Día 78: Cántico de Moisés
INTRODUCCIÓN
Vamos llegando al final de este periodo. Ya estamos terminando el libro de Números y del Deuteronomio. Qué interesante darnos cuenta de que uno de los actos finales de Moisés, antes de dejar a Israel en este mundo, es bendecirlos tribu por tribu y hay un hermoso cántico que veremos en Deuteronomio 33 el día de mañana. Pero me voy a adelantar un poquito a esto pues es un canto similar a la bendición de Jacob para las tribus antes de su muerte. Siempre hay una bendición antes de que todo el mundo se vaya.
Pero a lo que quería llegar hoy realmente es que ayer veíamos a un Moisés que está un poco estresado porque las tribus de Rubén y de Gad y la mitad de la tribu de Manasés han pedido que se les de la tierra oriental del Jordán. No debieron haber pedido ese lugar pues esto está creando para Moisés un gran incidente, un gran problema, una gran confusión no sólo a manera material sino espiritual, porque —cuando lleguemos al Nuevo Testamento— nos daremos cuenta de que la muerte y resurrección de Cristo es ese paso, el dar el paso, no quedarnos atrás sino caminar con Él e ir hacia adelante. Moisés considera como una negativa de de estos hombres y esos pueblos de seguir al Señor y, aunque se comprometen a dar la guerra y ayudar a sus hermanos a que entren en la Tierra Prometida, Moisés sabe que ha habido grandes problemas y que el pueblo se ha desanimado durante 40 años y considera que esto es arriesgado, exponerse a un nuevo fracaso de no pasar al otro lado del Jordán y de hacer la conquista de la tierra que Dios les ha prometido.
Ya como dije hace un momento, cuando lleguemos al Nuevo Testamento lo entenderemos un poquito más, porque al cruzar el río Jordán hay muchas lecciones. Primero, vamos a descubrir que hay que dar el paso para morir y salir a una vida nueva. Segundo, tenemos que identificarnos con dejar atrás muchas cosas para empezar algo nuevo.
Estas tribus y media que no van a cruzar quizás nos van a decir: "Bueno ¿y cuál es el problema?" Tenían mejores lugares para sus ganados. Pero acordémonos que cuando vino nuestro Señor Jesús —en el evangelio de Marcos lo veremos— Jesús fue a donde estaba esta gente, a los Gadarenos, pues de la tribu de Gad —que leemos que se quedan al otro lado del Jordán— cuando Jesús vino ¿qué los encontró haciendo? ¡Estaban en el negocio de los cerdos! Es allí cuando hace la liberación de un hombre y se da cuenta que ellos mismos le piden que se vaya, que por favor no haga milagros entre ellos. No recibieron al Señor ¡Qué interesante!
Vamos a seguir hoy con nuestra lectura de Números, capítulo 33, y nos daremos cuenta de algunos sucesos que sucedieron durante los 40 años que estaban en el desierto y vamos a ver algunos incidentes que son aislados y el registro algunos lugares donde estuvieron amparados y acamparon estos hijos de las tribus. Pero no nos detengamos y empecemos con este hermoso capítulo 33 de Números; también tendremos hoy Deuteronomio, capítulo 32; el Salmo 118. Este es el día 78 ¡Empecemos!
ORACIÓN INICIAL
Padre de amor y misericordia, Tú qué haces elocuente la lengua de los niños, educa también la mía e infunde en mis labios la gracia de Tu bendición, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y a ti te invito para que pidas al Espíritu Santo que abra nuestra mente y nuestro corazón para que podamos seguirnos gozando de esta hermosa palabra del Señor el día de hoy.
PUNTOS CLAVES
Ya estamos llegando al final del libro y también llegando al final de la vida de Moisés. Acaba Yahvé de anunciarle que su tiempo se ha cumplido, que por su infidelidad no podrá ver la tierra prometida. Yo me pregunto ¿estás tú listo para entregar la vida? Yo me pregunto ¿estoy yo listo para entregar mi vida? ¿Será que si yo muero hoy llegaría a ese lugar que el Señor ha prometido que ha preparado para mí, que ha preparado para ti?
