Día 44: Las vestimentas sacerdotales

INTRODUCCIÓN

Ayer veíamos cómo se hace la descripción del mobiliario del lugar Santo. Está la mesa del Pan de la Presencia, está el candelabro, están las siete cortinas que cubren el tabernáculo. Se destacaron la forma en que van los colores, los materiales, como cada una de estas cosas va prefigurando algo. Va prefigurando la obra de la salvación en Cristo. Todo esto empieza desde antes del nacimiento de Cristo y ya lo va prefigurando a Él ¡El que va a venir a salvar!

Así que vamos a ver que en la lectura del día de hoy nos van a dar una descripción de las tablas y de la base del tabernáculo. También veremos el altar de bronce, los recipientes que se están usando. Cómo va a ser el patio, el atrio, el tabernáculo, el aceite para la lámpara; y vamos a observar que a medida que salimos de la presencia del tabernáculo hacia el patio o hacia al atrio, los elementos del mobiliario van cambiando de material. Ya no son de oro ni de plata, son de bronce.

Encontraremos una pila de bronce y vamos a ver que todo lo que estaba dentro de la tienda era de oro pero afuera es distinto. Podríamos hacer una comparación un poquito interesante y es que cuando nos acercamos a Dios todo es mucho más hermoso nuestra vida y cuando nos hacemos fuera de Él pues, ponemos más énfasis en la obra de los hombres. Es algo diferente, pero con Dios todo es más puro, todo es más hermoso.

Bueno hay muchas cosas por descubrir en este día estaremos leyendo bastantes cosas interesantes. Hay que tener paciencia porque en estos días son medidas, formas, colores, etc.

ORACIÓN INICIAL

Padre de amor, Padre de misericordia, Tú que instruyes la lengua de los niños, instruye también la mía e infunde en mis labios la gracia de tu bendición, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y a ti te invito para que pidas al Espíritu Santo para que éste abra nuestras mentes y nuestros corazones y para que así hoy podamos gozar de esta hermosa palabra que se nos ha proclamado.

PUNTOS CLAVES

  • Tenemos este Salmo 19 que es el elogio de la ley divina y hemos venido mirando cómo la gente se siente contenta de que Dios la favorece con sus palabras con sus mandatos; como alguien está supremamente feliz de eso y como uno se puede deleitar cuando se acuerda de la Palabra de Dios, cuando cumple sus Mandamientos, cuando cumplimos su voluntad nos hacemos felices y no dejamos que nada ni nadie nos venza, porque con el Señor siempre hay victoria, con el Señor siempre hay alegría.

  • Volvamos rápidamente a estos capítulos que hemos visto del Éxodo el día de hoy. Bastante interesantes. Vemos cómo se sigue la construcción, como todo va tomando forma. ¿Pero todo esto para qué nos sirve? Para alabar al Señor, para acercarnos más al Señor. No es que nosotros nos queramos acercar al Señor, es que Señor siempre ha querido estar cerca de nosotros, ha querido poner su casa en medio de su pueblo y nosotros a veces, un poco negados a aceptar la presencia de Dios en nuestras vidas, y Él insistiendo en que quiere salvarnos en que quiere estar con nosotros.

  • Así que tal vez hoy deberíamos decirle: “Señor, queremos que tu tienda, que tu morada, esté más que nunca en medio de nosotros. No queremos que te vayas para ningún otro lado si no es siempre estar a nuestro lado.” Que podamos decirle al Señor que aunque tengamos todo este mobiliario, aunque tengamos todas estas cosas de metales preciosos, el tesoro más grande es tenerlo a Él en nuestras vidas, es tenerlo a Él en nuestro corazón.

  • Aunque Aarón y sus hijos sean elegidos aunque usen el efod, el pectoral, el urim, el tumim, la corona y las vestiduras sacerdotales, lo más lindo es mostrarle al Señor nuestra intimidad, nuestro corazón. Mostrarnos a Él tal y como somos, para que Él haga su obra en nuestras vidas.

