Día 64: Castigo por violar sabbat

INTRODUCCIÓN

Continuamos con nuestro libro de Números y Deuteronomio. Cosas importantes y hermosas están pasando estos días. Vemos que hay sacrificios, que se describe la ofrenda y sobre todo hoy vamos a ver que el producto del trabajo, de la tierra, se le tiene que dedicar a Dios. Lo veremos tanto en el capítulo 15 como en el 18 y además de las ofrendas que ya habíamos descrito anteriormente, vamos a ver que los israelitas deben ofrecer a Dios siempre los primeros frutos maduros de todo lo que ellos cultiven, de lo que hay en su tierra. Esto lo exploraremos más en el capítulo 18 de Números. Hay que reconocer que Dios es el dueño de todo. Es el soberano de todo. A Él le pertenecen todas las cosas. Así que el producto de la tierra, es más, la misma gente, el mismo pueblo, no se pertenecen a sí mismo sino que pertenecen al Señor.

Las personas deben traer las primicias al altar, reconocer que le pertenecemos a Dios, que Él es nuestro dueño. No solamente ofrecerle las cosas, sino traer las primicias y el resto del producto y decir: “Señor, respetamos que Tú eres nuestro Dios y todo esto es tuyo. Tenemos la esperanza de que Tú las bendiga, y que multiplique es nuestra productividad y que multiplique nuestro trabajo y que multiplique nuestro recursos.”


También tenemos que reconocer que las ofrendas y los sacrificios son diferentes. Unas son donaciones y otras son ofrendas que hacemos por el trabajo hacia Dios. Hoy aprenderemos cosas interesantísimas y después entraremos a ver el Deuteronomio. El Deuteronomio es bastante complicado, hablamos un poquito lo que es la esclavitud y por qué se permitía la esclavitud en el Antiguo Testamento. Lo cual va a generar una cantidad de debates y vamos a ver que hay una gran diferencia entre lo que nosotros conocemos como esclavitud, por lo menos que hemos vivido en este continente Americano y algo diferente lo que es considerado esclavitud en el Antiguo Testamento. Hoy estaremos leyendo Números capítulo 15, Deuteronomio 13 y 14 y el Salmo 96. Este es el Día 64 ¡Empecemos!


ORACIÓN INICIAL

Padre de amor y misericordia, Tú que haces elocuente la lengua de los niños, educa también la mía e infunde en mis labios la gracia de tu bendición. Padre, Hijo y Espíritu Santo


Y a ti te invito para que pidas al Espíritu Santo que abra nuestra mente y nuestro corazón para que podamos gozar de la palabra de Dios hoy en nuestras vidas


PUNTOS CLAVE

  • Continuamos con estos capítulos tan hermosos que nos trae el libro de Números. Veíamos como Dios nos habla de lo que se le debe ofrecer. Siempre a Dios ofreciendo nuestras primicias. No podemos ofrecer cualquier cosa, tenemos que ofrecer a Dios lo mejor que tenemos. Qué lindo es cuando abrimos nuestro corazón y le decimos: “Señor aquí estoy, te ofrezco lo que soy. Porque, ¿qué más te puedo ofrecer, si no soy yo mismo?”


  • Hoy veíamos que la asamblea y las personas pueden ofrecer siempre un sacrificio para arreglar los problemas que se les ha olvidado delante Dios, cuando han cumplido sus preceptos, cuando simplemente por inadvertencia no los cumplieron. Así que, es un Dios que nos da una y otra oportunidad.


  • Lo que a Dios no le gusta es que el día de descanso, el día dedicado al Señor, se nos olvide.A veces se nos olvida porque hay un partido, porque hay un paseo, porque hay tantas cosas; y el Señor nos dice: “Es bastante importante. Así que te pido que te concentres, que lo hagas, que no te olvides que te corresponde.” Hay cosas que nos corresponde hacer y a veces nos hacemos los olvidadizos con el Señor.


  • También en el libro de los Números hemos visto que a Dios no se le ofrece cualquier cosa sino siempre lo mejor. Por eso lo que se le ofreció a Dios como el mejor sacrificio fue su propio Hijo, a Dios hecho hombre, a Dios que estaba purificado, que se entrega por la salvación tuya y por la salvación mía.


  • Deuteronomio 13 y 14 nos dan grandes regalos también ¿Cómo podríamos imaginarnos nosotros un Dios que no fuera celoso? Que nos dice: “Oye, ten cuidado. Hay cosas que los pueden distraer. No te dejes llevar por dioses extraños. No te dejes llevar porque parece atractivo. Más bien, preséntame a mi tu diezmo, entrégame a mí lo que me corresponde, porque Yo Soy tu Dios y estoy listo para ayudarte.”


