Día 37: Dios socorre a Israel contra Amalec
INTRODUCCIÓN
Seguimos con el libro el Éxodo y hoy vienen unos capítulos muy interesantes porque, aunque hemos visto que Dios quiere salvar al pueblo, que los ayuda a cruzar el mar rojo, que todas las acciones de Yahvé destruyen o en contra del faraón para mejorar el bienestar de su pueblo, el pueblo se queja. Está en camino al desierto, van cruzando el mar, hay un himno que los vincula a toda la secuencia de hechos que han vivido. Están muy alegres, estaban jubilosos. Dios quiere ayudarlos pero las quejas no cesan y se les olvida que Dios los quiere conducir y que Dios va a proveer. Así que hemos visto cómo Dios va entregando el maná, las codornices y como Yahvé está a favor de Israel.
No olvidemos que las murmuraciones de Israel siempre van en contra de Yahvé y Yahvé sigue proveyendo. Da agua, da mana, da seguridad, ayudó a sacar el agua de la roca, que lo estamos viendo hoy.
Entonces qué más esperamos nosotros a veces de Dios. Cuando estamos por el desierto, también él está caminando con nosotros. No nos olvidemos que Dios es un Dios fiel, que es un Dios nunca nos abandona. Por eso estamos leyendo esta historia la salvación y no es sólo la del pueblo Israel, sino es tu historia, es mi historia; como esta historia nos va a tocar.
ORACIÓN INICIAL
Padre del amor y misericordia, tú qué haces elocuente la lengua los niños educas de mí la mía e infunde mis labios la gracia tu bendición, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y a ti te invito para que pidas al Espíritu Santo, que abra nuestra mente y nuestro corazón para que podamos gozar la palabra de Dios que se ha proclamado hoy para nuestras vidas.
PUNTOS CLAVES
Continuamos con esta historia que es fascinante. Vemos la mano de Dios, ya vimos todo este proceso que está llevando el pueblo. Cómo se introduce en cada uno de los personajes. Hoy regresa uno de los personajes que me encanta mucho, Jetró el suegro de Moisés, trae a su hija y a sus nietos y le dice: “Hey, Moisés, ahí está tu familia". Moisés pues da un regocijo, un agasajo, para recibir a su suegro y parece que tienen muy bonita relación.
Pero, entretanto, veníamos mirando cómo el pueblo caminaba hacia el Sinaí y antes de ese encuentro, tuvieron sed, tuvieron necesidad de agua. El Señor le dice a Moisés "vamos a darles el agua que tanto piden". Llegan hasta Horeb para que salga agua de la roca. Ahí están tres personajes muy interesantes que son: Moisés, Aarón y Jur, quienes después van a estar involucrados en la guerra contra Amalec y como entre los tres se ayudan.
Moisés tiene que ser puesto sobre una roca para que mantenga sus brazos arriba. Así que, cuando sintamos que estamos combatiendo contra el enemigo, contra las tentaciones, levantemos nuestros brazos hacia el Señor. Levantemos nuestras manos en alabanza y digámosle: “Señor, si Tú estás con nosotros podremos vencer.” No bajemos los brazos, no nos sintamos derrotados porque, cuando bajamos los brazos, entra la victoria para el maligno, para la tentación; pero si mantenemos los brazos arriba, así como el hijo que levanta los brazos para que su papá lo alce y lo defienda, así nos va a defender el Señor. Por eso apenas se da esa victoria, Moisés dice: “Aquí hay que poner un altar para que reconozcamos profundamente que Dios es nuestro estandarte, es nuestro baluarte, nuestro escudo, es nuestro protector.”
Y es así como el pueblo al salir de Egipto sigue este viaje por el desierto y ahora hay problemas, quejas, peleas, pero en toda experiencia de un Dios que no lo abandona. Tal vez tú y yo debemos reflexionar en todo esto. ¿Cuáles son las imágenes que tenemos de Dios cuando vamos por nuestro viaje de la vida diaria? ¿Qué ha hecho Dios cuando hemos tenido sed de justicia, sed de que las cosas estén mejor? Tal vez Dios nos muestre el camino y nosotros no lo seguimos tan fielmente. Así que hoy es muy lindo que veamos que Moisés sigue dando instrucciones y golpeando la roca y el agua brota. Pero también sucede este enfrentamiento y llega a la presencia de Dios. Se nos presenta un nuevo personaje, Josué, a quien Dios empieza a preparar para que tome el puesto de Moisés.
