Día 56: El rito de los celos

INTRODUCCIÓN

Continuamos con estos lindos capítulos de Números, Deuteronomio, ambos en el capítulo 5. Y además hoy tendremos el Salmo 90. Cosas increíbles las que vamos a leer hoy, sobre todo en Números. Y es cómo hay personas que se separan del grupo. Hay un mandamiento para separarlos a ellos. Y lo podemos entender también como lo que Yahvé pide al pueblo cuando hay pecado: que nos separemos del pecado que nos separa. Dios hoy de una manera clara manda que los hijos de Israel echen del campamento a todo el que esté leproso, a todos los que tengan flujos y que estén contaminados con algún muerto. Y tal vez esto no indica que esa persona sea pecadora, pero sí nos muestra cuáles son los efectos del pecado. Y nos lo recuerda: que son la impureza, que son la muerte.


Y algunos incluso se atreven a pensar que, con esta parte de los Números 5, se da como la idea de que hay que crear un hospital donde todos aquellos que están enfermos, que tengan algo que se pueda contagiar, se tienen que poner en un lugar aparte - una sala particular - y tal vez tener un tratamiento especial, un tratamiento médico, tal vez. Y no es que estas enfermedades hagan que una persona considerada como pecadora. Pero se asumía esto tal vez en algunos momentos de manera errónea. Y, pues, esa lepra, como lo dije antes, o las secreciones del cuerpo o encontrarse con un difunto, lo dije antes, pero lo quiero repetir, son efectos que nos recuerdan el pecado. Y, entonces, con esto Yahvé lo que quiere decirle a Israel es: “Oye, tú debes de separarte de todo lo que se parezca o te acerque al pecado porque ahora tú vas a marchar a la Tierra Prometida”.


Y creo que esto es una analogía para nosotros el día de hoy, que, aunque nosotros queramos caminar hacia la Tierra Prometida, tenemos que dejarnos organizar y ordenar por Dios y tratar de buscar una vida en la pureza. Por eso, en el bautismo nos visten de blanco y nos dicen que, a través de las enseñanzas y consejos de nuestros padres y padrinos, que nos mantengamos puros hasta que nos llegue el momento de encontrarnos cara a cara con Dios. Así que hay cosas muy lindas el día de hoy.

Como lo dije, estaremos leyendo Números, capítulo 5; Deuteronomio, capítulo 5; Salmo 90. Este es el día 56. Empecemos.


ORACIÓN INICIAL

Padre de amor y misericordia, tú que haces elocuente la lengua de los niños, educa también la mía e infunde en mis labios la gracia de tu bendición, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Y a ti te invito para que pidas al Espíritu Santo, que abra nuestra mente y nuestro corazón para que podamos gozar de la Palabra de Dios hoy en nuestras vidas, sobre todo cuando nos damos cuenta que podemos hacer restitución por nuestros pecados.


PUNTOS CLAVES

  • Qué lindo es que hoy podemos hacer cosas que nos pueden volver a acercar al Señor. Aunque nos alejemos porque el pecado nos contamina, porque hay cosas que contaminan nuestras vidas, hay ofrendas que son maravillosas y el Señor las recibe. Y, de esta manera, podemos entender que Dios quiere reconciliarse con nosotros y que nosotros solamente tenemos que hacer un poquito de sacrificio y decirle: “Señor, pues, queremos ofrecerte todo lo que somos, todo lo que tenemos para hacer las paces contigo”. Lo mismo que pueden hacer las paces los esposos.

  • Y que, Dios entiende que a veces hay momentos de debilidad, que podemos a veces fallar, tal vez con nuestros cuerpos, otras veces con nuestros corazones y, aunque intentemos ocultarlo, pues para Dios no hay nada oculto. Él está esperando siempre que nosotros nos arrepintamos y que demos ese paso de reconciliación, que podamos ofrecerle a Él un pequeño sacrificio.

