Día 42: La sangre de la Alianza

Evento clave 21: Alianza con Moisés (Éxodo 24)

En el monte Sinaí, Dios establece una alianza con Israel a través de Moisés. Esta alianza se sella con un sacrificio cuando Moisés dice: “Esta es la sangre de la alianza” (Ex 24, 8 ). Jesús usa las mismas palabras en la Última Cena, ofreciéndose a sí mismo como el sacrificio que sella la Nueva Alianza.

INTRODUCCIÓN

Hoy seguimos con el capítulo 24 que es muy importante porque hoy se sella la alianza con la sangre del sacrificio. Después veremos lo que son las prescripciones, cómo debe ser todo medidas, etcétera, etcétera. Hoy es un capítulo que de verdad merece la pena que le demos toda nuestra atención porque el Señor llama a Moisés desde la montaña y los israelitas se comprometen con Yahvé que van a ser obedientes. Van a poder apreciar que la gloria de Dios aparece delante de ellos. Aaron y Jur quedan a cargo del pueblo durante la ausencia de Moisés y se hace este ritual que va a confirmar la alianza y el pueblo declara diciendo: "Cumpliremos todas las palabras que ha dicho Yahvé." Ese es el verso 3ero del capítulo que estaremos leyendo hoy y después de ofrecer este sacrificio Moisés viene, toma la sangre, la pone sobre el altar, sobre la gente y tiene unas palabras que son claves hoy, dice: "Esta es la sangre de la alianza que Yahvé ha hecho con ustedes." De acuerdo con estas palabras entonces todo se empieza a desarrollar de aquí para abajo y por eso llamamos a este, El Libro de La Alianza, es decir el libro de la ley y el pueblo proclama solemnemente y dice una y otra vez: "Obedeceremos y haremos todo cuanto ha dicho Yahvé”.

Hay que tener cuidado con lo que decimos a veces, porque esto obligó a Israel bajo juramento a cumplir su parte de la alianza y queda sellada. Esta alianza con ese banquete sagrado que se dan en presencia de Dios, donde están Moisés, Aarón, los hijos de Aarón, los 70 ancianos de Israel, y todos ellos vieron a Dios. Después de eso comieron y bebieron. Jesús también se sentó con sus discípulos para mostrarles lo que iba a ser la nueva alianza. ¡Que hermoso! También les dio el mandamiento del amor.

Hoy vemos aquí como se ha dado el Decálogo y todas las demás leyes que van a seguir los hebreos. También da algunas instrucciones en los próximos capítulos de cómo será todo, cómo será el tabernáculo, los muebles, el ritual, cómo ordenar a los sacerdotes. En fin, preparémonos porque esto cada vez se pone más interesante pero no nos olvidemos que hoy es acerca de la legislación social que ha comenzado desde el capítulo 21, que hoy viene a su fin.

Hemos comprobado que la ley de Moisés es mucho más que los 10 mandamientos, y que esta legislación abarca mucho terreno y es así como se empieza hablando incluso desde cómo adorar. Llegaremos hasta cómo se usa el tabernáculo y mucho más. Estaremos leyendo como lo dije en este capítulo 24 del Éxodo. También leeremos Levítico, capítulos 17 y 18. Terminaremos hoy con el Salmo 78. Este es el día 42.


ORACIÓN INICIAL

Padre de Amor y Misericordia, Tú qué haces elocuente la lengua de los niños, educa también la mía e infunde en mis labios la gracia de tu bendición, Padre, Hijo y Espíritu Santo. A ti que estás escuchando, pide para que el Espíritu Santo abra nuestra mente, nuestro corazón para que podamos gozar de la Palabra de Dios hoy en nuestras vidas.


PUNTOS CLAVES

  • Quedé como en shock después de este hermoso Salmo, que nos va narrando toda esta historia de la salvación. Vemos como Dios siempre ha escuchado a su pueblo, como quiere enseñarle, como ésta siempre prestando su oído para escuchar. Aunque nosotros lo hemos oído y hemos aprendido de Él, a veces nos hacemos los sordos y hacemos lo que queremos. Hemos visto esta obra que Dios ha hecho. Como da de comer en el desierto, como los saca y la gente lo reconoce y dice: “No hay un Dios como el nuestro!” Pero de qué sirve reconocerlo, si le damos la espalda todo el tiempo. De qué sirve reconocerlo si no queremos hacer lo que él nos pide.


