Día 46: El Óleo de la Unción

INTRODUCCIÓN

Continuamos con dos temas interesantísimos. Hoy creo que lo principal que tenemos que resaltar es el tema de la oración, adoración: cómo debemos adorar, quién está listo para adorar; y también el descanso, el sábado -un día que, desde la creación, Dios ha honrado- y que todos nosotros deberíamos honrar, yo el primero de ellos, que a veces no lo tomo en serio.

Y el Señor nos ayuda a que tomemos esto un poquito más en serio hoy a través del Éxodo. Consideramos la vez pasada cómo se consagraban los sacerdotes, cómo se hacían los sacrificios de dicha consagración, el significado de cada uno de estos sacrificios. Y entonces, por eso hoy es lógico que miremos el tema de la adoración. Si vamos a ofrecer sacrificios es para adorar a Dios. Pues este es el gran capítulo para descubrir eso: como adorar a Dios.

Al mirar el primer compartimiento del Tabernáculo nos damos cuenta de que había tres muebles, y todos ellos son designados para expresar que el pueblo quiere adorar a Dios. Ya hemos hablado del Candelabro, de la mesa del Pan de la Presencia, y pues allí también hay un altar, que es el Altar del Incienso. Y de eso hablaremos un poquito el día de hoy, o por lo menos nos lo mostrará el capítulo del Éxodo. Veremos a dos hombres que son llamados y capacitados para trabajar en el Tabernáculo y cómo el sábado, día de reposo, fue instituido como una señal entre el Señor y los israelitas.

ORACIÓN INICIAL

Padre, de amor y misericordia, tú qué haces elocuente la lengua de los niños, educa también la mía e infunde en mis labios la gracia Tu bendición, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y a ti te invito para que pidas que este Espíritu Santo abra hoy nuestras mentes y nuestro corazón para que podamos gozar de la Palabra de Dios en nuestras vidas hoy.

PUNTOS CLAVES

  • Tenemos estos momentos que nos invitan a pensar en la alabanza que hay que dar a Dios, que es Yahvé, quien está en el cielo; y nosotros aquí, desde la tierra, levantamos nuestras voces que no hacen más por Dios, sino que nos ayudan a nosotros a conocer el amor y la lealtad que Dios ha tenido por cada uno de nosotros. Y es por eso que hoy veíamos cómo se van a ofrecer los sacrificios, qué se tiene que hacer, cómo se tiene que hacer. Y empiezan todas estas lindas enseñanzas de para qué servían los muebles de la Tienda del Encuentro. Y ya lo decía al principio, esto es lo único a lo que nos están invitando es a la adoración.


  • Yo me pregunto, cuando tú vienes al templo, cuando tú vas a la iglesia, ¿te dedicas a alabar y adorar al Señor? o ¿has caído en la trampa de solo venir a la iglesia a pedir, y pedir, y pedir, y pedir, y pedir? Porque a veces pensamos que venir a la iglesia es a pedir y se nos olvida que venimos a la presencia de Dios para alabarlo, para bendecirlo, para estar con él y para decirle: “Señor, aunque no hemos hecho las cosas bien, hoy hemos tomado este día de descanso para alabarte, para bendecirte, para honrarte y para decirte que tú eres nuestro Dios y que sabemos que caminas con nosotros, y que nos quieres purificar, y que nos quieres ayudar, y que nos llevas de la mano.”


  • Hoy hemos descubierto cómo todos estos ritos lo único que están buscando es que tú y yo podamos convivir y tener una común unión entre nosotros y con Dios. Así que, como creyentes actuales, nos vamos a dar cuenta que siempre es una fiesta estar en común unión con Cristo y recibir su alimento espiritual también, comulgar, recibir los sacramentos. Y veíamos cómo para los antiguos habían escogido unos hombres que lo hicieran. Y no sólo eso, también, Dios escogió a algunos hombres y los capacitó para trabajar en su Tabernáculo y para trabajar en cada una de las obras que hay allí.


  • A mí me llama mucho la atención cuando muchas personas vienen y dicen: “Padre, no tengo dinero para dar, pero voy a dar de mi talento, voy a hacer algo por la iglesia, voy a hacer algo por el templo.” Y me impresiona, porque los tres momentos que podemos utilizar para alabar a Dios, son los de nuestro tiempo, los de nuestro talento o los de nuestro tesoro.


  • ¿Cuánto tiempo le dedicas tú a Dios en el día de descanso? Cuando descansas, ¿es un día en el cual santificas a Dios? o ¿se te está olvidando esa pequeña parte de honrar a Dios en el día del descanso? Cuándo recibes tu paga, ¿estás sacando algo de dinero para honrar a tu Dios, para ayudarlo a él? o ¿se te está olvidando?

