Día 86: Las demás tribus de Israel
Día 86: Las demás tribus de Israel
Josué 15-18; Salmo 130
INTRODUCCIÓN
Estamos en el quinto período bíblico. Y ayer teníamos muchas sorpresas en la lectura, pues se da la repartición de las tierras por tribus. Cada tribu recibe una parte de la tierra prometida y nos hemos dado cuenta que Rubén, Gad y la mitad de la tribu de Manasés ya se han instalado al este del Jordán. Al oeste del Jordán esta Juda, Efraín y la otra mitad de la tribu de Manases, así como las tribus más pequeñas de Benjamín, Simeón, Zabulón, Isacar, Aser, Neftalí y Dan. Efrain y Manasés, los hijos de José, son contados cada uno como una tribu, porque la tribu de Leví no recibe una porción de la tierra, pues la única heredad que ellos tienen es Yahvé mismo, quien ha dicho que Él será su posesión y, además, ellos recibirán algunas ciudades para ubicarse en cada una de las tribus que van a recibir los demás.
Hoy continuamos con nuestra lectura y nos damos cuenta de que toda esta distribución ha sido muy interesante. Es muy significativo. Hoy veremos que se establece el Tabernáculo en la tierra de Canaán y esto tiene mucha importancia, porque Moisés había mandado en el nombre de Dios que, cuando el pueblo ya entrará en la tierra, que erigieran el Tabernáculo en el lugar que él escogiera para que el pueblo ofreciera allí sus sacrificios. Lo vimos en el Deuteronomio, lo vimos en Levítico y ahora va a tomar lugar. Estos los diferencias claramente de todos los paganos que habitaban aquella tierra y que construían altares por todos los lugares altos del país.
Aquí Israel tiene que luchar contra la idolatría y debe dar único culto a Yahvé, a quien tiene que ofrecer sus sacrificios. Por eso todo lo demás tiene que ser consagrado al anatema, tiene que ser sacado. Vamos a ver que no hay campo sino para un solo Dios, el único y verdadero. No podemos aceptar que se construyan templos por todos lados. Lamentablemente esto conducía a la idolatría y mucha parte de las personas cayeron igual que como caemos hoy.
Estamos viendo que cada uno construye el altar y ofrece el sacrificio como mejor le parece. Yahvé nos dice: “Mira hay que tener un solo Tabernáculo, un lugar donde podamos dirigirnos para ofrecer los sacrificios”. Por eso tenemos una liturgia y todos tenemos el Tabernáculo en nuestras iglesias para darle tributo a ese Dios que ha escogido ese lugar para que nos reunamos, para que entremos todos, para que tengamos esa experiencia de, como pueblo, acercarnos alrededor del Señor.
Hoy seguiremos viendo la ocupación del resto de la herencia y, cuando lleguemos al final de esta sección, nos daremos cuenta que cada tribu recibió lo que se le había prometido, su herencia y que el Señor les da descanso finalmente alrededor de sus enemigos y que llega la paz. Estaremos leyendo hoy Josué capítulo 15 al 18, el salmo 130. Este es el día 86. Empecemos.
ORACIÓN INICIAL
Padre de amor y misericordia, tú que haces elocuente la lengua de los niños, educa también la mía e infunde en mis labios la gracia de tu bendición, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Y a ti te invito para que pidas al Espíritu Santo, que abra nuestra mente y nuestro corazón para que podamos seguir gozándonos de esta palabra de Dios hoy en nuestras vidas.
PUNTOS CLAVES
Estamos viendo cómo se reparte la herencia y como el Señor va dándole reposo al pueblo Israel y —por qué no decirlo— también a sus enemigos. Por lo tanto, nos damos cuenta que se está cerrando todo con triunfo porque se está cumpliendo todo lo que Dios ha prometido. Por supuesto, no nos olvidemos que todavía sigue la conquista, sigue la necesidad de poseer estas tierras y de poder gozar de todo lo que Dios quiere para el pueblo. Ya nos estaremos dando cuenta que para conseguir todo esto se requieren muchas cosas. Uno, es mantenerse leal, y dos seguir sirviendo ¿a quién? A Dios. Por eso próximamente —como lo dije al principio— veremos cómo vendrá el Tabernáculo a formar parte. Y eso lo veremos mañana.
Pero me he ido adelantando un poquito, porque alrededor de todas estas tribus hay muchos intereses, cada uno quiere su territorio porque les gusta más, o porque son grupos grandes, o porque eran solo mujeres o etcétera, etcétera. Hemos ido viendo todos los pequeños problemas, “ires y venires”, pero sobretodo lo que nos tenemos que dar cuenta es que Dios es un Dios fiel, que es un Dios que cumple sus promesas, que tú y yo podemos clamar en las promesas que Yahvé ha hecho para nuestra vida. Y eso se nos va dando. Hoy vamos a pedir al Señor que lo que hemos recibido, que ha venido a hacer parte de su promesa, de no dejarnos solos, de no abandonarnos, lo podamos valorar, también lo podamos compartir. Pero, sobre todo, que lo sepamos cuidar como ese regalo que es para nosotros. Que podamos siempre decirle a Dios: “Aquí estamos y queremos seguir haciendo tu trabajo. No queremos hacer algo diferente, sino que queremos hacer lo que Tú nos has pedido”. Que no dejemos que nada ni nadie nos aleje del amor de Dios y que no perdamos de nuestro lente que lo que Dios nos ha dado es para nuestro servicio, pero también para compartirlo con los demás.
Pidamos, que más que nunca, que podemos repartir nuestros bienes para que otros también puedan tener, porque la herencia era para todos, no para unos cuantos. Que todos tengamos oportunidades de adquirir nuestros hogares, de adquirir nuestra educación, de adquirir las cosas básicas. Que nadie se quede con las manos vacías.
ORACIÓN FINAL
Y antes de despedirme, por favor no se olviden de orar por mí para que siga siendo fiel a este ministerio que se me ha confiado, para que pueda vivir con fe lo que leo, lo que comparto con ustedes, para que pueda enseñar la verdad y para que pueda cumplir lo enseñado. Y que la bendición de Dios Todopoderoso que es Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y los acompañe siempre. Que Dios los bendiga.
PARA MEDITAR
Fray Sergio nos invita hoy a compartir con los demás para que otros puedan tener también. Pídele al Espíritu Santo que te ilumine y te inspire en qué apostolados de ayuda a los más necesitados te puedes involucrar en tu comunidad.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
Sal 130, 3
370 Dios no es, en modo alguno, a imagen del hombre. No es ni hombre ni mujer. Dios es espíritu puro, en el cual no hay lugar para la diferencia de sexos. Pero las "perfecciones" del hombre y de la mujer reflejan algo de la infinita perfección de Dios: las de una madre (cf. Is 49,14-15; 66,13; Sal 131,2-3) y las de un padre y esposo (cf. Os 11,1-4; Jr 3,4-19).
Sal 130, 14
2559 “La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes” (San Juan Damasceno, Expositio fidei, 68 [De fide orthodoxa 3, 24]). ¿Desde dónde hablamos cuando oramos? ¿Desde la altura de nuestro orgullo y de nuestra propia voluntad, o desde “lo más profundo” (Sal 130, 1) de un corazón humilde y contrito? El que se humilla es ensalzado (cf. Lc 18, 9-14). La humildad es la base de la oración. “Nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm 8, 26). La humildad es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el hombre es un mendigo de Dios (San Agustín, Sermo 56, 6, 9).
(Todas las citas están tomadas del Catecismo de la Iglesia Católica disponible en línea en el sitio web del Vaticano. https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html)