  • Es algo fuerte, las lecturas del día de hoy. Por eso Dios que quiere vivir en medio de su pueblo, va educando cómo se debe vivir, y si alguien falla educa cómo puede arreglar esta falla. Cómo puede transmitir una mejor enseñanza a sus hijos, cómo enseñarles a no caer en los mismos errores. Esto es increíble, hoy Dios sella ese pacto y todos dicen: “¡Si vamos a obedecer! ¡Vamos a creer!” ¿No te ha pasado a ti lo mismo? A mí me pasa, le prometo muchas cosas a Dios y le digo: “Voy a cambiar”. Me comprometo, lo hago por una semana o dos y después ya ni me acuerdo que le prometí a Dios. A veces le fallo, pero Dios es compasivo y misericordioso. Me invita a que no me engañe a mí mismo, a que no engañe a los demás, ni a mi vecino, ni a nadie. Sino que me dice ̈Oye, pórtate bien, aquí está la manera cómo puedes enderezar tu camino¨. ¿Te ha pasado a ti lo mismo? ¿Qué opinas? Porque este día es muy importante.


  • Dios nos enseña que podemos vivir bajo la ley, pero es una ley que está llena de amor. Porque si cumplimos las normas de Dios podemos evitar engañarnos a nosotros mismos, engañarlo a Él, engañar a los demás. Si decimos que no tenemos pecado, nos estamos engañando a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Esto nos va a recordar más adelante el evangelio de Juan, que debemos ser verdad para nosotros mismos, para poder ser verdad para los demás. No podemos engañarnos. Así que, si decimos que queremos seguir a Dios, tenemos que obedecer sus mandatos.


  • Tenemos que acordarnos que Él tiene un pacto con los hombres y que nos hemos comprometido. Digamos: “Sí, Señor, te vamos a seguir. Vamos a creer en ti.” Por eso es que hoy se ha cerrado este pacto, se ha concluido la sección, que es de todas estas leyes, que como lo dije antes, comenzó en el capítulo 21 y que se extendía hasta el día de hoy. Y de esta manera ayuda a la sociedad a vivir de una manera ordenada, a encontrar que en Dios hay un orden y con ese orden hay armonía y con esa armonía hay beneficio para todos. Más adelante estaremos descubriendo cómo Jesús va a venir a ser lo mismo, un sello con su sangre, que nos va a salvar. Él nos quiere conducir a través de su gracia y nos va conducir por todo el sendero de nuestra vida, por todo nuestro caminar con Él.


  • Algo que es muy hermoso, es que vamos a tener a alguien con quien caminar. Dios quiso caminar con su pueblo, lo escuchamos durante todo el Salmo el día de hoy, un Dios que camina con su pueblo, y ese Dios nos ha mandado a su Hijo para que esté con nosotros, para que no nos suelte de la mano. Pero a veces nosotros nos queremos soltar de la mano de Él. Pidámosle que no nos suelte, así nosotros seamos un poquito indiferentes porque ahora es Cristo que está aquí, Él está con nosotros y con su sangre nos quiere limpiar y purificar de todos nuestros pecados.


ORACIÓN FINAL

Como siempre te pido que por favor ores por mí para que sea fiel a este ministerio que se me ha confiado, para que también pueda vivir lo que leo y lo que comparto con ustedes, para que pueda enseñar siempre la verdad y para que pueda cumplir lo que he enseñado y que la bendición de Dios Todopoderoso que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y los acompañe siempre.


PARA MEDITAR

  • Hoy vimos que los israelitas se comprometieron a cumplir las leyes que Dios les dió. Reflexiona ¿Qué te está pidiendo Dios a ti para que vivas mejor tu fe? ¿Qué es lo que más te cuesta vivir de todo lo que el Señor te pide? Preséntale a Dios estas dificultades en oración y pídele la gracia de poder vencerlas.


CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

Ex 24, 7

2060 El don de los mandamientos de la ley forma parte de la Alianza sellada por Dios con los suyos. Según el libro del Éxodo, la revelación de las “diez palabras” es concedida entre la proposición de la Alianza (cf. Ex 19) y su ratificación (cf. Ex 24), después que el pueblo se comprometió a “hacer” todo lo que el Señor había dicho y a “obedecerlo” (Ex 24, 7). El Decálogo no es transmitido sino tras el recuerdo de la Alianza (“el Señor, nuestro Dios, estableció con nosotros una alianza en Horeb”: Dt 5, 2).


Ex 24, 8

La muerte de Cristo es el sacrificio único y definitivo

613 La muerte de Cristo es a la vez el sacrificio pascual que lleva a cabo la redención definitiva de los hombres (cf. 1 Co 5, 7; Jn 8, 34-36) por medio del "Cordero que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29; cf. 1 P 1, 19) y el sacrificio de la Nueva Alianza (cf. 1 Co 11, 25) que devuelve al hombre a la comunión con Dios (cf. Ex 24, 8) reconciliándole con Él por "la sangre derramada por muchos para remisión de los pecados" (Mt 26, 28; cf. Lv 16, 15-16).