  • Hoy con tanta decoración, con tantas cosas lindas, con tantas piedras bonitas, con tantos vestidos, encontramos que esto distingue a los sacerdotes y los ayuda al mismo tiempo a exponer la gloria y las hermosas características de Dios que se expresan a través del sumo sacerdote, pero que es más importante que hay uno que ya murió por nosotros el sumo y eterno sacerdote, que es Jesucristo. Quien vino, se entregó por nosotros, murió, resucitó y vive en el máximo lugar de honor. Ya no en una tienda, pero en el cielo, en la presencia de Dios y desde allí intercede por ti y por mí.

  • Dios no quiso que hubiese ninguna exhibición de desnudez por parte de aquellos que ofrecían los tabernáculos. Él tampoco quiere exponerte y sacar tu pecado a la luz y que pierdas tu dignidad. No, todo lo contrario. Él quiere cuidarte de manera espectacular y de manera muy fina para que tú puedes tener esa experiencia de adoración a Dios, que lo puedas adorar a Él de forma privada, desde tu corazón, o tal vez en la asamblea; sin tener que contarle a todo el mundo cuál es tu pecado, sino al Señor para tomar control de esta situación y va a ser todo nuevo.

  • Así que hoy date ese momento para adorar, date ese momento para honrar, date ese momento para dar gracias a Dios porque sigue haciendo obras hermosas e incluso en medio de nuestra debilidad, de nuestras fallas, de nuestro pecado.

ORACIÓN FINAL

Antes de terminar por favor, no te olvides de orar por mí. Pídele al Señor que yo sea fiel a este ministerio que me ha confiado. Que yo pueda vivir con fe lo que leo, lo que enseño, para que pueda enseñar siempre la verdad y que yo también pueda cumplir lo que he enseñado. Que la bendición de Dios Todopoderoso que es Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre cada uno de ustedes ¡Que Dios los bendiga!

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

Lv 20, 26

2813 En el agua del bautismo, hemos sido “lavados [...] santificados [...] justificados en el Nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios” (1 Co 6, 11). A lo largo de nuestra vida, nuestro Padre “nos llama a la santidad” (1 Ts 4, 7) y como nos viene de Él que “estemos en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros [...] santificación” (1 Co 1, 30), es cuestión de su Gloria y de nuestra vida el que su Nombre sea santificado en nosotros y por nosotros. Tal es la exigencia de nuestra primera petición.

«¿Quién podría santificar a Dios puesto que Él santifica? Inspirándonos nosotros en estas palabras “Sed santos porque yo soy santo” (Lv 20, 26), pedimos que, santificados por el bautismo, perseveremos en lo que hemos comenzado a ser. Y lo pedimos todos los días porque faltamos diariamente y debemos purificar nuestros pecados por una santificación incesante [...] Recurrimos, por tanto, a la oración para que esta santidad permanezca en nosotros» (San Cipriano de Cartago, De dominica Oratione, 12).


Sal 119, 90

I. Vivir en la verdad

2465 El Antiguo Testamento lo proclama: Dios es fuente de toda verdad. Su Palabra es verdad (cf Pr 8, 7; 2 S 7, 28). Su ley es verdad (cf Sal 119, 142). “Tu verdad, de edad en edad” (Sal 119, 90; Lc 1, 50). Puesto que Dios es el “Veraz” (Rm 3, 4), los miembros de su pueblo son llamados a vivir en la verdad (cf Sal 119, 30).


Sal 119, 105

141 «La Iglesia siempre ha venerado la sagrada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo» (DV 21): aquélla y éste alimentan y rigen toda la vida cristiana. «Para mis pies antorcha es tu palabra, luz para mi sendero» (Sal 119,105; cf. Is 50,4).


COMENTARIOS ADICIONALES

Ex 28,1-5 - Los ornamentos sacerdotales

"Después de las normas sobre el Santuario y todos sus elementos se recoge la normativa sobre los sacerdotes. El sacerdocio en Israel era hereditario, lo ejercieron los descendientes de Aarón, y mucho más tarde los miembros de la tribu de Leví; pero éstos siempre tuvieron como modelo a Aarón, constituido sacerdote por el mismo Dios (cfr 29,4-7). La clase sacerdotal desempeñará un importante papel no sólo como sustentadores del culto, sino también como defensores de la fe y transmisores de la doctrina, especialmente a partir del destierro de Babilonia. Y desde la época de los Macabeos, tendrán un gran protagonismo también en asuntos políticos. Los ornamentos sacerdotales reflejaban la dignidad del culto: debían ser elaborados con materiales preciosos y a cargo de los artesanos más hábiles.”