  • Decirle: “Señor, sí, me equivoqué, pero sé que con tu ayuda y con tu favor puedo reconciliarme contigo. Quiero volver a entrar a tu presencia, Señor. Así que, sana mi vida, sáname de mi lepra, sáname de mi enfermedad, sáname de mis celos, sáname de mi aflicción. Ayúdame, Señor, en todos mis caminos para que pueda gozar de esa comunión contigo, para que pueda tener esa purificación en mi vida. Así que, Señor, quiero caminar lejos del pecado. Quiero creer más en ti. Quiero participar más en tu servicio, para que así mi vida se mantenga en rectitud, para que tú me bendigas al caminar y para que yo pueda vivir siempre consciente de que, aunque hay tentación, tú me puedes alejar del pecado. Tú me puedes ayudar a salir en victoria porque tú eres un rey de victoria. Tú eres un Dios maravilloso que quieres sanar y tocar nuestras vidas”.


  • ¿Qué tal esta linda oración para ti el día de hoy? ¿Que puedes decirle al Señor? Que estás listo porque, ¿quién no han fallado? Yo he fallado, tú has fallado. Y vemos, por ejemplo, en el Evangelio de Lucas cómo Zaqueo, aquel hombre que tal vez había fallado, ¿no? él dice: “Mira, Señor, si yo he fallado, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si le ha faltado a alguien se lo cuadriplico. ¿Qué tal?” ¿Qué tal que nosotros pudiéramos restituir todo el daño que hemos hecho a las personas que hemos ofendido, que les hemos quitado algo? ¿Qué tal que pudiéramos decir “realmente estoy arrepentido?”. Y puedo decirle a la gente: “Oye, lo siento. Te ofendí. Hice lo que no debía. Dije lo que no debía. Reaccioné demasiado fuerte. Mis palabras fueron más de lo que me imaginé”.

  • Y, por eso, hoy nos recuerdan los Diez Mandamientos para que nosotros nos confrontemos: ¿He hecho lo que Dios me ha pedido?, ¿puedo yo confrontarme con los Mandamientos y decir “Estoy perfectamente bien”? o puedo decir hoy “Señor, tal vez hoy tengo que arrepentirme porque te he fallado, también porque he traído tristeza a mi familia, a la gente que está a mi alrededor y definitivamente, Señor, quiero arrepentirme”. No tirar lágrimas de cocodrilo. Porque algunas personas creen que solamente con llorar un poquito y disculparse ya pueden seguir alegremente su camino. Pero esto es mucho más. Se trata de que yo tengo que rectificar lo que estuvo mal hecho, de que tengo que restituir un poco de lo que he tomado de los demás o de la ofensa o del dolor y la herida que he causado en otros.

  • Por eso, como católicos, nosotros confesamos nuestros pecados a Dios. Y debemos recordar que Él siempre nos da una pequeña “tareíta” para que nosotros podamos restituir, para que podamos hacer las cosas mejor.

  • Y por eso, en el Evangelio de Mateo en el capítulo 5 nos decían: “Ey, si tú tienes una ofrenda que hacer al Señor, pero no te has reconciliado, ve, deja la ofrenda, reconcíliate y después ven, y así podrás presentar tu ofrenda”. Así que, ¿por qué no vamos hoy a darnos la mano con los que estamos de pelea o que nos han ofendido? Decirles: “Ey, ya esto pasó, vamos a reconciliarnos y vamos a solucionarlo de manera perfecta para que tú y yo podamos acercarnos a ese Dios misericordioso, a ese Dios que es lleno de amor por cada uno de nosotros”.

  • Así que dejemos de sufrir por nuestros pecados y más bien produzcamos más alegría, más satisfacción en el Señor porque hay mucha alegría cuando hay reconciliación. Cuando somos humildes y decimos: “Sí, Señor, me equivoqué”, o “hermano, me equivoqué”, o “amigo, me equivoqué. Y me equivoqué porque no obedecí a Dios, pero estoy siendo obediente y hoy vengo a presentar mi disculpa, porque no sólo quiero reconciliarme contigo, sino quiero reconciliarme también con Dios”.