  • Mañana veremos lo que les decía al principio este programa, que hay esclavitud. Pero es la esclavitud de manera diferente. Ya lo entenderemos mejor porque nuestro Dios es un Dios de libertad, es un Dios que viene a dar libertad a los cautivos. No es un Dios que viene a oprimir. Por eso hoy en el capítulo 14 el Deuteronomio nos decía Señor que tenemos que abrigar nuestro corazón cosas buenas, no pensamientos perversos. Que tenemos que dar la remisión a todos aquellos que de alguna manera están con nosotros sirviéndonos para pagarnos una deuda. Que no podemos aprovecharnos de ellos. Porque se acostumbraba que cuando había una deuda la persona se donara como esclava para redimirse, y servía y al año séptimo pues salía libre. Que el Señor nos ayude a poner las cosas en orden y obedezcamos realmente en nuestro corazón todas estas normas que Yahvé nos da.


ORACIÓN FINAL

Antes de irme quiero volverles a recordar que por favor, es importante que oremos los unos por los otros. Así que tú ora por mí y yo oro por ti. Para que yo pueda seguir siendo fiel a este ministerio que se me ha confiado, para que pueda vivir con fe lo que leo y lo que comparto con ustedes, para que pueda enseñar la verdad y para que pueda cumplir lo que he enseñado. Que la bendición de Dios Todopoderoso que es Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre cada uno de ustedes y permanezca para siempre ¡Que Dios los bendiga!


PARA MEDITAR

  • El Señor prescribe en los mandamientos que guardemos un día de reposo. Reflexiona en tu dedicación al trabajo: ¿Le das la importancia necesaria a períodos de descanso para estar con tu familia y también para asistir a misa todos los Domingos y fiestas de precepto?

  • Si has faltado a la obligación de asistir a misa el Domingo sin una causa grave (por enfermedad, el cuidado de niños pequeños o de personas enfermas), necesitas acercarte al sacramento de Reconciliación pues esto constituye una falta contra el 3er Mandamiento.


CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA


Nm 15, 22-30

La gravedad del pecado: pecado mortal y venial


1854 “Conviene valorar los pecados según su gravedad. La distinción entre pecado mortal y venial, perceptible ya en la Escritura (cf 1Jn 5, 16-17) se ha impuesto en la tradición de la Iglesia. La experiencia de los hombres la corroboran.”


1855 El pecado mortal destruye la caridad en el corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios; aparta al hombre de Dios, que es su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo un bien inferior.


El pecado venial deja subsistir la caridad, aunque la ofende y la hiere.


1856 El pecado mortal, que ataca en nosotros el principio vital que es la caridad, necesita una nueva iniciativa de la misericordia de Dios y una conversión del corazón que se realiza ordinariamente en el marco del sacramento de la Reconciliación:


«Cuando [...] la voluntad se dirige a una cosa de suyo contraria a la caridad por la que estamos ordenados al fin último, el pecado, por su objeto mismo, tiene causa para ser mortal [...] sea contra el amor de Dios, como la blasfemia, el perjurio, etc., o contra el amor del prójimo, como el homicidio, el adulterio, etc [...] En cambio, cuando la voluntad del pecador se dirige a veces a una cosa que contiene en sí un desorden, pero que sin embargo no es contraria al amor de Dios y del prójimo, como una palabra ociosa, una risa superflua, etc., tales pecados son veniales» (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 1-2, q. 88, a. 2, c).


1857 Para que un pecado sea mortal se requieren tres condiciones: “Es pecado mortal lo que tiene como objeto una materia grave y que, además, es cometido con pleno conocimiento y deliberado consentimiento” (RP 17).


1858 La materia grave es precisada por los Diez mandamientos según la respuesta de Jesús al joven rico: “No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes testimonio falso, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre” (Mc 10, 19). La gravedad de los pecados es mayor o menor: un asesinato es más grave que un robo. La cualidad de las personas lesionadas cuenta también: la violencia ejercida contra los padres es más grave que la ejercida contra un extraño.


1859 El pecado mortal requiere plena conciencia y entero consentimiento. Presupone el conocimiento del carácter pecaminoso del acto, de su oposición a la Ley de Dios. Implica también un consentimiento suficientemente deliberado para ser una elección personal. La ignorancia afectada y el endurecimiento del corazón (cf Mc 3, 5-6; Lc 16, 19-31) no disminuyen, sino aumentan, el carácter voluntario del pecado.