Me gustaría que reflexionáramos hoy en este amigo, en Jetró, el suegro Moisés. Como lo dije hace un momento, trae a la esposa trae y a los hijos de Moisés, se reúnen con él. Moisés celebra este encuentro y Jetró, que no conoce a Yahvé, al oír tantas obras, tantas cosas hermosas que Yahvé había hecho, ofrece un sacrificio por Él. Qué lindo que tú y yo contáramos todo lo que Dios ha hecho en nuestras vidas para que otros aunque no tengan fe, celebren con nosotros y así de esta manera, empiezan a creer en Dios y empiezan a creer que Dios está ahí presente.
Algo más que me parece muy importante que tenemos que descubrir acá, es que durante los últimos episodios, Dios es el que está guiando, dirigiendo diciendo qué hacer, pero en este pasaje de hoy, Moisés no solo recibe instrucciones de Dios, sino que recibe un consejo que, seguramente Dios ha inspirado en Jetró; y podríamos decir que la sabiduría humana, porque es un hombre que ni conoce a Yahvé, pero que se atreve a dar un consejo para qué la relación entre Moisés y Yahvé sea mejor, para que la relación entre Moisés y el pueblo sea mejor, para que la relación entre el pueblo y sus problemas sea mejor. La sabiduría humana que viene a tomar parte de aquí en adelante en todo este proceso. Le dice: “Oye, mi consejo es que te estás quemando, que estás gastando mucho tiempo en esto, que necesitas ayuda que tú solo no lo puedes hacer, que necesitas dejar unas cosas para el pueblo, para los que los pueden dirigir, así que divide los grupos de a 100, de a 50, de a 10, y tú encárgate de las cosas grandes".
A veces lo queremos hacer todo, somos un poquito controladores. Somos controladores y queremos controlarlo todo, en las minucias, nos detenemos en todas las minucias. No, a veces hay que soltar, soltar un poquito. No todo lo puedo controlar yo, tengo que dar que las cosas grandes las controle Dios. Tal vez yo pueda manejar las pequeñas, puedo entender algunas cosas con mi sabiduría, pero lo que está diciendo Jetró, es que las cosas grandes las manejas tú, porque tú tienes el control de la comunicación con Dios. Así que tú te comunicas y arregla las cosas grandes y el pueblo que se arregle con las cosas pequeñas. ¿Qué tienes que soltar hoy? ¿Qué tienes que darle a Dios? y ¿Qué tienes tú que tomar? Porque a veces también le queremos dejar todo el trabajo a Dios.
A veces se puede cansar un sólo hombre de hacerlo todo. Jetró que es un sacerdote Madián visita a su yerno y le trae semejante regalo de sabiduría. Tal vez hay personas que no son creyentes y vienen a tu vida y te traen regalos increíbles, porque Dios nos habla incluso, a través de estas personas que no creen como nosotros, pero que también son hijos de Dios. Así que hoy tenemos que aprender que Moisés comunicó el mensaje al pueblo, pero para esto también tenemos que ser condescendientes con los demás y advertir que hay otra gente que también puede traernos ese mensaje, esa presencia de Dios a nuestras vidas.
Tal vez tú estás llamado a hacer presencia de Dios para la vida de los demás. Así que pidamos al Señor, “Señor, que nos quejemos menos y que agradezcamos más. Que nos quejemos menos y hagamos también nuestra parte. Que no se lo dejemos todo a nuestros líderes. Que no se lo dejemos todo a los políticos.” Porque nos quejamos, que los políticos son corruptos, que qué malas hacen las cosas. Sí, pero tú también haces trampa, te vuelas la fila, buscas una palanca [conexiones] para conseguir favores, para que no te toque hacer fila, siempre buscando lo favorcitos por ahí y, después te quejas y crees que son los que están arriba los que tienen que decidir y hacer las cosas bien. No, tú y yo tenemos obligación de hacer las cosas bien también.
