Día 43: El Arca de la Alianza

INTRODUCCIÓN

Seguimos en el monte Sinaí, donde Dios ha establecido una alianza con Israel a través de Moisés. Y esta Alianza veíamos ayer que se sellaba con un sacrificio. Cuando Moisés dice, “esta es la sangre de la alianza”. ¡Qué impresionante! Porque más adelante veremos cuándo Jesús usa las mismas palabras. Y estas las veremos cuando lleguemos al tiempo de la Última Cena, y cuando él, ofreciéndose a sí mismo como sacrificio, sella lo que nosotros llamamos la Nueva Alianza. Pero, lo que hizo Moisés allí en el Sinaí obliga a Israel bajo juramento a cumplir su parte de la Alianza, pues ellos han sellado este pacto con un banquete sagrado en la presencia de Dios.

Ahí estaban Moisés, Aarón, los Hijos de Aarón y los 70 ancianos de Israel, quienes vieron a Dios y después comieron y bebieron. Moisés y su asistente Josué están en la montaña, reciben las tablas, —estas piedras que venían de la mano de Dios—. Y para esto se van a añadir también instrucciones muy detalladas sobre lo que veremos hoy: la construcción del Tabernáculo o de los muebles y, sobre todo, el ritual para la ordenación de sacerdotes.

Por otra parte, seguiremos leyendo un poco del libro Levítico. Y vemos cómo se nos dan estas instrucciones detalladas sobre los sacrificios, sobre las purezas rituales. Y, por supuesto, todo esto encaminado a la santidad.

ORACIÓN INICIAL

Padre de amor y misericordia, Tú qué haces elocuente la lengua de los niños, educa también la mía e infunde en mis labios la gracia de Tu bendición Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y a ti te invito para que pidamos juntos que el Espíritu Santo abra nuestras mentes y nuestro corazón para que de esta manera podamos gustar de la Palabra de Dios hoy en nuestras vidas.

PUNTOS CLAVE


  • Continuamos con esta bella experiencia de conocer la historia de la salvación, de conocer el Pacto, de conocer las leyes que el Señor ha dado. Y hoy vemos cómo en estos capítulos los Israelitas debieron ofrecer para la construcción de los tabernáculos su oro, su plata, sus cosas. Interesante, cada uno poniendo su granito de arena para poder tener a Dios en medio de ellos, para poder tener a Dios en casa, en medio de su pueblo. Y Dios siempre dando orientaciones de cómo hacer las cosas bien.

  • Así que estaremos viendo que en los capítulos 25 y 30 del Éxodo Dios se va revelando a Israel y cómo este es un proyecto de construcción de un tabernáculo. Cómo da modelos de vestiduras para el sumo sacerdote, para los que van a estar haciendo los servicios. Y pues, tenemos todo este relato de construcción. Me encantan las medidas, aunque las entiendo muy poco —esta clase de medidas—. Pero todo esto es para la gloria del Señor. Y, pues, hay que tener un poquito de paciencia, ¿verdad?

  • Y vamos a ver cómo está la Tienda la Reunión, que se va a convertir para los israelitas en el centro de vida, porque era allí donde el ser humano se acercaba a Dios. Y era así como en nuestros pueblos, antiguamente se hacía un parque y una iglesia grande y era el centro de la comunidad: tener a Dios en la mitad de nuestros pueblos —por lo menos los hispanos—. Así que vemos cómo después de unos meses fuera de la esclavitud ya el Señor empieza a darles instrucciones de cómo construir este Tabernáculo, cómo construir la Tienda de la Reunión y cómo seguir por esa travesía en el desierto.

  • Lo sorprendente es que los israelitas pidieron que se dieran estas contribuciones. Le piden al Señor que ayude y entre ellos mismos están diciendo, “oye tenemos que poner todos, oro, plata, bronce, tela azul, púrpura, escarlata, lino fino, pelo de cabra, pelo de carnero —todo lo que es necesario—, los inciensos, las unciones, los aromas, las piedras de ónix, las piedras de engaste, el pectoral. Todo el mundo está atento de poner el granito de arena para que todo esto se dé. Y entonces el Arca de la Alianza se convierte en lo que es, como en un cofre, en el trono de Dios. Y parece que fue el primer mueble inmobiliario que ellos tenían que fabricar.