(Comentario de la Sagrada Biblia Universidad de Navarra, Edición Latinoamericana)


Ex 28, 36-39 - La Tiara

"El tocado de la cabeza (cfr 39,27-31) constaba de un magnífico turbante o tiara en cuyo centro llevaba una lámina de oro que probablemente tenía forma de flor (como así parece sugerirlo su raíz hebrea: cfr Nm 17,23) —símbolo de vida y salud— con las palabras «consagrado al Señor», es decir, separado de los demás para dedicarse a las cosas de Dios. Este lema vino a significar ante el pueblo que en la persona del Sumo Sacerdote se reparaban los pecados rituales involuntarios. La función expiatoria del sacerdote se irá subrayando con el paso del tiempo, de modo que llegue a ser el objeto principal de su misión: «El Sumo Sacerdote… debe ofrecer expiación por los pecados, tanto por los del pueblo como por los suyos» (Hb 5,3).”

(Comentario de la Sagrada Biblia Universidad de Navarra, Edición Latinoamericana)


Ex 28, 40-43 - Vestiduras sacerdotales

"Los demás sacerdotes vestirán también ornamentos artísticamente confeccionados, aunque menos solemnes. La última disposición (vv. 42-43) está relacionada con el precepto de Ex 20,26 y tiende a realzar el culto hasta en los más pequeños detalles evitando cualquier inmodestia (cfr 2 S 6,20-23).”

(Comentario de la Sagrada Biblia Universidad de Navarra, Edición Latinoamericana)


Lv 19,1-37 - Deberes morales y religiosos

"La santidad que se pide a los israelitas va más allá de lo meramente ritual. Como en 20,26, se exhorta a dicha santidad por la razón suprema de que el Señor es Santo. Tanto el precepto de respeto a los padres, como la obligación de guardar el sábado y la prohibición de la idolatría son mandamientos del Decálogo ya recogidos en Ex 20,3-4.12; 21,15.17. También las disposiciones sobre los sacrificios de comunión fueron contempladas en Lv 7,11-15. Igualmente, las normas en favor de los más débiles son repetidas en varias ocasiones (cfr 23,22; Dt 24,19-22).


Los vv. 2 («sed santos porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo»; cfr también 20,26) y 18 («Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo, el Señor»; cfr también 19,33-34) condensan toda la ética del libro del Levítico y aun de toda la Ley de Dios. Así lo explicará después Jesucristo, según lo reporta Mt 22,34-40 (textos paralelos en Mc 12,28-31 y Lc 10,25-28 ): «Los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se pusieron de acuerdo, y uno de ellos, doctor de la ley, le preguntó para tentarle: “Maestro ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?” Él le respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los Profetas”».” (Comentario de la Sagrada Biblia Universidad de Navarra, Edición Latinoamericana)


Lv 20, 1-6 - Castigo contra las falsas religiones

"El texto se refiere primero al culto idolátrico a Moloc (cfr 18,21). Como en otros pasajes, la idolatría se considera una prostitución (cfr 17,7; Os 1,2; 4,12-14, etc.), en parte porque en esos cultos idolátricos se realizaban ciertas ceremonias sexuales, como por ejemplo en el caso de la «prostitución sagrada», y también por considerar el amor de Dios como un amor esponsalicio; por ello, rechazarle y adorar a otros dioses constituía un adulterio (cfr Os 2,4-15; 3,1; Dt 13,1-19). El castigo alcanzaba a la parentela del pecador, pues ese tipo de actos involucraba también a los parientes próximos debido a la concepción solidaria del pueblo. Más tarde se insistirá en la índole personal del pecado y de sus consecuencias, de modo que sea castigado sólo el verdadero culpable (cfr Ez 18 ). La evocación de los muertos suponía también un desprecio a Dios.”