Hoy encontramos que hay dirigentes para 100, para 50, para 10. Tal vez tú tienes que tomar la dirección de tu vida, de tu familia, de tu grupo, de tu trabajo, pide la asistencia divina, Pídele al Señor que te acompañe que te ilumine, que puedas encontrar toda esa sabiduría que a veces parece estar perdida.
Por eso estaban las demás lecturas de hoy, Levítico, enseñándonos cómo tenemos que purificarnos y también el Salmo que es una fuente de sabiduría; y nos dice que Yahvé viene a librarnos. Hay que correr en ayuda hacia Él, porque Él siempre quiere darnos su mano. Pero para esto nosotros tenemos que ser sumisos a Dios también. Levantar nuestro corazón, porque cuando nuestro corazón está avinagrado, cuando está torturada nuestra conciencia, cuando no comprendemos, cuando somos como bestias y reaccionamos con la fuerza bruta, pues ahí está Dios para calmarnos, para venir a ayudarnos, para no dejarnos llevar por los malvados, sino para decirle: “Señor tú eres el bueno, tú eres el fiel, limpia mi corazón. Que no se extravíen mis pies, que no se resbalen mis pasos, sino que siempre busqué hacer tu voluntad, para hacer las cosas bien.”
¡Guao! mucha enseñanza para el día de hoy. Esto cada día se pone mejor, así que pidamos al Señor que nos siga tocando, que siga llenando nuestras vidas. Que nos permita recibir la enseñanza que Él nos da a través de sus ministros, que nos da a través de nuestros amigos, de nuestra familia, de nuestros suegros. Que no permita que nos alejemos de Él, que no permita que nuestro corazón se aleje de Él, sino que todo lo contrario. Que podamos cobijarnos de su misericordia y proclamar todo lo que ha hecho sus obras en nuestra vida.
ORACIÓN FINAL
Antes de despedirme, por favor oren por mí. Para que sea fiel a este ministerio que se me ha confiado. Para que pueda vivir con fe cada una de las cosas que leo y que comparto con ustedes. Para que siempre pueda enseñar la verdad y para que yo también pueda cumplir lo que enseñó.
Y que la bendición de Dios todopoderoso que es: Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y los acompañen siempre. ¡Que Dios los bendiga!
PARA MEDITAR
¿Qué tienes que soltar hoy? ¿Qué tienes que darle a Dios? ¿Qué tienes tú que tomar? Dile al Señor: “Señor Tú eres el bueno, Tú eres el fiel, limpia mi corazón. Que no se extravíen mis pies, que no se resbalen mis pasos, sino que siempre busqué hacer Tu voluntad, para hacer las cosas bien.”
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
Los símbolos del Espíritu Santo
Ex 17, 1-6
694 El agua. El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que, después de la invocación del Espíritu Santo, ésta se convierte en el signo sacramental eficaz del nuevo nacimiento: del mismo modo que la gestación de nuestro primer nacimiento se hace en el agua, así el agua bautismal significa realmente que nuestro nacimiento a la vida divina se nos da en el Espíritu Santo. Pero "bautizados [...] en un solo Espíritu", también "hemos bebido de un solo Espíritu"(1 Co 12, 13): el Espíritu es, pues, también personalmente el Agua viva que brota de Cristo crucificado (cf. Jn 19, 34; 1 Jn 5, 8) como de su manantial y que en nosotros brota en vida eterna (cf. Jn 4, 10-14; 7, 38; Ex 17, 1-6; Is 55, 1; Za 14, 8; 1 Co 10, 4; Ap 21, 6; 22, 17).
Ex 17, 2-17
2119 La acción de tentar a Dios consiste en poner a prueba, de palabra o de obra, su bondad y su omnipotencia. Así es como Satán quería conseguir de Jesús que se arrojara del templo y obligase a Dios, mediante este gesto, a actuar (cf. Lc 4, 9). Jesús le opone las palabras de Dios: “No tentaréis al Señor, tu Dios” (Dt 6, 16). El reto que contiene este tentar a Dios lesiona el respeto y la confianza que debemos a nuestro Creador y Señor. Incluye siempre una duda respecto a su amor, su providencia y su poder (cf. 1 Co 10, 9; Ex 17, 2-7; Sal 95, 9).