  • Lo primero entonces es aquella arca donde se van a poner las cosas. El Señor pide que sobre ella haya querubines. ¡Qué interesante! Ahora nosotros nos movemos en el Nuevo Testamento y hablamos de que también tenemos un nuevo Tabernáculo. ¿Será que hay un tabernáculo en el cielo? Es una gran pregunta que debemos tener nosotros.


  • Hoy podemos ver que Dios quiere estar con nosotros. Por eso está este tabernáculo. Ahí como que respondo a la pregunta que acabo de hacer. Pero, pidámosle más que nada al Señor que el verdadero tabernáculo esté en nuestro corazón para que lo llenemos de cosas lindas, de fe, para que podamos aceptar los sacrificios que se dan en nuestra propia vida, para que nuestro propio tabernáculo sea morada para el Espíritu Santo —que está en cada uno de nosotros— para que digamos “sí, yo también tengo un lugar en mi vida donde Dios mora, donde Él está presente, donde Él acude a ese encuentro conmigo, con mi propia vida”.

  • Así que, qué más lindo que decir, “Señor, en mi encuentras también esa Arca y es un lugar santo”. Tal vez no tendremos un candelabro de oro en el corazón, tal vez no tendremos la mesa del Pan de la Presencia y tal vez no tendremos el altar del incienso —que eran los tres muebles principales de este lugar santo—. Pero estamos llamados a que nuestro corazón sea un sitio para la adoración.

  • Pidámosle hoy al Señor que, así como Cristo se convirtió en ese pan del que hablaban hoy, como él se convirtió también en el altar —porque él es altar y víctima— nosotros también podamos convertirnos en ese lugar de adoración, de alabanza para el Señor. Que cuando oremos a Dios Padre lo hagamos a través de Jesucristo, para que podamos recibir todas las bendiciones que él ha preparado para nosotros —pues la mesa es Cristo—. Él es el sustentador de nuestra vida, de esa vida eterna que es un don.


ORACIÓN FINAL

Y el tiempo se acaba, así que les quiero pedir que por favor oren por mí para que sea fiel en el ministerio que se me ha confiado, para que pueda vivir con fe lo que leo y para poder enseñar lo que creo y poder cumplir lo que he enseñado; con la bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Dios los bendiga!


PARA MEDITAR

  • El Arca de la Alianza era para los israelitas memorial del pacto entre Dios y su pueblo por contener las tablas de la Alianza; pero era, sobre todo, símbolo de la presencia de Dios en medio de Su pueblo. Hoy tenemos la Presencia real de Jesucristo en el Tabernáculo. ¿Cuándo fue la última vez que visitaste al Señor en el Santísimo o durante una Hora Santa? Haz el propósito de visitar al Señor en el Santísimo esta semana, aunque sea por breves minutos.


CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

Ex 25, 10-22

2130 Sin embargo, ya en el Antiguo Testamento Dios ordenó o permitió la institución de imágenes que conducirían simbólicamente a la salvación por el Verbo encarnado: la serpiente de bronce (cf. Nm 21, 4-9; Sb 16, 5-14; Jn 3, 14-15), el arca de la Alianza y los querubines (cf. Ex 25, 10-12; 1 R 6, 23-28; 7, 23-26).


Ex 25, 16

2058 Las “diez palabras” resumen y proclaman la ley de Dios: “Estas palabras dijo el Señor a toda vuestra asamblea, en la montaña, de en medio del fuego, la nube y la densa niebla, con voz potente, y nada más añadió. Luego las escribió en dos tablas de piedra y me las entregó a mí” (Dt 5, 22). Por eso estas dos tablas son llamadas “el Testimonio” (Ex 25, 16, pues contienen las cláusulas de la Alianza establecida entre Dios y su pueblo. Estas “tablas del Testimonio” (Ex 31, 18; 32, 15; 34, 29) se debían depositar en el “arca” (Ex 25, 16; 40, 1-2).