1860 La ignorancia involuntaria puede disminuir, y aún excusar, la imputabilidad de una falta grave, pero se supone que nadie ignora los principios de la ley moral que están inscritos en la conciencia de todo hombre. Los impulsos de la sensibilidad, las pasiones pueden igualmente reducir el carácter voluntario y libre de la falta, lo mismo que las presiones exteriores o los trastornos patológicos. El pecado más grave es el que se comete por malicia, por elección deliberada del mal.


Nm 15, 32-36

El día del Señor


2168 El tercer mandamiento del Decálogo proclama la santidad del sábado: “El día séptimo será día de descanso completo, consagrado al Señor” (Ex 31, 15).


2171 Dios confió a Israel el sábado para que lo guardara como signo de la alianza inquebrantable (cf Ex 31, 16). El sábado es para el Señor, santamente reservado a la alabanza de Dios, de su obra de creación y de sus acciones salvíficas en favor de Israel.


2174 Jesús resucitó de entre los muertos “el primer día de la semana” (Mt 28, 1; Mc 16, 2; Lc 24, 1; Jn 20, 1). En cuanto es el “primer día”, el día de la Resurrección de Cristo recuerda la primera creación. En cuanto es el “octavo día”, que sigue al sábado (cf Mc 16, 1; Mt 28, 1), significa la nueva creación inaugurada con la resurrección de Cristo. Para los cristianos vino a ser el primero de todos los días, la primera de todas las fiestas, el día del Señor (Hè kyriakè hèmera, dies dominica), el “domingo”:


«Nos reunimos todos el día del sol porque es el primer día [después del sábado judío, pero también el primer día], en que Dios, sacando la materia de las tinieblas, creó al mundo; ese mismo día, Jesucristo nuestro Salvador resucitó de entre los muertos» (San Justino, Apologia, 1,67).


2175 El domingo se distingue expresamente del sábado, al que sucede cronológicamente cada semana, y cuya prescripción litúrgica reemplaza para los cristianos. Realiza plenamente, en la Pascua de Cristo, la verdad espiritual del sábado judío y anuncia el descanso eterno del hombre en Dios. Porque el culto de la ley preparaba el misterio de Cristo, y lo que se practicaba en ella prefiguraba algún rasgo relativo a Cristo (cf 1Co 10, 11):


«Los que vivían según el orden de cosas antiguo han pasado a la nueva esperanza, no observando ya el sábado, sino el día del Señor, en el que nuestra vida es bendecida por Él y por su muerte» (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Magnesios, 9, 1).


2176 La celebración del domingo cumple la prescripción moral, inscrita en el corazón del hombre, de “dar a Dios un culto exterior, visible, público y regular bajo el signo de su bondad universal hacia los hombres” (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 122, a. 4). El culto dominical realiza el precepto moral de la Antigua Alianza, cuyo ritmo y espíritu recoge celebrando cada semana al Creador y Redentor de su pueblo.


2180 El mandamiento de la Iglesia determina y precisa la ley del Señor: “El domingo y las demás fiestas de precepto los fieles tienen obligación de participar en la misa” (CIC can. 1247). “Cumple el precepto de participar en la misa quien asiste a ella, dondequiera que se celebre en un rito católico, tanto el día de la fiesta como el día anterior por la tarde” (CIC can. 1248, §1).


2181 La Eucaristía del domingo fundamenta y confirma toda la práctica cristiana. Por eso los fieles están obligados a participar en la Eucaristía los días de precepto, a no ser que estén excusados por una razón seria (por ejemplo, enfermedad, el cuidado de niños pequeños) o dispensados por su pastor propio (cf CIC can. 1245). Los que deliberadamente faltan a esta obligación cometen un pecado grave.”


Sal 96, 2

2143 Entre todas las palabras de la Revelación hay una, singular, que es la revelación de su Nombre. Dios confía su Nombre a los que creen en Él; se revela a ellos en su misterio personal. El don del Nombre pertenece al orden de la confidencia y la intimidad. “El nombre del Señor es santo”. Por eso el hombre no puede usar mal de él. Lo debe guardar en la memoria en un silencio de adoración amorosa (cf. Za 2, 17). No lo empleará en sus propias palabras, sino para bendecirlo, alabarlo y glorificarlo (cf. Sal 29, 2; 96, 2; 113, 1-2).


(Todas las citas están tomadas del Catecismo de la Iglesia Católica disponible en línea en el sitio web del Vaticano. https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html)