Ex 17, 8-13
2577 De esta intimidad con el Dios fiel, lento a la ira y rico en amor (cf. Ex 34, 6), Moisés ha sacado la fuerza y la tenacidad de su intercesión. No pide por él, sino por el pueblo que Dios ha reunido. Moisés intercede ya durante el combate con los amalecitas (cf. Ex 17, 8-13) o para obtener la curación de María (cf. Nm 12, 13-14). Pero es sobre todo después de la apostasía del pueblo cuando “se mantiene en la brecha” ante Dios (Sal 106, 23) para salvar al pueblo (cf Ex 32, 1-34, 9). Los argumentos de su oración (la intercesión es también un combate misterioso) inspirarán la audacia de los grandes orantes tanto del pueblo judío como de la Iglesia. Dios es amor, por tanto es justo y fiel; no puede contradecirse, debe acordarse de sus acciones maravillosas, su gloria está en juego, no puede abandonar al pueblo que lleva su Nombre.
COMENTARIOS ADICIONALES
Audiencia General de S.S. Juan Pablo II, Miércoles 3 de diciembre de 2003
El agua que brotó de la roca de Meribá (cf. Ex 17, 1-7; Nm 20, 1-13).
"Dios transforma la roca en una fuente de agua, que llega a formar un lago: en la raíz de este prodigio se encuentra su solicitud paterna con respecto a su pueblo.
El gesto asume, entonces, un significado simbólico: es el signo del amor salvífico del Señor, que sostiene y regenera a la humanidad mientras avanza por el desierto de la historia.
Como es sabido, san Pablo utilizará también esta imagen y, sobre la base de una tradición judía según la cual la roca acompañaba a Israel en su itinerario por el desierto, interpretará el acontecimiento en clave cristológica: "Todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que les seguía; y la roca era Cristo" (1 Co 10, 4).
En esta misma línea, un gran maestro cristiano, Orígenes, comentando la salida del pueblo de Israel de Egipto, piensa en el nuevo éxodo realizado por los cristianos. En efecto, dice así: "No penséis que sólo entonces Moisés sacó de Egipto al pueblo; también ahora el Moisés que tenemos con nosotros..., es decir, la ley de Dios, quiere sacarte de Egipto; si la escuchas, quiere alejarte del faraón... No quiere que permanezcas en las obras tenebrosas de la carne, sino que salgas al desierto, que llegues al lugar donde ya no existen las turbaciones y fluctuaciones del mundo, que llegues a la paz y el silencio... Así, cuando hayas llegado a ese lugar de paz, podrás hacer ofrendas al Señor, podrás reconocer la ley de Dios y el poder de la voz divina" (Omelie sull'Esodo, Roma 1981, pp. 71-72).
Usando la imagen paulina que evoca la travesía del Mar Rojo, Orígenes prosigue: "El Apóstol llama a esto un bautismo, realizado en Moisés en la nube y en el mar, para que también tú, que fuiste bautizado en Cristo, en el agua y en el Espíritu Santo, sepas que los egipcios te están persiguiendo y quieren ponerte a su servicio, es decir, al servicio de los señores de este mundo y de los espíritus del mal, de los que antes fuiste esclavo. Estos, ciertamente, tratarán de perseguirte, pero tú baja al agua y saldrás incólume; y, después de lavar las manchas de los pecados, sube como hombre nuevo dispuesto a cantar el cántico nuevo" (ib., p. 107).
(Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el día 6 de febrero de 2022. https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/2003/documents/hf_jp-ii_aud_20031203.html)
Oración del Ángelus del Santo Padre Francisco, Biblioteca del Palacio Apostólico. Domingo, 15 de marzo de 2020
La roca es Cristo (1Co 10,4; Ex 17, 1-7)
“En la tradición bíblica Dios es la fuente de agua viva –como se dice en los Salmos, en los profetas–: alejarse de Dios, la fuente de agua viva, y de su Ley, conduce a la peor sequía. Esta es la experiencia del pueblo de Israel en el desierto. En el largo camino hacia la libertad, ellos, ardiendo de sed, protestan contra Moisés y Dios porque no hay agua. Entonces, por voluntad de Dios, Moisés hace brotar agua de una roca, como signo de la providencia de Dios que acompaña a su pueblo y le da vida (cf. Éxodo 17, 1-7).