Ex 25, 22

433 El Nombre de Dios Salvador era invocado una sola vez al año por el sumo sacerdote para la expiación de los pecados de Israel, cuando había asperjado el propiciatorio del Santo de los Santos con la sangre del sacrificio (cf. Lv 16, 15-16; Si 50, 20; Hb 9, 7). El propiciatorio era el lugar de la presencia de Dios (cf. Ex 25, 22; Lv 16, 2; Nm 7, 89; Hb 9, 5). Cuando san Pablo dice de Jesús que "Dios lo exhibió como instrumento de propiciación por su propia sangre" (Rm 3, 25) significa que en su humanidad "estaba Dios reconciliando al mundo consigo" (2 Co 5, 19).


Lv 19, 2

2811 A pesar de la Ley santa que le da y le vuelve a dar el Dios Santo (cf. Lv 19, 2: “Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios soy santo”), y aunque el Señor “tuvo respeto a su Nombre” y usó de paciencia, el pueblo se separó del Santo de Israel y “profanó su Nombre entre las naciones” (cf. Ez 20, 36). Por eso, los justos de la Antigua Alianza, los pobres que regresaron del exilio y los profetas se sintieron inflamados por la pasión por su Nombre.


Lv 19, 13

2434 El salario justo es el fruto legítimo del trabajo. Negarlo o retenerlo puede constituir una grave injusticia (cf. Lv 19, 13; Dt 24, 14-15; St 5, 4). Para determinar la justa remuneración se han de tener en cuenta a la vez las necesidades y las contribuciones de cada uno. “El trabajo debe ser remunerado de tal modo que se den al hombre posibilidades de que él y los suyos vivan dignamente su vida material, social, cultural y espiritual, teniendo en cuenta la tarea y la productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y el bien común” (GS 67, 2). El acuerdo de las partes no basta para justificar moralmente la cuantía del salario.


Lv 19, 15

1807 La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. La justicia para con Dios es llamada “la virtud de la religión”. Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común. El hombre justo, evocado con frecuencia en las Sagradas Escrituras, se distingue por la rectitud habitual de sus pensamientos y de su conducta con el prójimo. “Siendo juez no hagas injusticia, ni por favor del pobre, ni por respeto al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo” (Lv 19, 15). “Amos, dad a vuestros esclavos lo que es justo y equitativo, teniendo presente que también vosotros tenéis un Amo en el cielo” (Col 4, 1).

19:18

2055 Cuando le hacen la pregunta: “¿Cuál es el mandamiento mayor de la Ley?” (Mt 22, 36), Jesús responde: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas” (Mt 22, 37-40; cf Dt 6, 5; Lv 19, 18 ). El Decálogo debe ser interpretado a la luz de este doble y único mandamiento de la caridad, plenitud de la Ley:

«En efecto, lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud» (Rm 13, 9-10).

COMENTARIOS ADICIONALES

Tipología - El Arca de la Antigua Alianza y la Virgen María, el Arca de la Nueva Alianza. Traducido de "La Santísima Virgen María, El Arca del Nuevo Pacto" por Michal E. Hunt. AgapeBibleStudy.com, 2002, revisado en 2006.

El Arca de la Antigua Alianza

  1. El Espíritu Santo cubrió el Arca con su sombra y el Arca se convirtió en la morada de la presencia de Dios [Éxodo 40, 34-35]

  2. El Arca contenía los Diez Mandamientos [las palabras de Dios en piedra], una urna de oro con el maná y la vara florecida de Aarón [Deuteronomio 10:3-5; Hebreos 9:4].

  3. El Arca viajó a la región montañosa de Judá para descansar en la casa de Obed-edom [2 Samuel 6:1-11]

  4. Vestido con un efod sacerdotal, el rey David se acercó al Arca y bailó y saltó de alegría [2 Samuel 6:14]

  5. David gritó de alegría en la presencia de Dios y del Arca [2 Samuel 6:15]

  6. David preguntó: "¿Cómo voy a llevar a mi casa el Arca de Yahvé?" [2 Samuel 6:9]

  7. El Arca permaneció en la casa de Obed-edom durante 3 meses [2 Samuel 6:11]

  8. La casa de Obed-edom fue bendecida por la presencia del Arca [2 Samuel 6:11]

  9. El Arca regresó a su santuario y finalmente termina en Jerusalén, donde la presencia y la gloria de Dios se revelan en el Templo recién construido [2 Samuel 6:12; 1 Reyes 8:9-11]

  10. Dios hizo que la vara de Aarón (que se guardaría en el Arca) volviera a la vida y retoñara para demostrar que era el Sumo Sacerdote legítimo [Números 17:8].

