Día 91: Gedeón y Abimélec

INTRODUCCIÓN

Estamos leyendo Jueces, Rut y los Salmos. Definitivamente estas historias son maravillosas. Estamos con la historia de Rut. Y decíamos que ella había salido de Belén al campo para buscar un lugar donde espigar y realmente era importante que Rut fuera al campo. Pero, ¿quién se iba a imaginar que iba a llegar al campo de Booz? Dios tiene su sentido del humor, Él lo estaba planeando todo porque el nacimiento de Jesús viene de Belén. Ahí vemos como Rut tiene el permiso de Noemí, para ir a espigar, pero no tiene que espigar sólo por ella sino por las dos. Ella le dice: “Ve y espigas por ti y por mí”. Y esta mujer va y recoge espigas y Dios la está guiando. La lleva al campo de Booz y ella no sabía quién era este hombre. Y llega a trabajar allí y hay grandes sorpresas porque es el Espíritu que va guiando a esta mujer.

Seguramente es Dios que nos va guiando a través de su palabra y lo hace a través de las circunstancias. ¿No has visto que a veces hay circunstancias que parecen adversas? y nos resentimos por las circunstancias, pero después nos damos cuenta que simplemente era el camino que Dios quería que tú y yo siguiéramos. Es así como nos guía el Señor y es así como guío a Rut. Imaginémonos que aquel día Rut salió a recoger espigas y que Noemí le hubiera dicho: “Ten cuidado, mira por dónde vas, está vigilante”. No, simplemente le dijo: “Bueno, tu ve y haz lo que tienes que hacer” Y es Dios quien la pone en ese camino y la pone a espigar en el camino correcto.

Y nos damos cuenta que el dueño del campo debe ser un hombre muy generoso y que está pendiente de lo que hacen sus trabajadores y aunque estaba lejos, cuando regresa los saluda con cariño y los pone en presencia del Señor. Les da una bendición y ellos se la devuelven a él. Es lindo este hombre. También está en función de Dios. Está en función de Yahvé. Y esta mujer ha entregado su corazón a Yahvé y a su pueblo a través de Noemí. Y Dios los pone en el mismo camino.

Dios tiene definitivamente un sentido del humor. Pero no voy a seguir con mi comentario, mejor vamos a entrar en esta lectura del día de hoy. Estaremos leyendo Jueces, capítulos 6 al 8. Estaremos leyendo el capítulo de Rut, que será el 3 y estaremos leyendo el Salmo 135. Así que, preparémonos para todas estas sorpresas que vienen el día de hoy. Este es el Día 91. Empecemos.


ORACIÓN INICIAL

Padre de amor y misericordia, Tú que haces elocuente la lengua de los niños, educa también la mía e infunde en mis labios la gracia de tu bendición, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y a ti te invito para que pidas hoy que el Espíritu Santo abra nuestra mente y nuestro corazón para que podamos gozarnos de esta palabra de Dios que Él ha puesto en nuestras vidas.


PUNTOS CLAVES

  • Seguimos con estas historias maravillosas. En Jueces vemos cómo Dios suscita a Gedeón y quiere que el pueblo no piense que la fuerza viene de ellos. Trescientos hombres dan la batalla y obtienen la victoria, pero no es la victoria de ellos, es la victoria que Yahvé ha procurado a su pueblo para que ellos estén tranquilos, para que ellos puedan saber y reconocer que Yahvé es el Señor. Me pregunto, ¿cuántas victorias has tenido tú y has olvidado decirle Yahvé?: “Gracias por lo que has hecho en mi vida. Gracias porque no me abandonaste. Gracias porque no me has dejado solo o sola”. A veces nos olvidamos de que la victoria no es ‘mía’, le pertenece a Dios, porque Él fue quien luchó, Él fue quien hizo todo lo que yo necesitaba para conseguir lo que ahora tengo.

  • Hoy, por otro lado, seguimos con la historia de esta mujer que después de escuchar a su suegra se acuesta a los pies de este hombre que es familiar de su suegra, y la han conocido por sus virtudes a esta mujer. Rut es muy bondadosa y es reconocida porque está trayendo paz al corazón de Booz. Y él quiere rescatarla, pero sabe que no es su derecho, que hay alguien primero que él. ¡Qué respeto, qué dignidad la de este hombre! Él quiere hacer todo de manera correcta porque es un hombre que quiere experimentar a Yahvé todo el tiempo.