Es interesante. Hoy vimos todos estos lugares donde acampó y donde se detuvo el pueblo de Israel antes de llegar a la vida prometida. Yo a veces pienso en todos los lugares en los que he estado, mis fallas, mis logros y le digo al Señor "Ten misericordia de mí, ayúdame, ten piedad de mí. Y te bendigo Señor por todos los logros que he conseguido, porque más que míos, son tuyos." Así que sería interesante que cada uno de vosotros fuera revisando cada paso del camino que hemos recorrido y que observáramos y —tal vez si hiciéramos una pequeña nota— nos daríamos cuenta dónde ha estado Dios con nosotros durante todo este camino. Cómo Dios ha estado marchando con nosotros en cada una de nuestras travesías —algunas positivas, otras negativas pero esas son nuestras travesías. Esta es nuestra vida, son las jornadas que hemos hecho ¿Qué fue lo que hicimos¿ ¿En qué lugar estuvimos? ¿Cómo Dios se ha manifestado en cada una de ellas? Aunque fueran unas mañanas duras o unos días oscuros, con el tipo nos damos cuenta que está brillando la luz de Dios y, lindo, que pudiéramos nosotros saber que el Señor nunca nos deja huérfanos, que nunca nos abandona. Él siempre ha prometido que estará con nosotros. Incluso con Jesús nos ha prometido que nos va a enviar el Espíritu Santo, el que nos guía, el que nos lleva, el que nos muestra el camino, el que nos santifica.
Hoy pensemos en que con Dios todo es posible. Pero para eso debemos estar siempre con Él. Tú y yo nos podemos apartar de Él, pero Dios no se aparta de nosotros. Él no nos quiere dejar ir. Así que, donde quiera que estés tú oyendo este podcast, donde quiera que te encuentres hoy, mañana, no te olvides que Dios está ahí. Aunque tropieces, aunque a veces falles, aunque a veces tambalees en tu fe y en tus acciones, Dios está ahí.
Pidámosle a Él, que nunca se aleje de nuestro camino, pues Él nunca nos desampara ni nos deja y lo hemos visto en toda esta historia que hemos venido leyendo hasta el día de hoy. Alabemos al Señor, demos gracias porque es bueno, porque su amor es eterno, como lo dice el Salmo 118. Digámosle a Él: "Señor, Tú eres nuestra salvación, Tú eres el que nos trae el éxito y por eso hoy bendecimos Tu nombre, por eso hoy te bendecimos porque somos un pueblo que ha recibido Tu luz, que ha recibido Tu salvación, que ha recibido Tu amor.
ORACIÓN FINAL
Y, como siempre, antes de despedirme, quisiera que ustedes por favor oren por mí para que yo siga siendo fiel a este ministerio que se me ha confiado, para que pueda vivir con fe lo que leo, lo que enseño. Para que pueda enseñar la verdad y para que pueda cumplir lo que he enseñado y que la bendición de Dios Todopoderoso, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre cada uno de ustedes y los acompañe siempre ¡Que Dios los bendiga!
PARA MEDITAR
Fray Sergio nos invita hoy a recordar que Dios siempre está con nosotros, tanto en los momentos buenos como en los malos. Hagamos el propósito de decirle durante el día una palabrita al Señor, una oración cortita (jaculatorias) aquí y allá, actos de fe, esperanza, caridad, adoración, arrepentimiento, alabanza, etc.
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CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
Dt 32, 6
238 La invocación de Dios como "Padre" es conocida en muchas religiones. La divinidad es con frecuencia considerada como "padre de los Dioses y de los hombres". En Israel, Dios es llamado Padre en cuanto Creador del mundo (Cf. Dt 32,6; Ml 2,10). Pues aún más, es Padre en razón de la Alianza y del don de la Ley a Israel, su "primogénito" (Ex 4,22). Es llamado también Padre del rey de Israel (cf. 2 S 7,14). Es muy especialmente "el Padre de los pobres", del huérfano y de la viuda, que están bajo su protección amorosa (cf. Sal 68,6).
Dt 32, 8
57 Este orden a la vez cósmico, social y religioso de la pluralidad de las naciones (cf. Hch 17,26-27), está destinado a limitar el orgullo de una humanidad caída que, unánime en su perversidad (cf. Sb 10,5), quisiera hacer por sí misma su unidad a la manera de Babel (cf. Gn 11,4-6). Pero, a causa del pecado (cf. Rm 1,18-25), el politeísmo, así como la idolatría de la nación y de su jefe, son una amenaza constante de vuelta al paganismo para esta economía aún no definitiva.
441 Hijo de Dios, en el Antiguo Testamento, es un título dado a los ángeles (cf. Dt 32, 8; Jb 1, 6), al pueblo elegido (cf. Ex 4, 22; Os 11, 1; Jr 3, 19; Si 36, 11; Sb 18, 13), a los hijos de Israel (cf. Dt 14, 1; Os 2, 1) y a sus reyes (cf. 2 S 7, 14; Sal 82, 6). Significa entonces una filiación adoptiva que establece entre Dios y su criatura unas relaciones de una intimidad particular. Cuando el Rey-Mesías prometido es llamado "hijo de Dios" (cf. 1 Cro 17, 13; Sal 2, 7), no implica necesariamente, según el sentido literal de esos textos, que sea más que humano. Los que designaron así a Jesús en cuanto Mesías de Israel (cf. Mt 27, 54), quizá no quisieron decir nada más (cf. Lc 23, 47).