  • ¡Qué lindo este día! Podemos hacer un alto y decir: “Hay cosas que tengo que corregir, hay cosas que tengo que mejorar”. Y, por eso, Dios nos regaló hoy estos lindos momentos de recordar los Mandamientos.

  • Digámosle al Señor que queremos que nos mire con misericordia, que nos mire con ese amor que Él siempre ha tenido con nosotros y de esta manera, sentiremos que nos protege y podremos exponerle a Él nuestros pecados. Y decirle: “Señor, ahí los tienes, te los entregamos porque son míos. Yo tomé esta decisión y, bueno, me equivoqué. Así que te los entrego y tú puedes sanarme, tú puedes limpiarme, tú puedes hacerme una nueva criatura”. Y pidamos todo esto a través del Espíritu Santo que fue el gran regalo que Jesús nos dio.


ORACIÓN FINAL

Pero, bueno, ya quiero pedirles a ustedes una vez más que, por favor, oren por mí. Que por favor, le digan al Señor que me ayude para que yo siga siendo fiel a este ministerio que me ha confiado, para que yo también pueda vivir con fe todo lo que leo y lo que enseño, para que siempre pueda enseñar la verdad y sobre todo que yo también pueda cumplir todo lo que leo y trato de enseñarles a ustedes. Y que la bendición de Dios todopoderoso que es Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y los acompañe siempre. Que Dios los bendiga.


PARA MEDITAR

  • Fray Sergio nos propone hoy esta bella oración de sanación interior y perdón:

    “Señor, me equivoqué, pero sé que con tu ayuda y con tu favor puedo reconciliarme contigo. Quiero volver a entrar a tu presencia, Señor. Así que, sana mi vida, sáname de mi lepra, sáname de mi enfermedad, sáname de mis celos, sáname de mi aflicción. Ayúdame, Señor, en todos mis caminos para que pueda gozar de esa comunión contigo, para que pueda tener esa purificación en mi vida. Así que, Señor, quiero caminar lejos del pecado. Quiero creer más en ti. Quiero participar más en tu servicio, para que así mi vida se mantenga en rectitud, para que tú me bendigas al caminar y para que yo pueda vivir siempre consciente de que, aunque hay tentación, tú me puedes alejar del pecado. Tú me puedes ayudar a salir en victoria porque Tú eres un rey de victoria. Tú eres un Dios maravilloso que quieres sanar y tocar nuestras vidas”.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

Dt 5, 2

2060 El don de los mandamientos de la ley forma parte de la Alianza sellada por Dios con los suyos. Según el libro del Éxodo, la revelación de las “diez palabras” es concedida entre la proposición de la Alianza (cf. Ex 19) y su ratificación (cf. Ex 24), después que el pueblo se comprometió a “hacer” todo lo que el Señor había dicho y a “obedecerlo” (Ex 24, 7). El Decálogo no es transmitido sino tras el recuerdo de la Alianza (“el Señor, nuestro Dios, estableció con nosotros una alianza en Horeb”: Dt 5, 2).

Dt 5, 4

2059 Las “diez palabras” son pronunciadas por Dios dentro de una teofanía (“el Señor os habló cara a cara en la montaña, en medio del fuego”: Dt 5, 4). Pertenecen a la revelación que Dios hace de sí mismo y de su gloria. El don de los mandamientos es don de Dios y de su santa voluntad. Dando a conocer su voluntad, Dios se revela a su pueblo.

Dt 5, 6-22

2056 La palabra “Decálogo” significa literalmente “diez palabras” (Ex 34, 28; Dt 4, 13; 10, 4). Estas “diez palabras” Dios las reveló a su pueblo en la montaña santa. Las escribió “con su Dedo” (Ex 31, 18), a diferencia de los otros preceptos escritos por Moisés (cf. Dt 31, 9.24). Constituyen palabras de Dios en un sentido eminente. Son transmitidas en los libros del Éxodo (cf. Ex 20, 1-17) y del Deuteronomio (cf. Dt 5, 6-22). Ya en el Antiguo Testamento, los libros santos hablan de las “diez palabras” (cf. por ejemplo, Os 4, 2; Jr 7, 9; Ez 18, 5-9); pero su pleno sentido será revelado en la nueva Alianza en Jesucristo.