  • Pidámosle hoy al Señor que Él también nos ayude a nosotros actuar de manera correcta, que no permita que nuestro corazón se tuerza, que se vaya por donde no debe irse. Hoy hemos descubierto grandes personajes que han puesto su confianza en Yahvé. Vamos a limitarnos a esperar cuál es la voluntad de Dios en nuestras vidas, qué es lo que está pidiendo de nosotros, que le demos tiempo a Dios de hacer su obra en nuestras vidas, que nosotros sepamos esperar y descansar sabiendo que Dios nos va a redimir, que nos va a ayudar, que Él va a llevar a buen fin la obra que ha empezado en nosotros.

ORACIÓN FINAL

Así que no tengamos miedo y, más bien, oremos los unos por los otros para que sigamos siendo fiel a Dios, para que podamos vivir con fe esto que leemos, lo que compartimos, para que ustedes y yo podamos enseñar la verdad y cumplir lo que Dios nos ha enseñado. Y que la bendición de Dios Todopoderoso que es Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y los acompañe siempre. Que Dios los bendiga.


PARA MEDITAR

  • Fray Sergio nos invita hoy a ser agradecidos con Dios por todos Sus beneficios. Reflexiona ¿cuántas veces le has pedido al Señor que te ayude con un problema y después te has olvidado de darle las gracias? Toma un tiempo hoy para darle las gracias a Dios por todas las bendiciones que derrama en tu vida cada día.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

Jc 6, 11-24

332 Desde la creación (cf. Jb 38, 7, donde los ángeles son llamados "hijos de Dios") y a lo largo de toda la historia de la salvación, los encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa salvación y sirviendo al designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal (cf. Gn 3, 24), protegen a Lot (cf. Gn 19), salvan a Agar y a su hijo (cf. Gn 21, 17), detienen la mano de Abraham (cf. Gn 22, 11), la ley es comunicada por su ministerio (cf. Hch 7,53), conducen el pueblo de Dios (cf. Ex 23, 20-23), anuncian nacimientos (cf. Jc 13) y vocaciones (cf. Jc 6, 11-24; Is 6, 6), asisten a los profetas (cf. 1 R 19, 5), por no citar más que algunos ejemplos. Finalmente, el ángel Gabriel anuncia el nacimiento del Precursor y el del mismo Jesús (cf. Lc 1, 11.26).

Sal 135, 6

269 Las sagradas Escrituras confiesan con frecuencia el poder universal de Dios. Es llamado "el Poderoso de Jacob" (Gn 49,24; Is 1,24, etc.), "el Señor de los ejércitos", "el Fuerte, el Valeroso" (Sal 24,8-10). Si Dios es Todopoderoso "en el cielo y en la tierra" (Sal 135,6), es porque Él los ha hecho. Por tanto, nada le es imposible (cf. Jr 32,17; Lc 1,37) y dispone de su obra según su voluntad (cf. Jr 27,5); es el Señor del universo, cuyo orden ha establecido, que le permanece enteramente sometido y disponible; es el Señor de la historia: gobierna los corazones y los acontecimientos según su voluntad (cf. Est 4,17c; Pr 21,1; Tb 13,2): "El actuar con inmenso poder siempre está en tu mano. ¿Quién podrá resistir la fuerza de tu brazo?" (Sb 11,21).

(Todas las citas están tomadas del Catecismo de la Iglesia Católica disponible en línea en el sitio web del Vaticano. https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html)

COMENTARIOS ADICIONALES

Papa Francisco. Audiencia General. Miércoles, 27 de junio de 2018.

[Catequesis sobre el agradecimiento]

…Y continuamos hablando de los mandamientos que, como hemos dicho, más que mandamientos son las palabras de Dios a su pueblo para que camine bien; palabras amorosas de un Padre. Las diez palabras empiezan así: «Yo, Yahveh, soy tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre» (Éxodo 20, 2). Este inicio puede parecer extraño a las leyes verdaderas que siguen. Pero no es así. ¿Por qué esta proclamación que Dios hace de sí y de la liberación? Porque se lleva al Monte Sinaí después de haber atravesado el Mar Rojo: el Dios de Israel primero salva, después pide confianza. Es decir: el Decálogo empieza por la generosidad de Dios. Dios nunca pide sin dar antes. Nunca. Primero salva, primero da, después pide. Así es nuestro Padre, Dios es bueno.