  11. Cuando el Arca estaba fuera del Lugar Santísimo [cuando estaba siendo transportada] debía cubrirse con un velo azul [Números 4:4-6]

  12. En Apocalipsis 11:19 Juan ve el Arca de la Alianza en el cielo [este es el último versículo del capítulo 11]

La Bienaventurada Virgen María,
el Arca de la Nuevo Alianza

  1. Dios el Espíritu Santo cubrió con su sombra a la Virgen María y habitó en ella. En ese momento, el vientre de María se convirtió en la morada de la presencia de Dios [Lucas 1:35].

  2. El vientre de la Virgen contenía a Jesús: la Palabra viva de Dios encarnada, el pan vivo del cielo, "la Rama" (título mesiánico) que moriría pero volvería a la vida [Lucas 1:35].

  3. María viajó a la región montañosa de Judá (Judea) a la casa de Isabel [Lucas 1:39]

  4. Juan el Bautista, hijo de un sacerdote que se convierte en sacerdote, saltó de alegría en el vientre de Isabel al acercarse María [Lucas 1:43]

  5. Isabel exclamó con un fuerte grito de alegría por la presencia de Dios dentro de María [Lucas 1:42]

  6. Isabel pregunta: "¿Y de dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor?" [Lucas 1:43]

  7. María permaneció en la casa de su prima Isabel durante 3 meses [Lucas 1:56].

  8. La palabra "bendita" se usa 3 veces en Lucas 1:39-45 en referencia a María en casa de Isabel.

  9. María regresó a casa después de visitar a Isabel y finalmente llega a Jerusalén, donde presenta a Dios Hijo en el Templo [Lucas 1:56; 2:21-22]

  10. Dios resucitaría a Su Hijo, que se había encarnado en el vientre de María y había nacido para traer salvación a toda la humanidad, para probar que Él es el eterno Sumo Sacerdote [Hebreos 4:14].

  11. En las apariciones de María fuera del cielo, los videntes testifican que lleva un velo azul.

  12. En Apocalipsis 12:1 Juan ve a María en el cielo. Es la misma visión que Juan Diego vio de María en 1531 —la Mujer vestida con el sol y de pie sobre la luna.

Santa Misa en la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María a los Cielos. Homilía del Santo Padre Benedicto XVI. Parroquia de Santo Tomás de Villanueva, Castelgandolfo. Lunes 15 de agosto de 2011

[María, Arca de la Nueva Alianza]


Quiero reflexionar, en particular, sobre una imagen que encontramos en la primera lectura, tomada del Apocalipsis y de la que se hace eco el Evangelio de san Lucas: la del arca.


En la primera lectura escuchamos: «Se abrió en el cielo el santuario de Dios, y apareció en su santuario el arca de su alianza» (Ap 11, 19). ¿Cuál es el significado del arca? ¿Qué aparece? Para el Antiguo Testamento, es el símbolo de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Pero el símbolo ya ha cedido el puesto a la realidad. Así el Nuevo Testamento nos dice que la verdadera arca de la alianza es una persona viva y concreta: es la Virgen María. Dios no habita en un mueble, Dios habita en una persona, en un corazón: María, la que llevó en su seno al Hijo eterno de Dios hecho hombre, Jesús nuestro Señor y Salvador. En el arca —como sabemos— se conservaban las dos tablas de la ley de Moisés, que manifestaban la voluntad de Dios de mantener la alianza con su pueblo, indicando sus condiciones para ser fieles al pacto de Dios, para conformarse a la voluntad de Dios y así también a nuestra verdad profunda. María es el arca de la alianza, porque acogió en sí a Jesús; acogió en sí la Palabra viva, todo el contenido de la voluntad de Dios, de la verdad de Dios; acogió en sí a Aquel que es la Alianza nueva y eterna, que culminó con la ofrenda de su cuerpo y de su sangre: cuerpo y sangre recibidos de María. Con razón, por consiguiente, la piedad cristiana, en las letanías en honor de la Virgen, se dirige a ella invocándola como Foederis Arca, «Arca de la alianza», arca de la presencia de Dios, arca de la alianza de amor que Dios quiso establecer de modo definitivo con toda la humanidad en Cristo.