Dt 32, 34
1295 Por medio de esta unción, el confirmando recibe "la marca", el sello del Espíritu Santo. El sello es el símbolo de la persona (cf. Gn 38,18; Ct 8,9), signo de su autoridad (cf. Gn 41,42), de su propiedad sobre un objeto (cf. Dt 32,34) —por eso se marcaba a los soldados con el sello de su jefe y a los esclavos con el de su señor—; autentifica un acto jurídico (cf. 1 R 21,8 ) o un documento (cf. Jr 32,10) y lo hace, si es preciso, secreto (cf. Is 29,11).
Dt 32, 39
304 Así vemos al Espíritu Santo, autor principal de la sagrada Escritura, atribuir con frecuencia a Dios acciones sin mencionar causas segundas. Esto no es "una manera de hablar" primitiva, sino un modo profundo de recordar la primacía de Dios y su señorío absoluto sobre la historia y el mundo (cf. Is 10,5-15; 45,5-7; Dt 32,39; Si 11,14) y de educar así para la confianza en Él. La oración de los salmos es la gran escuela de esta confianza (cf. Sal 22; 32; 35; 103; 138 ).
Sal 118, 14
1808 La fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa. “Mi fuerza y mi cántico es el Señor” (Sal 118, 14). “En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: Yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).
Sal 118, 22
587 Si la Ley y el Templo de Jerusalén pudieron ser ocasión de "contradicción" (cf. Lc 2, 34) entre Jesús y las autoridades religiosas de Israel, la razón está en que Jesús, para la redención de los pecados —obra divina por excelencia—, acepta ser verdadera piedra de escándalo para aquellas autoridades (cf. Lc 20, 17-18; Sal 118, 22).
756 "También muchas veces a la Iglesia se la llama construcción de Dios (1 Co 3, 9). El Señor mismo se comparó a la piedra que desecharon los constructores, pero que se convirtió en la piedra angular (Mt 21, 42 y paralelos; cf. Hch 4, 11; 1 P 2, 7; Sal 118, 22). Los Apóstoles construyen la Iglesia sobre ese fundamento (cf. 1 Co 3, 11), que le da solidez y cohesión. Esta construcción recibe diversos nombres: casa de Dios (1 Tm 3, 15) en la que habita su familia, habitación de Dios en el Espíritu (Ef 2, 19-22), tienda de Dios con los hombres (Ap 21, 3), y sobre todo, templo santo. Representado en los templos de piedra, los Padres cantan sus alabanzas, y la liturgia, con razón, lo compara a la ciudad santa, a la nueva Jerusalén. En ella, en efecto, nosotros como piedras vivas entramos en su construcción en este mundo (cf. 1 P 2, 5). San Juan ve en el mundo renovado bajar del cielo, de junto a Dios, esta ciudad santa arreglada como una esposa embellecidas para su esposo (Ap 21, 1-2)". (LG 6)
Sal 118, 26
559 ¿Cómo va a acoger Jerusalén a su Mesías? Jesús rehuyó siempre las tentativas populares de hacerle rey (cf. Jn 6, 15), pero elige el momento y prepara los detalles de su entrada mesiánica en la ciudad de "David, su padre" (Lc 1,32; cf. Mt 21, 1-11). Es aclamado como hijo de David, el que trae la salvación ("Hosanna" quiere decir "¡sálvanos!", "Danos la salvación!"). Pues bien, el "Rey de la Gloria" (Sal 24, 7-10) entra en su ciudad "montado en un asno" (Za 9, 9): no conquista a la hija de Sión, figura de su Iglesia, ni por la astucia ni por la violencia, sino por la humildad que da testimonio de la Verdad (cf. Jn 18, 37). Por eso los súbditos de su Reino, aquel día fueron los niños (cf. Mt 21, 15-16; Sal 8, 3) y los "pobres de Dios", que le aclamaban como los ángeles lo anunciaron a los pastores (cf. Lc 19, 38; 2, 14). Su aclamación "Bendito el que viene en el nombre del Señor" (Sal 118, 26), ha sido recogida por la Iglesia en el Sanctus de la liturgia eucarística para introducir al memorial de la Pascua del Señor.
