ellos 24/7 o todo el tiempo.

  • Así que pidámosle hoy al Señor que pongamos atención a todas aquellas cosas que él nos manda para advertirnos que necesitamos cambiar, que le agradecemos a él por querer rescatar nuestra vida, por querer sacarnos de las garras del Seol, porque el Señor definitivamente quiere enriquecernos, pero no con lujos, no con casas, sino con su presencia. Él quiere estar en nuestras vidas y quiere que nosotros estemos con él, pues ya nos lo ha dicho que, al morir nada nos llevamos, nada de nuestro lujo va con nosotros.

  • Alejandro Magno es un gran ejemplo. Nos mostró que, cuando nos morimos nada nos llevamos. Alejandro Magno se hizo cargar por seis médicos para que nos diéramos cuenta que ni siquiera los médicos más grandes del mundo nos pueden mantener vivos. Y dejó sus manos y sus pies por fuera el cajón para que nos diéramos cuenta que venimos con nada y sin nada nos vamos. Y por eso sus soldados iban detrás tirando sus monedas para que nos diéramos cuenta que en la tumba, pues nada de eso cabe. Lo único que nos queda es encomendarnos a Dios, hacer expiación, pedir perdón por nuestros pecados y decirle, “Señor aquí estamos, queremos que nuestra boca hable de sabiduría, que nuestro corazón tenga cordura y que prestemos oído a tu voz para hacer siempre tu voluntad”.

  • Así que, ante los malos tiempos hagamos buena cara, porque tal vez esto nos está ayudando a tener más confianza, no en los bienes materiales, sino en los bienes de Dios; no en nuestra riqueza, sino en la fortuna de tener un Dios que camina con nosotros en las buenas y en las malas y, como lo diríamos en los votos del matrimonio también un Dios que camina con nosotros en la pobreza, en la riqueza, en la salud y en la enfermedad. Y que es un Dios que estará con nosotros para siempre.

ORACIÓN FINAL

Padre Bondadoso, sigue tocándonos, sigue transformándonos, que este tiempo que tenemos de encuentro con tu palabra sea de ayuda, sea de bendición. Que permita que muchas personas regresen a ti. Que esos corazones duros, de piedra, sean transformados, que encuentren en Ti el poder de un Dios que es amoroso y fiel, que es compasivo y misericordioso. Que nos invita a dejar atrás el pecado, acercarnos a Ti porque Tú eres bueno y nos estás esperando siempre y sólo quieres que hagamos un pequeño sacrificio, el dejar atrás todo aquello que no nos ayuda a estar contigo, todo aquello que nos aleja de nuestros seres queridos, todo aquello que nos aleja de los demás, porque simplemente con esas acciones les hacemos daño.


A ti, que estás escuchando este programa, este podcast, por favor te pido que hagas una oración hoy por mí, para que yo pueda vivir con fe esto que hemos leído, lo que hemos reflexionado. Para que pueda enseñar la verdad y para que pueda cumplir lo que estoy tratando de enseñar. Y que la bendición de Dios Padre Todopoderoso, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y los acompañe siempre ¡Dios los bendiga!


PARA MEDITAR

  • ¿Estoy realmente aceptando a Dios en mi vida? ¿Realmente lo dejo entrar y le doy la bienvenida en mi corazón? ¿O prefiero atenerme a las consecuencias de las calamidades y poner a Dios a un lado porque no quiero dejar de oprimir a la gente, no quiero dejar de tratarla mal y no me importan las consecuencias?

  • ¿Dónde está puesta nuestra confianza? ¿En nuestras propias fuerzas, en nuestros bienes o en el Señor?


  • Pidámosle hoy al Señor que pongamos atención a todas aquellas cosas que Él nos manda para advertirnos que necesitamos cambiar y démosle gracias porque Él quiere rescatar nuestra vida y sacarnos de las garras del Seol.


COMENTARIOS ADICIONALES

Comentario de San Juan Pablo II al Salmo 49

"La primera parte del salmo está centrada por completo precisamente en esta ilusión que conquista el corazón del rico. Este está convencido de que puede "comprarse" también la muerte, casi intentando corromperla, un poco como ha hecho para obtener todas las demás cosas, o sea, el éxito, el triunfo sobre los demás en el ámbito social y político, la prevaricación impune, la saciedad, las comodidades, los placeres.


Pero el salmista no duda en considerar necia esta pretensión. Recurre a un vocablo que tiene un valor también financiero, "rescate": "Nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate. Es tan caro el rescate de la vida, que nunca les bastará para vivir perpetuamente sin bajar a la fosa" (vv. 8-10).


5. El rico, aferrado a su inmensa fortuna, está convencido de lograr dominar también la muerte, así como ha mandado en todo y a todos con el dinero. Pero por ingente que sea la suma que esté dispuesto a ofrecer, su destino último será inexorable. En efecto, al igual que todos los hombres y mujeres, ricos o pobres, sabios o ignorantes, deberá encaminarse a la tumba, lo mismo que les ha sucedido a los potentes, y deberá dejar en la tierra el oro tan amado, los bienes materiales tan idolatrados (cf. vv. 11-12).


Jesús dirigirá a sus oyentes esta pregunta inquietante: "¿Qué puede dar el hombre a cambio de su vida?" (Mt 16, 26). Ningún cambio es posible, porque la vida es don de Dios, que "tiene en su mano el alma de todo ser viviente y el soplo de toda carne de hombre" (Jb 12, 10).


6. Entre los Padres que han comentado el salmo 48 [NOTA: Salmo 49 según el texto de la Septuaginta] merece una atención particular san Ambrosio, que ensancha su sentido según una visión más amplia, en concreto, a partir de la invitación inicial del salmista: "Oíd esto, todas las naciones; escuchadlo, habitantes del orbe".


El antiguo obispo de Milán comenta: "Reconocemos aquí, precisamente al inicio, la voz del Señor salvador que llama a los pueblos a la Iglesia, para que renuncien al pecado, se conviertan en seguidores de la verdad y reconozcan la ventaja de la fe". Por lo demás, "todos los corazones de las diversas generaciones humanas estaban contaminados por el veneno de la serpiente y la conciencia humana, esclava del pecado, no era capaz de apartarse de él". Por eso el Señor, "por iniciativa suya, promete el perdón en la generosidad de su misericordia, para que el culpable ya no tenga miedo, sino que, con plena conciencia, se alegre de ofrecer ahora sus servicios de siervo al Señor bueno, que ha sabido perdonar los pecados y premiar las virtudes" (Commento a dodici Salmi, n. 1: SAEMO, VIII, Milán-Roma 1980, p. 253).


7. En estas palabras del salmo se siente resonar la invitación evangélica: "Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo" (Mt 11, 28-29). San Ambrosio continúa: "Como uno que vendrá a visitar a los enfermos, como un médico que vendrá a curar nuestras llagas dolorosas, así él nos ofrece la curación, para que los hombres lo sientan bien y todos corran con confiada solicitud a recibir el remedio de la curación... Llama a todos los pueblos al manantial de la sabiduría y del conocimiento, promete a todos la redención, para que nadie viva en la angustia, nadie viva en la desesperación" (n. 2: ib., pp. 253-255).


(Tomado de la Audiencia General de S.S. Juan Pablo II, Miércoles 20 de octubre de 2004, Nos. 4-7. Accesado el día 1ero de febrero de 2022 del sitio web del Vaticano https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/2004/documents/hf_jp-ii_aud_20041020.html)