El pasaje del Apocalipsis quiere indicar otro aspecto importante de la realidad de María. Ella, arca viviente de la alianza, tiene un extraordinario destino de gloria, porque está tan íntimamente unida a su Hijo, a quien acogió en la fe y engendró en la carne, que comparte plenamente su gloria del cielo. Es lo que sugieren las palabras que hemos escuchado: «Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; y está encinta (...). Y dio a luz un hijo varón, el que ha de pastorear a todas las naciones» (12, 1-2; 5). La grandeza de María, Madre de Dios, llena de gracia, plenamente dócil a la acción del Espíritu Santo, vive ya en el cielo de Dios con todo su ser, alma y cuerpo.


San Juan Damasceno refiriéndose a este misterio en una famosa homilía afirma: «Hoy la santa y única Virgen es llevada al templo celestial... Hoy el arca sagrada y animada por el Dios vivo, (el arca) que llevó en su seno a su propio Artífice, descansa en el templo del Señor, no construido por mano de hombre» (Homilía II sobre la Dormición, 2: PG 96, 723); y prosigue: «Era preciso que aquella que había acogido en su seno al Logos divino, se trasladara a los tabernáculos de su Hijo... Era preciso que la Esposa que el Padre se había elegido habitara en la estancia nupcial del cielo» (ib., 14: PG 96, 742).


Hoy la Iglesia canta el amor inmenso de Dios por esta criatura suya: la eligió como verdadera «arca de la alianza», como Aquella que sigue engendrando y dando a Cristo Salvador a la humanidad, como Aquella que en el cielo comparte la plenitud de la gloria y goza de la felicidad misma de Dios y, al mismo tiempo, también nos invita a nosotros a ser, a nuestro modo modesto, «arca» en la que está presente la Palabra de Dios, que es transformada y vivificada por su presencia, lugar de la presencia de Dios, para que los hombres puedan encontrar en los demás la cercanía de Dios y así vivir en comunión con Dios y conocer la realidad del cielo.


(Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el día 12 de febrero de 2022. https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/homilies/2011/documents/hf_ben-xvi_hom_20110815_assunzione.html)



Extractos de la Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia del Sumo Pontífice Juan Pablo II a los Obispos, a los Presbíteros y Diáconos, a las Personas Consagradas y a Todos los Fieles Laicos sobre la Eucaristía en su Relación con la Iglesia.


La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Ésta experimenta con alegría cómo se realiza continuamente, en múltiples formas, la promesa del Señor: « He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo » (Mt 28, 20); en la sagrada Eucaristía, por la transformación del pan y el vino en el cuerpo y en la sangre del Señor, se alegra de esta presencia con una intensidad única. Desde que, en Pentecostés, la Iglesia, Pueblo de la Nueva Alianza, ha empezado su peregrinación hacia la patria celeste, este divino Sacramento ha marcado sus días, llenándolos de confiada esperanza.


Con razón ha proclamado el Concilio Vaticano II que el Sacrificio eucarístico es « fuente y cima de toda la vida cristiana ».(1) « La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres por medio del Espíritu Santo ».(2) Por tanto la mirada de la Iglesia se dirige continuamente a su Señor, presente en el Sacramento del altar, en el cual descubre la plena manifestación de su inmenso amor.