  • Tu talento, tu tiempo, tu tesoro, ¿cómo los estás aplicando para alabar y para bendecir a Dios en tu vida?


  • También hemos visto hoy que el reposo es muy importante. Y tal vez tú y yo lo pasamos por alto. Ya vemos que incluso Yahvé descanso después de la creación y dio este mandamiento para que se cumpla universalmente. Esto quiere decir que Dios disfrutó ese reposo, la obra de su creación. Y cuando se nos entregan las leyes de Moisés vemos que también en los Diez Mandamientos está esto que nos muestra que es señal del pacto; que hay un compromiso con Dios de alabarlo, de bendecirlo.


  • Los tres primeros mandamientos están dedicados a Dios. Cómo nosotros debemos dedicarle de nuestro tiempo a Él. En cuanto al cumplimiento del día de reposo, en tiempos posteriores diremos cómo ahora Jesucristo cuando resucita de entre los muertos en el primer día de la semana, nos pone a celebrar así este nuevo día de nacimiento, de descanso, cuando descansamos en la nueva vida que Jesús trae a nosotros.


  • Así que preparémonos cada uno para servir en maneras especiales, tanto al prójimo como a Dios y a su iglesia. Que podamos entregar lo mejor de nosotros. Hoy vimos que la gente que tenía un talento especial entregó lo mejor de ellos, y Dios los inspiraba, Dios les mostraba que debían hacer. ¿Cuál es tu talento? ¿Qué es lo que Dios te está mostrando que debes hacer? ¿Qué es lo que tú deberías poner en práctica para ayudar a todos los demás, para que los demás se sientan bien, para que los demás reciben las bendiciones? ¿Has descansado? ¿Has tomado ese tiempo en serio? Yo a veces tengo que cuestionar mi pensar, si también he descansado, así que tengamos presente que cuando no dedicamos tiempo a Dios, ni descansamos, de pronto nos estamos empezando a desviar de lo que él nos ha pedido. Y eso lo veremos en los próximos capítulos.


ORACIÓN FINAL

Por hoy les quiero pedir que como siempre antes de despedirme oren por mí especialmente por mi garganta, siento que hoy mi voz no es la mejor. Así que necesito que me ayuden con su salud y pedirle a San Blas que me ayude con mi garganta el día de hoy, y mañana y los días siguientes. También no se les olvide, por favor pedir para que yo sea fiel al ministerio que se me ha confiado, para que pueda vivir con fe lo que leo y lo que trato de compartir con ustedes; para que pueda enseñar lo que creo, y para poder cumplir lo que he enseñado. Y que la bendición de Dios todopoderoso que es Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y los acompañen siempre. ¡Que Dios los bendiga!


PARA MEDITAR

  • Cuando tú vas a la iglesia ¿es tu oración de alabanza y adoración al Señor o solo vienes a pedir, y pedir, y pedir, y pedir, y pedir?

  • Esta semana incluye en tu oración Adoración, Reparación, Petición y Acción de gracias (A.R.P.A.)


CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

Ex 30, 22-32

695 La unción. El simbolismo de la unción con el óleo es también significativo del Espíritu Santo, hasta el punto de que se ha convertido en sinónimo suyo (cf. 1 Jn 2, 20. 27; 2 Co 1, 21). En la iniciación cristiana es el signo sacramental de la Confirmación, llamada justamente en las Iglesias de Oriente "Crismación". Pero para captar toda la fuerza que tiene, es necesario volver a la Unción primera realizada por el Espíritu Santo: la de Jesús. Cristo ["Mesías" en hebreo] significa "Ungido" del Espíritu de Dios. En la Antigua Alianza hubo "ungidos" del Señor (cf. Ex 30, 22-32), de forma eminente el rey David (cf. 1 S 16, 13). Pero Jesús es el Ungido de Dios de una manera única: la humanidad que el Hijo asume está totalmente "ungida por el Espíritu Santo". Jesús es constituido "Cristo" por el Espíritu Santo (cf. Lc 4, 18-19; Is 61, 1). La Virgen María concibe a Cristo del Espíritu Santo, quien por medio del ángel lo anuncia como Cristo en su nacimiento (cf. Lc 2,11) e impulsa a Simeón a ir al Templo a ver al Cristo del Señor (cf. Lc 2, 26-27); es de quien Cristo está lleno (cf. Lc 4, 1) y cuyo poder emana de Cristo en sus curaciones y en sus acciones salvíficas (cf. Lc 6, 19; 8, 46). Es él en fin quien resucita a Jesús de entre los muertos (cf. Rm 1, 4; 8, 11). Por tanto, constituido plenamente "Cristo" en su humanidad victoriosa de la muerte (cf. Hch 2, 36), Jesús distribuye profusamente el Espíritu Santo hasta que "los santos" constituyan, en su unión con la humanidad del Hijo de Dios, "ese Hombre perfecto [...] que realiza la plenitud de Cristo" (Ef 4, 13): "el Cristo total" según la expresión de San Agustín (Sermo 341, 1, 1: PL 39, 1493; Ibíd., 9, 11: PL 39, 1499)


Ex 31, 15

2168 El tercer mandamiento del Decálogo proclama la santidad del sábado: “El día séptimo será día de descanso completo, consagrado al Señor” (Ex 31, 15).