Ex 24, 15-18

697 La nube y la luz. Estos dos símbolos son inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Desde las teofanías del Antiguo Testamento, la Nube, unas veces oscura, otras luminosa, revela al Dios vivo y salvador, tendiendo así un velo sobre la transcendencia de su Gloria: con Moisés en la montaña del Sinaí (cf. Ex 24, 15-18), en la Tienda de Reunión (cf. Ex 33, 9-10) y durante la marcha por el desierto (cf. Ex 40, 36-38; 1 Co 10, 1-2); con Salomón en la dedicación del Templo (cf. 1 R 8, 10-12). Pues bien, estas figuras son cumplidas por Cristo en el Espíritu Santo. Él es quien desciende sobre la Virgen María y la cubre "con su sombra" para que ella conciba y dé a luz a Jesús (Lc 1, 35). En la montaña de la Transfiguración es Él quien "vino en una nube y cubrió con su sombra" a Jesús, a Moisés y a Elías, a Pedro, Santiago y Juan, y «se oyó una voz desde la nube que decía: "Este es mi Hijo, mi Elegido, escuchadle"» (Lc 9, 34-35). Es, finalmente, la misma nube la que "ocultó a Jesús a los ojos" de los discípulos el día de la Ascensión (Hch 1, 9), y la que lo revelará como Hijo del hombre en su Gloria el Día de su Advenimiento (cf. Lc 21, 27).


2085 El Dios único y verdadero revela ante todo su gloria a Israel (cf. Ex 19, 16-25; 24, 15-18). La revelación de la vocación y de la verdad del hombre está ligada a la revelación de Dios. El hombre tiene la vocación de hacer manifiesto a Dios mediante sus obras humanas, en conformidad con su condición de criatura hecha “a imagen y semejanza de Dios” (Gn 1, 26):

«No habrá jamás otro Dios, Trifón, y no ha habido otro desde los siglos [...] sino el que ha hecho y ordenado el universo. Nosotros no pensamos que nuestro Dios es distinto del vuestro. Es el mismo que sacó a vuestros padres de Egipto “con su mano poderosa y su brazo extendido”. Nosotros no ponemos nuestras esperanzas en otro, (que no existe), sino en el mismo que vosotros: el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob» (San Justino, Dialogus cum Tryphone Iudaeo, 11, 1).


Lv 17, 14

2260 La alianza de Dios y de la humanidad está tejida de llamamientos a reconocer la vida humana como don divino y de la existencia de una violencia fratricida en el corazón del hombre:

«Y yo os prometo reclamar vuestra propia sangre [..] Quien vertiere sangre de hombre, por otro hombre será su sangre vertida, porque a imagen de Dios hizo él al hombre» (Gn 9, 5-6).

El Antiguo Testamento consideró siempre la sangre como un signo sagrado de la vida (cf. Lv 17, 14). La validez de esta enseñanza es para todos los tiempos.


Lv 18, 17-20

2398 La fecundidad es un bien, un don, un fin del matrimonio. Dando la vida, los esposos participan de la paternidad de Dios.



COMENTARIOS ADICIONALES

Concelebración Eucarística en la Solemnidad del Corpus Christi. Homilía de Su Santidad Benedicto XVI. Atrio de la basílica papal de San Juan de Letrán. Jueves 11 de junio de 2009


"Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre"


Estas palabras, que pronunció Jesús en la última Cena, se repiten cada vez que se renueva el sacrificio eucarístico. Las acabamos de escuchar en el evangelio de san Marcos, y resuenan con singular fuerza evocadora hoy, solemnidad del Corpus Christi. Nos llevan espiritualmente al Cenáculo, nos hacen revivir el clima espiritual de aquella noche cuando, al celebrar la Pascua con los suyos, el Señor anticipó, en el misterio, el sacrificio que se consumaría al día siguiente en la cruz. De este modo, la institución de la Eucaristía se nos presenta como anticipación y aceptación por parte de Jesús de su muerte. Al respecto escribe san Efrén Sirio: Durante la cena Jesús se inmoló a sí mismo; en la cruz fue inmolado por los demás (cf. Himno sobre la crucifixión 3, 1).


"Esta es mi sangre". Aquí es clara la referencia al lenguaje que se empleaba en Israel para los sacrificios. Jesús se presenta a sí mismo como el sacrificio verdadero y definitivo, en el cual se realiza la expiación de los pecados que, en los ritos del Antiguo Testamento, no se había cumplido nunca totalmente. A esta expresión le siguen otras dos muy significativas. Ante todo, Jesucristo dice que su sangre "es derramada por muchos" con una comprensible referencia a los cantos del Siervo de Dios, que se encuentran en el libro de Isaías (cf. Is 53). Al añadir "sangre de la alianza", Jesús manifiesta además que, gracias a su muerte, se cumple la profecía de la nueva alianza fundada en la fidelidad y en el amor infinito del Hijo hecho hombre; una alianza, por tanto, más fuerte que todos los pecados de la humanidad. La antigua alianza había sido sancionada en el Sinaí con un rito de sacrificio de animales, como hemos escuchado en la primera lectura, y el pueblo elegido, librado de la esclavitud de Egipto, había prometido cumplir todos los mandamientos dados por el Señor (cf. Ex 24, 3).

(Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el día 11 de febrero de 2022. hf_ben-xvi_hom_20090611_corpus-domini.html)


Audiencia General del Santo Padre Francisco. Miércoles, 31 de octubre de 2018.


Hoy quisiera completar la catequesis sobre la Sexta Palabra del Decálogo —«No cometerás adulterio»— evidenciando que el amor fiel de Cristo es la luz para vivir la belleza de la afectividad humana. De hecho, nuestra dimensión afectiva es una llamada al amor, que se manifiesta en la fidelidad, en la acogida y en la misericordia. Esto es muy importante. ¿El amor cómo se manifiesta? En la fidelidad, en la acogida y en la misericordia.


Pero no hay que olvidar que este mandamiento se refiere explícitamente a la fidelidad matrimonial y por lo tanto está bien reflexionar más a fondo sobre su significado esponsalicio. Este pasaje de la Escritura, este pasaje de la Carta de San Pablo es revolucionario. Pensar, con la antropología de aquel tiempo, y decir que el marido debe amar a la mujer como Cristo ama a la Iglesia: ¡es una revolución! Tal vez, en aquel tiempo, fue lo más revolucionario que se dijo sobre el matrimonio. Siempre en el camino del amor. Nos podemos preguntar: este mandamiento de fidelidad, ¿a quién está destinado? ¿Solo a los esposos? En realidad, este mandamiento es para todos, es una Palabra paternal de Dios dirigida a todos los hombres y mujeres.


Recordemos que el camino de la maduración humana es el recorrido mismo del amor que va desde recibir cuidado hasta la capacidad de ofrecer cuidado, desde recibir la vida hasta la capacidad de dar la vida. Convertirse en hombres y mujeres adultos quiere decir llegar a vivir la actitud nupcial y paterna, que se manifiesta en las varias situaciones de la vida como la capacidad de asumir el peso de otra persona y amarla sin ambigüedad. Es, por lo tanto, una actitud global de la persona que sabe asumir la realidad y sabe entablar una relación profunda con los demás.


¿Quién es, por tanto, el adúltero, el lujurioso, el infiel? Es una persona inmadura, que tiene para sí su propia vida e interpreta las situaciones en base al propio bienestar y a la propia satisfacción. Así que para casarse ¡no basta con celebrar la boda! Es necesario hacer un camino del yo al nosotros, de pensar solo a pensar en dos, de vivir solo a vivir en dos: es un buen camino, es un camino hermoso. Cuando llegamos a descentralizarnos, entonces todo acto es conyugal: trabajamos, hablamos, decidimos, encontramos a otros con una actitud acogedora y oblativa.


Toda vocación cristiana, en este sentido, —ahora podemos ampliar un poco la perspectiva— y decir que toda vocación cristiana, en este sentido, es nupcial. El sacerdocio lo es porque es la llamada, en Cristo y en la Iglesia, a servir a la comunidad con todo el afecto, el cuidado concreto y la sabiduría que el Señor da. La Iglesia no necesita aspirantes para el papel de sacerdotes —no sirven, mejor que se queden en casa— sino que hacen falta hombres a quienes el Espíritu Santo toca el corazón con un amor incondicional por la Esposa de Cristo. En el sacerdocio se ama al pueblo de Dios con toda la paternidad, la ternura y la fuerza de un esposo y un padre. Así también, la virginidad consagrada en Cristo se vive con fidelidad y alegría como una relación conyugal y fructífera de maternidad y paternidad.


Repito: toda vocación cristiana es conyugal, porque es fruto del vínculo de amor en el que todos somos regenerados, el vínculo de amor con Cristo, como nos ha recordado el pasaje de Pablo leído al inicio. A partir de su fidelidad, de su ternura, de su generosidad, miramos con fe al matrimonio y a toda vocación y comprendemos el sentido pleno de la sexualidad. La criatura humana, en su inseparable unidad de espíritu y cuerpo y en su polaridad masculina y femenina, es una realidad muy buena, destinada a amar y a ser amada. El cuerpo humano no es un instrumento de placer, sino el lugar de nuestra llamada al amor y en el amor auténtico no hay espacio para la lujuria y para su superficialidad. ¡Los hombres y las mujeres se merecen más que eso! Por lo tanto, la Palabra «No cometerás adulterio», aunque expresada en forma negativa, nos orienta a nuestra llamada original, es decir, al amor nupcial pleno y fiel, que Jesucristo nos reveló y donó. (cf. Romanos 12, 1).


(Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el día 11 de febrero de 2022. papa-francesco_20181031_udienza-generale.html)