La Eucaristía, presencia salvadora de Jesús en la comunidad de los fieles y su alimento espiritual, es de lo más precioso que la Iglesia puede tener en su caminar por la historia. Así se explica la esmerada atención que ha prestado siempre al Misterio eucarístico, una atención que se manifiesta autorizadamente en la acción de los Concilios y de los Sumos Pontífices. ¿Cómo no admirar la exposición doctrinal de los Decretos sobre la Santísima Eucaristía y sobre el Sacrosanto Sacrificio de la Misa promulgados por el Concilio de Trento? Aquellas páginas han guiado en los siglos sucesivos tanto la teología como la catequesis, y aún hoy son punto de referencia dogmática para la continua renovación y crecimiento del Pueblo de Dios en la fe y en el amor a la Eucaristía. En tiempos más cercanos a nosotros, se han de mencionar tres Encíclicas: la Mirae Caritatis de León XIII (28 de mayo de 1902),(5) Mediator Dei de Pío XII (20 de noviembre de 1947)(6)y la Mysterium Fidei de Pablo VI (3 de septiembre de 1965).


La eficacia salvífica del sacrificio se realiza plenamente cuando se comulga recibiendo el cuerpo y la sangre del Señor. De por sí, el sacrificio eucarístico se orienta a la íntima unión de nosotros, los fieles, con Cristo mediante la comunión: le recibimos a Él mismo, que se ha ofrecido por nosotros; su cuerpo, que Él ha entregado por nosotros en la Cruz; su sangre, « derramada por muchos para perdón de los pecados » (Mt 26, 28). Recordemos sus palabras: « Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí » (Jn 6, 57). Jesús mismo nos asegura que esta unión, que Él pone en relación con la vida trinitaria, se realiza efectivamente. La Eucaristía es verdadero banquete, en el cual Cristo se ofrece como alimento. Cuando Jesús anuncia por primera vez esta comida, los oyentes se quedan asombrados y confusos, obligando al Maestro a recalcar la verdad objetiva de sus palabras: « En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros » (Jn 6, 53). No se trata de un alimento metafórico: « Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida » (Jn 6, 55).


Por la comunión de su cuerpo y de su sangre, Cristo nos comunica también su Espíritu. Escribe san Efrén: « Llamó al pan su cuerpo viviente, lo llenó de sí mismo y de su Espíritu [...], y quien lo come con fe, come Fuego y Espíritu. [...]. Tomad, comed todos de él, y coméis con él el Espíritu Santo. En efecto, es verdaderamente mi cuerpo y el que lo come vivirá eternamente ». La Iglesia pide este don divino, raíz de todos los otros dones, en la epíclesis eucarística. Se lee, por ejemplo, en la Divina Liturgia de san Juan Crisóstomo: « Te invocamos, te rogamos y te suplicamos: manda tu Santo Espíritu sobre todos nosotros y sobre estos dones [...] para que sean purificación del alma, remisión de los pecados y comunicación del Espíritu Santo para cuantos participan de ellos ». Y, en el Misal Romano, el celebrante implora que: « Fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un sólo cuerpo y un sólo espíritu ». Así, con el don de su cuerpo y su sangre, Cristo acrecienta en nosotros el don de su Espíritu, infundido ya en el Bautismo e impreso como « sello » en el sacramento de la Confirmación.


En el humilde signo del pan y el vino, transformados en su cuerpo y en su sangre, Cristo camina con nosotros como nuestra fuerza y nuestro viático y nos convierte en testigos de esperanza para todos. Si ante este Misterio la razón experimenta sus propios límites, el corazón, iluminado por la gracia del Espíritu Santo, intuye bien cómo ha de comportarse, sumiéndose en la adoración y en un amor sin límites.


Hagamos nuestros los sentimientos de santo Tomás de Aquino, teólogo eximio y, al mismo tiempo, cantor apasionado de Cristo eucarístico, y dejemos que nuestro ánimo se abra también en esperanza a la contemplación de la meta, a la cual aspira el corazón, sediento como está de alegría y de paz:


« Bone pastor, panis vere,

Iesu, nostri miserere... ».


“Buen pastor, pan verdadero,

o Jesús, piedad de nosotros:

nútrenos y defiéndenos,

llévanos a los bienes eternos

en la tierra de los vivos.


Tú que todo lo sabes y puedes,

que nos alimentas en la tierra,

conduce a tus hermanos

a la mesa del cielo

a la alegría de tus santos”.


(Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el día 11 de febrero de 2022. https://www.vatican.va/holy_father/special_features/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_20030417_ecclesia_eucharistia_sp.html)