2189 “Guardarás el día del sábado para santificarlo” (Dt 5, 12). “El día séptimo será día de descanso completo, consagrado al Señor” (Ex 31, 15).


Ex 31, 16

2171 Dios confió a Israel el sábado para que lo guardara como signo de la alianza inquebrantable (cf. Ex 31, 16). El sábado es para el Señor, santamente reservado a la alabanza de Dios, de su obra de creación y de sus acciones salvíficas en favor de Israel.


Ex 31, 17

2172 La acción de Dios es el modelo de la acción humana. Si Dios “tomó respiro” el día séptimo (Ex 31, 17), también el hombre debe “descansar” y hacer que los demás, sobre todo los pobres, “recobren aliento” (Ex 23, 12). El sábado interrumpe los trabajos cotidianos y concede un respiro. Es un día de protesta contra las servidumbres del trabajo y el culto al dinero (cf. Ne 13, 15-22; 2Cro 36, 21).


Ex 31, 18

700 El dedo. "Por el dedo de Dios expulso yo [Jesús] los demonios" (Lc 11, 20). Si la Ley de Dios ha sido escrita en tablas de piedra "por el dedo de Dios" (Ex 31, 18), la "carta de Cristo" entregada a los Apóstoles "está escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón" (2 Co 3, 3). El himno Veni Creator invoca al Espíritu Santo como dextrae Dei Tu digitus ("dedo de la diestra del Padre").


2056 La palabra “Decálogo” significa literalmente “diez palabras” (Ex 34, 28; Dt 4, 13; 10, 4). Estas “diez palabras” Dios las reveló a su pueblo en la montaña santa. Las escribió “con su Dedo” (Ex 31, 18), a diferencia de los otros preceptos escritos por Moisés (cf. Dt 31, 9.24). Constituyen palabras de Dios en un sentido eminente. Son transmitidas en los libros del Éxodo (cf. Ex 20, 1-17) y del Deuteronomio (cf. Dt 5, 6-22). Ya en el Antiguo Testamento, los libros santos hablan de las “diez palabras” (cf. por ejemplo, Os 4, 2; Jr 7, 9; Ez 18, 5-9); pero su pleno sentido será revelado en la nueva Alianza en Jesucristo.


2058 Las “diez palabras” resumen y proclaman la ley de Dios: “Estas palabras dijo el Señor a toda vuestra asamblea, en la montaña, de en medio del fuego, la nube y la densa niebla, con voz potente, y nada más añadió. Luego las escribió en dos tablas de piedra y me las entregó a mí” (Dt 5, 22). Por eso estas dos tablas son llamadas “el Testimonio” (Ex 25, 169, pues contienen las cláusulas de la Alianza establecida entre Dios y su pueblo. Estas “tablas del Testimonio” (Ex 31, 18; 32, 15; 34, 29) se debían depositar en el “arca” (Ex 25, 16; 40, 1-2).


Sal 115, 3

268 De todos los atributos divinos, sólo la omnipotencia de Dios es nombrada en el Símbolo: confesarla tiene un gran alcance para nuestra vida. Creemos que esa omnipotencia es universal, porque Dios, que ha creado todo (cf. Gn 1,1; Jn 1,3), rige todo y lo puede todo; es amorosa, porque Dios es nuestro Padre (cf. Mt 6,9); es misteriosa, porque sólo la fe puede descubrirla cuando "se manifiesta en la debilidad" (2 Co 12,9; cf. 1 Co 1,18).


"Todo cuanto le place, lo realiza" (Sal 115, 3)

303 El testimonio de la Escritura es unánime: la solicitud de la divina providencia es concreta e inmediata; tiene cuidado de todo, de las cosas más pequeñas hasta los grandes acontecimientos del mundo y de la historia. Las sagradas Escrituras afirman con fuerza la soberanía absoluta de Dios en el curso de los acontecimientos: "Nuestro Dios en los cielos y en la tierra, todo cuanto le place lo realiza" (Sal 115, 3); y de Cristo se dice: "Si Él abre, nadie puede cerrar; si Él cierra, nadie puede abrir" (Ap 3, 7); "hay muchos proyectos en el corazón del hombre, pero sólo el plan de Dios se realiza" (Pr 19, 21).