(Todas las citas están tomadas del Catecismo de la Iglesia Católica disponible en línea en el sitio web del Vaticano. https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html)
COMENTARIOS ADICIONALES
Papa Francisco. Misas matutinas en la Capilla de la Domus Sanctae Marthae. Martes 17 de diciembre de 2013
El apellido de Dios
"El hombre es el apellido de Dios: El Señor, en efecto, toma el nombre de cada uno de nosotros —seamos santos o pecadores— para convertirlo en el propio apellido. Porque encarnándose, el Señor hizo historia con la humanidad: su alegría fue compartir su vida con nosotros, «y esto hace llorar: tanto amor, tanta ternura».
Con el pensamiento puesto en la Navidad ya cercana, el Papa Francisco comentó, el martes 17 de diciembre, las dos lecturas propuestas por la liturgia de la Palabra, tomadas respectivamente del libro del Génesis (49, 2.8-10) y del Evangelio de san Mateo (1, 1-17). En el día de su septuagésimo séptimo cumpleaños, el Santo Padre presidió como de costumbre la misa matutina en la capilla de Santa Marta. Concelebró, entre otros, el cardenal decano Angelo Sodano, quien le expresó la felicitación de todo el Colegio cardenalicio.
En la homilía, centrada en la presencia de Dios en la historia de la humanidad, el Obispo de Roma señaló en dos términos —herencia y genealogía— la clave para interpretar respectivamente la primera lectura (referida a la profecía de Jacob que reúne a sus hijos y anuncia una descendencia gloriosa para Judá) y el pasaje evangélico que presenta la genealogía de Jesús. Centrándose en especial en esta última, destacó que no se trata de «una lista telefónica», sino de «un tema importante: es historia», porque «Dios envió a su Hijo» en medio de los hombres. Y, añadió, «Jesús es consustancial al Padre, Dios; pero también consustancial a la madre, una mujer. Y es ésta la consustancialidad de la madre: Dios se hizo historia, Dios quiso hacerse historia. Está con nosotros. Ha hecho camino con nosotros».
Un camino —continuó el Obispo de Roma— iniciado hace tiempo, en el Paraíso, inmediatamente después del pecado original. Desde ese momento, en efecto, el Señor «tuvo esta idea: hacer camino con nosotros». Por ello «llamó a Abrahán, el primero que se nombra en esta lista, en este elenco, y le invitó a caminar. Y Abrahán comenzó ese camino: generó a Isaac, e Isaac a Jacob, y Jacob a Judá». Y así sucesivamente, adelante en la historia de la humanidad. Por lo tanto, «Dios camina con su pueblo» porque «no quiso venir a salvarnos sin historia; Él quiso hacer historia con nosotros».
Una historia, afirmó el Pontífice, hecha de santidad y de pecado, porque en la lista de la genealogía de Jesús hay santos y pecadores. Entre los primeros, el Papa recordó a «nuestro padre Abrahán» y «David, que tras el pecado se convirtió». Entre los indicados en segundo lugar, «pecadores de alto nivel, que cometieron pecados grandes», pero con quienes Dios igualmente «hizo historia». Pecadores que no supieron responder al proyecto que Dios había imaginado para ellos: como «Salomón, tan grande e inteligente, que acabó como un pobrecillo que no sabía ni siquiera cómo se llamaba». Sin embargo, constató el Papa Francisco, Dios estaba también con él. «Y esto es hermoso: Dios hace historia con nosotros. Es más, cuando Dios quiere decir quién es, dice: yo soy el Dios de Abrahán, de Isaac, de Jacob».
He aquí por qué ante la pregunta «¿cuál es el apellido de Dios?», según el Papa Francisco es posible responder: «Somos nosotros, cada uno de nosotros. Él toma de nosotros el nombre para hacer de ello su apellido». Y en el ejemplo presentado por el Pontífice no están sólo los padres de nuestra fe, sino también gente común. «Yo soy el Dios de Abrahán, de Isaac, de Jacob, de Pedro, de Marietta, de Armony, de Marisa, de Simone, de todos. De nosotros toma el apellido. El apellido de Dios somos cada uno de nosotros», explicó.
De aquí la constatación que, tomando «el apellido de nuestro nombre, Dios hizo historia con nosotros»; es más, aún más: «dejó que la historia la escribiésemos nosotros». Y nosotros aún hoy seguimos escribiendo «esta historia», que está hecha «de gracia y de pecado», mientras que el Señor no se cansa de venir a nuestro encuentro: «ésta es la humildad de Dios, la paciencia de Dios, el amor de Dios»."
(Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 51, viernes 20 de diciembre de 2013. Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el 19 de marzo de 2022. https://www.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2013/documents/papa-francesco_20131217_apellido-dios.html)