(Comentario de la Sagrada Biblia Universidad de Navarra, Edición Latinoamericana)

Audiencia General del Santo Padre Benedicto XVI. Miércoles 24 de junio de 2009.


[El sacerdote, otro Cristo]


"...para el sacerdote ser "voz" de la Palabra no constituye únicamente un aspecto funcional. Al contrario, supone un sustancial "perderse" en Cristo, participando en su misterio de muerte y de resurrección con todo su ser: inteligencia, libertad, voluntad y ofrecimiento de su cuerpo, como sacrificio vivo (cf. Rm 12, 1-2). Sólo la participación en el sacrificio de Cristo, en su kénosis, hace auténtico el anuncio. Y este es el camino que debe recorrer con Cristo para llegar a decir al Padre juntamente con él: "No se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú" (Mc 14, 36). Por tanto, el anuncio conlleva siempre también el sacrificio de sí, condición para que el anuncio sea auténtico y eficaz.


Alter Christus, el sacerdote está profundamente unido al Verbo del Padre, que al encarnarse tomó la forma de siervo, se convirtió en siervo (cf. Flp 2, 5-11). El sacerdote es siervo de Cristo, en el sentido de que su existencia, configurada ontológicamente con Cristo, asume un carácter esencialmente relacional: está al servicio de los hombres en Cristo, por Cristo y con Cristo. Precisamente porque pertenece a Cristo, el sacerdote está radicalmente al servicio de los hombres: es ministro de su salvación, de su felicidad, de su auténtica liberación, madurando, en esta aceptación progresiva de la voluntad de Cristo, en la oración, en el "estar unido de corazón" a él. Por tanto, esta es la condición imprescindible de todo anuncio, que conlleva la participación en el ofrecimiento sacramental de la Eucaristía y la obediencia dócil a la Iglesia.


El santo cura de Ars repetía a menudo con lágrimas en los ojos: "¡Da miedo ser sacerdote!". Y añadía: "¡Es digno de compasión un sacerdote que celebra la misa de forma rutinaria! ¡Qué desgraciado es un sacerdote sin vida interior!". Que el Año sacerdotal impulse a todos los sacerdotes a identificarse totalmente con Jesús crucificado y resucitado, para que, imitando a san Juan Bautista, estemos dispuestos a "disminuir" para que él crezca; para que, siguiendo el ejemplo del cura de Ars, sientan de forma constante y profunda la responsabilidad de su misión, que es signo y presencia de la misericordia infinita de Dios. Encomendemos a la Virgen, Madre de la Iglesia, el Año sacerdotal recién comenzado y a todos los sacerdotes del mundo."


(Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el día 13 de febrero de 2022. https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2009/documents/hf_ben-xvi_aud_20090624.html)


Audiencia General del Santo Padre Benedicto XVI. Plaza de San Pedro. 9 de noviembre de 2011.


Salmo 119 (118)

El Salmo 119 nos conduce, por tanto, al encuentro con el Señor y nos orienta hacia el Evangelio. Hay en él un versículo sobre el que quiero detenerme ahora; es el v. 57: «Mi porción es el Señor; he resuelto guardar tus palabras». También en otros Salmos el orante afirma que el Señor es su «lote», su herencia: «El Señor es el lote de mi heredad y mi copa», reza el Salmo 16 (v. 5a), «Dios es la roca de mi corazón y mi lote perpetuo» es la proclamación del fiel en el Salmo 73 (v. 26 b), y también, en el Salmo 142, el salmista grita al Señor: «Tú eres mi refugio y mi lote en el país de la vida» (v. 6b).