Dt 5, 6-9

2083 Jesús resumió los deberes del hombre para con Dios en estas palabras: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” (Mt 22, 37; cf. Lc 10, 27: “...y con todas tus fuerzas”). Estas palabras siguen inmediatamente a la llamada solemne: “Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor” (Dt 6, 4).

Dios nos amó primero. El amor del Dios Único es recordado en la primera de las “diez palabras”. Los mandamientos explicitan a continuación la respuesta de amor que el hombre está llamado a dar a su Dios.

Dt 5, 6

431 En la historia de la salvación, Dios no se ha contentado con librar a Israel de "la casa de servidumbre" (Dt 5, 6) haciéndole salir de Egipto. Él lo salva además de su pecado. Puesto que el pecado es siempre una ofensa hecha a Dios (cf. Sal 51, 6), sólo Él es quien puede absolverlo (cf. Sal 51, 12). Por eso es por lo que Israel, tomando cada vez más conciencia de la universalidad del pecado, ya no podrá buscar la salvación más que en la invocación del nombre de Dios Redentor (cf. Sal 79, 9).

2061 Los mandamientos reciben su plena significación en el interior de la Alianza. Según la Escritura, el obrar moral del hombre adquiere todo su sentido en y por la Alianza. La primera de las “diez palabras” recuerda el amor primero de Dios hacia su pueblo:

«Como había habido, en castigo del pecado, paso del paraíso de la libertad a la servidumbre de este mundo, por eso la primera frase del Decálogo, primera palabra de los mandamientos de Dios, se refiere a la libertad: “Yo soy el Señor tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre”» (Ex 20, 2; Dt 5, 6) (Orígenes, In Exodum homilia 8, 1).

2133 “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt 6, 59).

Dt 5, 11

2141 El culto de las imágenes sagradas está fundado en el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios. No es contrario al primer mandamiento.

Dt 5, 12-15

2167 Dios llama a cada uno por su nombre (cf. Is 43, 1).

Dt 5, 12

2189 “Guardarás el día del sábado para santificarlo” (Dt 5, 12). “El día séptimo será día de descanso completo, consagrado al Señor” (Ex 31, 15).

Dt 5, 15

2057 El Decálogo se comprende ante todo cuando se lee en el con texto del Éxodo, que es el gran acontecimiento liberador de Dios en el centro de la antigua Alianza. Las “diez palabras”, bien sean formula das como preceptos negativos, prohibiciones, o bien como mandamientos positivos (como “honra a tu padre y a tu madre”), indican las condiciones de una vida liberada de la esclavitud del pecado. El Decálogo es un camino de vida:

«Si [...] amas a tu Dios, si sigues sus caminos y guardas sus mandamientos, sus preceptos y sus normas, vivirás y te multiplicarás» (Dt 30, 16).

Esta fuerza liberadora del Decálogo aparece, por ejemplo, en el mandamiento del descanso del sábado, destinado también a los extranjeros y a los esclavos:

«Acuérdate de que fuiste esclavo en el país de Egipto y de que tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y con tenso brazo» (Dt 5, 15).

2170 La Escritura ve también en el día del Señor un memorial de la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto: “Acuérdate de que fuiste esclavo en el país de Egipto y de que el Señor tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y tenso brazo; por eso el Señor tu Dios te ha mandado guardar el día del sábado” (Dt 5, 15).

Dt 5, 16

2196 En respuesta a la pregunta que le hacen sobre cuál es el primero de los mandamientos, Jesús responde: «El primero es: “Escucha Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No existe otro mandamiento mayor que éstos» (Mc 12, 29-31).