Sal 115, 4-5 y Sal 115, 8

2112 El primer mandamiento condena el politeísmo. Exige al hombre no creer en otros dioses que el Dios verdadero. Y no venerar otras divinidades que al único Dios. La Escritura recuerda constantemente este rechazo de los “ídolos [...] oro y plata, obra de las manos de los hombres”, que “tienen boca y no hablan, ojos y no ven”. Estos ídolos vanos hacen vano al que les da culto: “Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza” (Sal 115, 4-5.8; cf. Is 44, 9-20; Jr 10, 1-16; Dn 14, 1-30; Ba 6; Sb 13, 1-15,19). Dios, por el contrario, es el “Dios vivo” (Jos 3, 10; Sal 42, 3, etc.), que da vida e interviene en la historia.


Sal 115, 15

216 La verdad de Dios es su sabiduría que rige todo el orden de la creación y del gobierno del mundo (cf. Sb 13,1-9). Dios, único Creador del cielo y de la tierra (cf. Sal 115,15), es el único que puede dar el conocimiento verdadero de todas las cosas creadas en su relación con Él (cf. Sb 7,17-21).


287 La verdad en la creación es tan importante para toda la vida humana que Dios, en su ternura, quiso revelar a su pueblo todo lo que es saludable conocer a este respecto. Más allá del conocimiento natural que todo hombre puede tener del Creador (cf. Hch 17,24-29; Rm 1,19-20), Dios reveló progresivamente a Israel el misterio de la creación. El que eligió a los patriarcas, el que hizo salir a Israel de Egipto y que, al escoger a Israel, lo creó y formó (cf. Is 43,1), se revela como aquel a quien pertenecen todos los pueblos de la tierra y la tierra entera, como el único Dios que "hizo el cielo y la tierra" (Sal 115,15;124,8;134,3).


Sal 115, 16

326 En la sagrada Escritura, la expresión "cielo y tierra" significa: todo lo que existe, la creación entera. Indica también el vínculo que, en el interior de la creación, a la vez une y distingue cielo y tierra: "La tierra", es el mundo de los hombres (cf. Sal 115, 16). "El cielo" o "los cielos" puede designar el firmamento (cf. Sal 19, 2), pero también el "lugar" propio de Dios: "nuestro Padre que está en los cielos" (Mt 5, 16; cf. Sal 115, 16), y por consiguiente también el "cielo", que es la gloria escatológica. Finalmente, la palabra "cielo" indica el "lugar" de las criaturas espirituales —los ángeles— que rodean a Dios.



COMENTARIOS ADICIONALES

Santa Misa y ordenaciones sacerdotales. Homilía del Santo Padre Francisco. Basílica Vaticana

IV Domingo de Pascua, 26 de abril de 2015.


"En cuanto a vosotros, que vais a ser promovidos al orden del presbiterado, considerad que al ejercer el ministerio de la sagrada doctrina participaréis de la misión de Cristo, único Maestro. Dispensad a todos la Palabra de Dios, que vosotros mismos habéis recibido con alegría. Leed y meditad asiduamente la Palabra del Señor para creer lo que habéis leído, enseñar lo que habéis aprendido en la fe y vivir lo que habéis enseñado. Y que eso sea el alimento del pueblo de Dios; que vuestras homilías no sean aburridas; que vuestras homilías lleguen precisamente al corazón de la gente porque brotan de vuestro corazón, porque lo que vosotros les decís es lo que tenéis en vuestro corazón. Así se da la Palabra de Dios y así vuestra doctrina será alegría y sostén para los fieles de Cristo; el perfume de vuestra vida será el testimonio, porque el ejemplo edifica, pero las palabras sin ejemplo son palabras vacías, son ideas y nunca llegan al corazón e incluso hacen mal: ¡no hacen bien! Vosotros continuaréis la obra santificadora de Cristo. Mediante vuestro ministerio, el sacrificio espiritual de los fieles se hace perfecto, porque se une al sacrificio de Cristo, que por vuestras manos, en nombre de toda la Iglesia, se ofrece de modo incruento en el altar durante la celebración de los santos misterios.


Cuando celebréis la misa, reconoced por tanto lo que hacéis. ¡No lo hagáis de prisa! Imitad lo que celebráis —no es un rito artificial, un ritual artificial— para que de esta manera, al participar en el misterio de la muerte y resurrección del Señor, llevéis en vosotros la muerte de Cristo y caminéis con Él en una nueva vida."


(Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el día 15 de febrero de 2022. https://www.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2015/documents/papa-francesco_20150426_omelia-ordinazioni-sacerdotali.html)