Y el apóstol Pablo interpreta esa roca como un símbolo de Cristo. Dice: “Y la roca es Cristo” (cf. 1 Corintios 10,4). Es la misteriosa figura de su presencia en medio del pueblo de Dios que camina. Porque Cristo es el Templo del que, según la visión de los profetas, brota el Espíritu Santo, es decir, el agua viva que purifica y da vida. Aquellos que tienen sed de salvación pueden saciarla gratuitamente en Jesús, y el Espíritu Santo se convertirá en él o ella en una fuente de vida plena y eterna. La promesa de agua viva que Jesús hizo a la mujer samaritana se hizo realidad en su Pascua: “sangre y agua” brotaron de su costado atravesado (Juan 19, 34). Cristo, Cordero inmolado y resucitado, es la fuente de la que mana el Espíritu Santo, que perdona los pecados y regenera la nueva vida.
Este don es también la fuente del testimonio. Como la samaritana, quien encuentra a Jesús vivo siente la necesidad de decírselo a los demás, para que todos lleguen a confesar que Jesús «es verdaderamente el salvador del mundo» (Juan 4, 42), como dijeron más tarde los paisanos de esa mujer. También nosotros, engendrados a una nueva vida a través del Bautismo, estamos llamados a dar testimonio de la vida y la esperanza que hay en nosotros. Si nuestra búsqueda y nuestra sed encuentran en Cristo la satisfacción plena, manifestaremos que la salvación no está en las “cosas” de este mundo, que al final llevan a la sequía, sino en Aquél que nos ha amado y nos ama siempre: Jesús nuestro Salvador, en el agua viva que Él nos ofrece.
Que María Santísima nos ayude a cultivar el deseo de Cristo, la fuente de agua viva, la única que puede saciar la sed de vida y de amor que llevamos en nuestros corazones.”
(Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el día 6 de febrero de 2022. https://www.vatican.va/content/francesco/es/angelus/2020/documents/papa-francesco_angelus_20200315.html)
Audiencia General de S.S. Juan Pablo II, Miércoles 11 de diciembre de 1996
La presentación de Jesús en el templo (Lc 2, 22-24; Lv 12, 8).
"En el episodio de la presentación de Jesús en el templo, San Lucas subraya el destino mesiánico de Jesús. Según el texto lucano, el objetivo inmediato del viaje de la Sagrada Familia de Belén a Jerusalén es el cumplimiento de la Ley: "Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: "Todo varón primogénito será consagrado al Señor", y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor" (Lc 2, 22-24).
Con este gesto, María y José manifiestan su propósito de obedecer fielmente a la voluntad de Dios, rechazando toda forma de privilegio. Su peregrinación al templo de Jerusalén asume el significado de una consagración a Dios, en el lugar de su presencia.
María, obligada por su pobreza a ofrecer tórtolas o pichones, entrega en realidad al verdadero Cordero que deberá redimir a la humanidad, anticipando con su gesto lo que había sido prefigurado en las ofrendas rituales de la antigua Ley.
2. Mientras la Ley exigía sólo a la madre la purificación después del parto, Lucas habla de "los días de la purificación de ellos" (Lc 2, 22), tal vez con la intención de indicar a la vez las prescripciones referentes a la madre y a su Hijo primogénito.
La expresión "purificación" puede resultarnos sorprendente, pues se refiere a una Madre que, por gracia singular, había obtenido ser inmaculada desde el primer instante de su existencia, y a un Niño totalmente santo. Sin embargo, es preciso recordar que no se trataba de purificarse la conciencia de alguna mancha de pecado, sino solamente de recuperar la pureza ritual, la cual, de acuerdo con las ideas de aquel tiempo, quedaba afectada por el simple hecho del parto, sin que existiera ninguna clase de culpa.
El evangelista aprovecha la ocasión para subrayar el vínculo especial que existe entre Jesús, en cuanto "primogénito" (Lc 2, 7. 23), y la santidad de Dios, así como para indicar el espíritu de humilde ofrecimiento que impulsaba a María y a José (cf. Lc 2, 24). En efecto, el "par de tórtolas o dos pichones" era la ofrenda de los pobres (cf. Lv 12, 8).
(Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el día 6 de febrero de 2022. https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1996/documents/hf_jp-ii_aud_19961211.html)