El apóstol san Pablo lo recuerda: «El que ama al prójimo ha cumplido la ley. En efecto, lo de: no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud» (Rm 13, 8-10).

2200 El cumplimiento del cuarto mandamiento lleva consigo su recompensa: “Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar” (Ex 20, 12; Dt 5, 16). La observancia de este mandamiento procura, con los frutos espirituales, frutos temporales de paz y de prosperidad. Y al contrario, la no observancia de este mandamiento entraña grandes daños para las comunidades y las personas humanas.

2247 “Honra a tu padre y a tu madre” (Dt 5,16; Mc 7,10).

Dt 5, 17

2330 “Bienaventurados los que construyen la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5, 9).

Dt 5, 19

2400 El adulterio y el divorcio, la poligamia y la unión libre son ofensas graves a la dignidad del matrimonio.

2450 “No robarás” (Dt 5, 19). “Ni los ladrones, ni los avaros [...], ni los rapaces heredarán el Reino de Dios” (1Co 6, 10).

Dt 5, 21

2533 La pureza del corazón requiere el pudor, que es paciencia, modestia y discreción. El pudor preserva la intimidad de la persona.

Dt 5, 22

2058 Las “diez palabras” resumen y proclaman la ley de Dios: “Estas palabras dijo el Señor a toda vuestra asamblea, en la montaña, de en medio del fuego, la nube y la densa niebla, con voz potente, y nada más añadió. Luego las escribió en dos tablas de piedra y me las entregó a mí” (Dt 5, 22). Por eso estas dos tablas son llamadas “el Testimonio” (Ex 25, 169, pues contienen las cláusulas de la Alianza establecida entre Dios y su pueblo. Estas “tablas del Testimonio” (Ex 31, 18; 32, 15; 34, 29) se debían depositar en el “arca” (Ex 25, 16; 40, 1-2).

(Todas las citas están tomadas del Catecismo de la Iglesia Católica disponible en línea en el sitio web del Vaticano. https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html)

COMENTARIOS ADICIONALES

Discurso del Santo Padre Francisco a los participantes en la Plenaria del Consejo Pontificio para la Familia. Sala Clementina. Viernes 25 de octubre de 2013.


"[L]a familia se funda en el matrimonio. A través de un acto de amor libre y fiel, los esposos cristianos testimonian que el matrimonio, en cuanto sacramento, es la base sobre la que se funda la familia y hace más sólida la unión de los cónyuges y su donación recíproca. El matrimonio es como si fuera un primer sacramento del humano, donde la persona se descubre a sí misma, se auto-comprende en relación con los demás y en relación con el amor que es capaz de recibir y de dar. El amor esponsal y familiar revela también claramente la vocación de la persona a amar de modo único y para siempre, y que las pruebas, los sacrificios y las crisis de la pareja como de la propia familia representan pasos para crecer en el bien, en la verdad y en la belleza. En el matrimonio la donación es completa, sin cálculos ni reservas, compartiendo todo, dones y renuncias, confiando en la Providencia de Dios. Es ésta la experiencia que los jóvenes pueden aprender de los padres y de los abuelos. Es una experiencia de fe en Dios y de confianza recíproca, de libertad profunda, de santidad, porque la santidad supone donarse con fidelidad y sacrificio cada día de la vida. Pero hay problemas en el matrimonio. Siempre distintos puntos de vistas, celos, se pelea. Pero hay que decir a los jóvenes esposos que jamás acaben la jornada sin hacer las paces entre ellos. El Sacramento del matrimonio se renueva en este acto de paz tras una discusión, un malentendido, unos celos escondidos, también un pecado. Hacer la paz que da unidad a la familia; y esto decirlo a los jóvenes, a las jóvenes parejas, que no es fácil ir por este camino, pero es muy bello este camino, muy bello. Hay que decirlo."

(Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el día 25 de febrero de 2022.

https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2013/october/documents/papa-francesco_20131025_plenaria-famiglia.html)