Y entendemos la importancia de la primera declaración: «Yo, Yahveh, soy tu Dios». Hay un posesivo, hay una relación, se pertenece. Dios no es un extraño: es tu Dios. Esto ilumina todo el Decálogo y desvela también el secreto de la actuación cristiana, porque es la misma actitud de Jesús cuando dice: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros» (Juan 15, 9). Cristo es el amado por el Padre y nos ama con aquel amor. Él no parte de sí sino del Padre. A menudo nuestras obras fracasan porque partimos de nosotros mismos y no de la gratitud. Y quien parte de sí mismo, ¿dónde llega? ¡Llega a sí mismo! Es incapaz de hacer camino, vuelve a sí mismo. Es precisamente ese comportamiento egoísta que la gente define: «Esa persona es un yo, mi, conmigo y para mí». Sale de sí mismo y vuelve a sí mismo.

La vida cristiana es, ante todo, la respuesta agradecida a un Padre generoso. Los cristianos que solo siguen «deberes» denuncian que no tienen una experiencia personal de ese Dios que es «nuestro». Tengo que hacer esto, esto, esto... Solo deberes. ¡Pero te falta algo! ¿Cuál es el fundamento de este deber? El fundamento de este deber es el amor de Dios el Padre, que primero da, después manda. Poner la ley antes de la relación no ayuda al camino de la fe. ¿Cómo puede un joven desear ser cristiano, si partimos de obligaciones, compromisos, coherencias y no de liberación? ¡Pero ser cristiano es un viaje de liberación! Los mandamientos te liberan de tu egoísmo y te liberan porque está el amor de Dios, que te lleva adelante. La formación cristiana no está basada en la fuerza de voluntad, sino en la acogida de la salvación, en el dejarse amar: primero el Mar Rojo, después el Monte Sinaí. Primero la salvación: Dios salva a su pueblo en el Mar Rojo; después en el Sinaí les dice qué hacer. Pero aquel pueblo sabe que estas cosas las hace porque fue salvado por un Padre que lo ama. La gratitud es un rasgo característico del corazón visitado por el Espíritu Santo; para obedecer a Dios, primero debemos recordar sus beneficios. San Basilio dice: «Quien no deja que esos beneficios caigan en el olvido, está orientado hacia la buena virtud y hacia toda obra de justicia» (Regole brevi, 56). ¿A dónde nos lleva todo esto? A hacer un ejercicio de memoria: ¡cuántas cosas bellas ha hecho Dios por cada uno de nosotros! ¡Qué generoso es nuestro Padre Celestial! Ahora quisiera proponeros un pequeño ejercicio, en silencio, que cada uno responda en su corazón. ¿Cuántas cosas hermosas ha hecho Dios por mí? Esta es la pregunta. En silencio, que cada uno de nosotros responda. ¿Cuántas cosas hermosas ha hecho Dios por mí? Y esta es la liberación de Dios. Dios hace muchas cosas hermosas y nos libera.

Y sin embargo alguno puede sentir que aún no ha hecho una verdadera experiencia de la liberación de Dios. Esto puede suceder. Podría ser que se mire dentro y se encuentre solo sentido del deber, una espiritualidad de siervos y no de hijos. ¿Qué hacer en este caso? Como hizo el pueblo elegido. Dice el libro del Éxodo: «Los israelitas, gimiendo bajo la servidumbre, clamaron, y su clamor, que brotaba del fondo de su esclavitud, subió a Dios. Oyó Dios sus sus gemidos y acordóse Dios de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel y conoció… (Éxodo 2, 23-25). Dios piensa en mí.

La acción liberadora de Dios colocada al principio del Decálogo —es decir, los mandamientos— es la respuesta a esta queja. Nosotros no nos salvamos solos, pero de nosotros puede partir un grito de auxilio: «Señor, sálvame, Señor, enséñame tu camino, oh Señor acaríciame, Señor, dame un poco de alegría». Este es un grito que pide ayuda. Esto nos espera a nosotros: pedir ser liberados del egoísmo, del pecado, de las cadenas de la esclavitud. Este grito es importante, es la oración, es consciente de lo que aún está oprimido y no liberado en nosotros. Hay muchas cosas que no están liberadas en nuestra alma. «Sálvame, ayúdame, libérame». Esta es una hermosa oración para el Señor. Dios espera ese grito porque puede y quiere romper nuestras cadenas; Dios no nos ha llamado a la vida para permanecer oprimidos, sino para ser libres y vivir en el agradecimiento, la obediencia a la alegría que nos ha dado tanto, infinitamente más de lo que podemos darle a Él. Es hermoso esto. ¡Que Dios sea siempre bendecido por todo lo que ha hecho, hace y hará por nosotros!

(Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el 1 de abril de 2022. https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2018/documents/papa-francesco_20180627_udienza-generale.html)