Este término «lote» evoca el hecho de la repartición de la tierra prometida entre las tribus de Israel, cuando a los Levitas no se les asignó ninguna porción del territorio, porque su «lote» era el Señor mismo. Dos textos del Pentateuco son explícitos al respecto, utilizando el término en cuestión: «El Señor dijo a Aarón: “Tú no tendrás heredad ninguna en su tierra; no habrá para ti porción entre ellos. Yo soy tu porción y tu heredad en medio de los hijos de Israel”», así declara el Libro de los Números (18, 20), y el Deuteronomio reafirma: «Por eso, Leví no recibió parte en la heredad de sus hermanos, sino que el Señor es su heredad, como le dijo el Señor, tu Dios» (Dt 10, 9; cf. Dt 18, 2; Jos 13, 33; Ez 44, 28 ).


Los sacerdotes, pertenecientes a la tribu de Leví, no pueden ser propietarios de tierras en el país que Dios donaba en herencia a su pueblo cumpliendo la promesa hecha a Abraham (cf. Gn 12, 1-7). La posesión de la tierra, elemento fundamental de estabilidad y de posibilidad de supervivencia, era signo de bendición, porque implicaba la posibilidad de construir una casa, criar a los hijos, cultivar los campos y vivir de los frutos de la tierra. Pues bien, los levitas, mediadores de lo sagrado y de la bendición divina, no pueden poseer, como los demás israelitas, este signo exterior de la bendición y esta fuente de subsistencia. Entregados totalmente al Señor, deben vivir sólo de él, abandonados a su amor providente y a la generosidad de los hermanos, sin tener heredad porque Dios es su parte de heredad, Dios es su tierra, que los hace vivir en plenitud.


Y ahora el orante del Salmo 119 se aplica a sí mismo esta realidad: «Mi lote es el Señor». Su amor a Dios y a su Palabra lo lleva a la elección radical de tener al Señor como único bien y también de custodiar sus palabras como don valioso, más preciado que toda heredad y toda posesión terrena. Nuestro versículo, en efecto, se puede traducir de dos maneras, incluso de la siguiente forma: «Mi lote, Señor, he dicho, es custodiar tus palabras». Las dos traducciones no se contradicen, más aún, se complementan recíprocamente: el salmista está afirmando que su lote es el Señor, pero que también custodiar las palabras divinas es su heredad, como dirá luego en el v. 111: «Tus preceptos son mi herencia perpetua, la alegría de mi corazón». Esta es la felicidad del salmista: a él, como a los Levitas, se le dió como porción de heredad la Palabra de Dios.


Queridos hermanos y hermanas, estos versículos son de gran importancia también hoy para todos nosotros. En primer lugar para los sacerdotes, llamados a vivir sólo del Señor y de su Palabra, sin otras seguridades, teniéndolo a él como único bien y única fuente de vida verdadera. A esta luz se comprende la libre elección del celibato por el Reino de los cielos que se ha de redescubrir en su belleza y fuerza. Pero estos versículos son importantes también para todos los fieles, pueblo de Dios que pertenece sólo a él, «reino de sacerdotes» para el Señor (cf. 1 P 2, 9; Ap 1, 6; 5, 10), llamados a la radicalidad del Evangelio, testigos de la vida traída por Cristo, nuevo y definitivo «Sumo Sacerdote» que se entregó en sacrificio por la salvación del mundo (cf. Hb 2, 17; 4, 14-16; 5, 5-10; 9, 11ss). El Señor y su Palabra son nuestra «tierra», en la que podemos vivir en la comunión y en la alegría.


Por lo tanto, dejemos al Señor que nos ponga en el corazón este amor a su Palabra, y nos done tenerlo siempre a él y su santa voluntad en el centro de nuestra vida. Pidamos que nuestra oración y toda nuestra vida sean iluminadas por la Palabra de Dios, lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino, como dice el Salmo 119 (cf. v. 105), de modo que nuestro andar sea seguro, en la tierra de los hombres. Y María, que acogió y engendró la Palabra, sea nuestra guía y consuelo, estrella polar que indica la senda de la felicidad.


Entonces también nosotros podremos gozar en nuestra oración, como el orante del Salmo 16, de los dones inesperados del Señor y de la inmerecida heredad que nos tocó en suerte: «El Señor es el lote de mi heredad y mi copa... Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad» (Sal 16, 5.6).”


(Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el día 13 de febrero de 2022. https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2011/documents/hf_ben-xvi_aud_20111109.html)