Día 61: Yahvé manda su fuego contra Israel
INTRODUCCIÓN
Continuamos. Hemos visto que ayer marchaban los hijos de Israel por el desierto.Desde el capítulo diez y medio más o menos, de aquí en adelante ya el pueblo empieza a marchar. Han dejado el Sinaí, van camino a la tierra prometida y nos damos cuenta de que van las banderas adelante, como el Señor lo había mandado y los hijos de Israel empiezan a marchar por el desierto y el último lugar se lo dan a Dan, con Aser y a Neftalí, quienes están bajo la bandera de Dan. Están ahí en la retaguardia la gente extranjera, los que no son Israelitas, sino estos egipcios que estaban marchando con ellos —algunos de ellos—. Y vemos que Moisés tiene un encuentro con su suegro y hace la invitación y le dice: “Ven, ven con nosotros. Y tú serás nuestros ojos”. ¿Se le ha olvidado a Moisés acaso que Dios es el que los va a guiar? ¿el que les va a estar mostrando el camino? ¡¿Qué pasa con Moisés?! A veces parece muy seguro de lo que Dios le pide y otras veces como que nos pone un poquito de duda en estas lecturas ¿no?.
Quisiera pensar en eso porque también nos puede pasar a nosotros, en la iglesia el día de hoy. Podemos estar como extranjeros y peregrinos atravesando por este mundo o podemos pensar que estamos en el desierto y la Iglesia nos guía, pero a veces descuidamos nuestra atención de la Iglesia, de Dios y le decimos a todas las demás cosas: “Ven con nosotros” y empezamos que otras cosas nos guíen. Y se nos olvida que lo que nos tiene que guiar es la gracias de Dios. Es la única que nos guía y que nos puede salvar. Y como pecadores, pues tenemos que dejarnos guiar por la gracia del Señor. Tenemos que poner nuestra fe y nuestra confianza en él.
Hoy unámonos en este viaje, en esta marcha, que no es marcha de protesta, como se va a convertir el día de hoy. Porque hoy vamos a ver que hay quejas, que hay murmuraciones, que el pueblo se queja y esto no le gusta al Señor. Estos hombres siguen caminando, lo veremos durante estos capítulos 11 y 12 que nos cuentan cómo van desde el Sinaí hasta Cades. Esta marcha debió haber durado unos pocos días, pero, en lugar de hacer caso a Yahvé y de entrar a la Tierra Prometida, hacen lo que ellos mismos quieren, por lo cual este viaje en el desierto se va a prolongar por muchos, pero muchos años y va a haber problemas. El pueblo va a seguir murmurando. Aquí es para aprender grandes lecciones que tal vez son muy importantes para nosotros hoy. Estaremos leyendo Números capítulo 11; Deuteronomio capítulo 10; el Salmo 33. Este es el día 61.
ORACIÓN INICIAL
Padre de amor y misericordia, Tú qué haces elocuente la lengua de los niños, educa también la mía e infunde mis labios la gracia de tu bendición, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y a ti te invito para que pidas al Espíritu Santo que abra nuestra mente y nuestro corazón para que podamos seguir gozándonos de esta linda palabra.
PUNTOS CLAVES
El tiempo avanza. Quien iba a pensar que llegaríamos así, tan rápido, a estas fechas. Para mí el tiempo se ha pasado más que rápido. Va como volando a gran escala. Y ya vamos en este capítulo 11 del libro de Números. Como su nombre lo indica: números, números y más números.
Seguimos mirando como cada una de las cosas que Dios hace están registradas en los libros. Y no son registros comunes y corrientes. Son registros con gran detalle que, gracias a esa iniciativa, no quedan para nosotros hoy. Veíamos lo de las trompetas, como cada trompeta tenía un significado, como cuando suenan, marchaban unos y se detenían otros. Qué interesante ver cómo Dios va dando estas órdenes de marcha. Y el pueblo camina, se van moviendo.
Hoy vemos que el pueblo, aunque va marchando, y Dios lo va llevando, se queja, se queja y se queja. Le toca a Moisés intervenir y decir: “Señor por favor ten paciencia, ten paciencia”. Hoy Moisés viene a reunir a los 70 Hombres, los cuales van a entrar en la tienda y sobre ellos va a llegar el Espíritu para que empiecen a profetizar. ¡Qué hermoso esto! Que, en un campamento, Dios empieza a motivar Su presencia en algunas personas e incluso con aquellos que estaban llamados y que no se hicieron presentes, Dios se hizo presente donde ellos estaban. Es un Dios que nos llena de muchas sorpresas. Y el pueblo —que tanto se quejaba porque Dios parecía que lo había abandonado, que no le estaba dando carne— hoy está atafagado con tanta carne que le está llegando. Llegan codornices por todos lados, la gente ya no sabe qué hacer con tanta codorniz. Y, bueno, qué interesante es que cuando el Señor entrega, entrega en abundancia. No se queda con nada. Se manifiesta grandemente.
Así que, a veces sería bueno no quejarnos tanto y disfrutar más de lo que el Señor nos está dando. Y que no se nos olvide lo que nos recuerda a cada rato el Deuteronomio: “Amarás a Yahvé, tu Dios, y guardarás sus consignas, sus preceptos, sus normas, sus mandamientos todos tus días”. En vez de quejarnos, hagamos lo que Dios nos pide. Mostrémosles a nuestros familiares, a nuestros amigos lo que Dios ha hecho en nuestras vidas. Cómo el ha venido liberándonos, ayudándonos, mostrándonos el camino. Y sabemos que, si seguimos los mandamientos, el Señor va a ayudarnos a poseer cualquier tierra, no solo la Tierra Prometida, sino la vida eterna. Qué mejor que eso: que tu y yo podamos llegar juntos a la vida eterna y decir: “Dios nos trajo hasta acá. Él no permitió que nuestro corazón se pervirtiera, que nos descarriáramos, no permitió que le diéramos culto a falsos dioses. Sino que nos postráramos ante él y fuimos leales a su palabra y fuimos leales a sus consignas, a sus preceptos y a sus mandamientos”.
Hoy Yahvé en el Deuteronomio nos dice que pongamos estas palabras —¿en dónde? — nuestro corazón, en nuestra alma. Que las atemos a nuestras manos. Que sean un signo delante de nuestros ojos. Cuando vemos a Israel lo podemos ver. Cómo estos hombres se ponen esas palabras en su frente. Como tienen una correa que se ponen en su brazo y se la atan. Pero, tal vez eso ya no es necesario ponerlas en los postes de las casas o enfrente o en cualquier lugar. Con que la pongamos en nuestro corazón y permitamos que esas palabras estén ahí vivas y eficaces. Eso será suficiente para que podamos seguir los caminos de Yahvé, para que nos podamos apegar a él, para que podamos estar con él y decir: “Dios reina en medio de nuestra nación, de nuestro hogar, de nuestra casa, porque es un Dios amoroso y fiel”. Que podamos ser cada uno nosotros ser bendición los unos para los otros, que podamos decir “el Señor se ha manifestado grandemente y estamos alegres”. Que podemos celebrar que la presencia de Yahvé está en medio de nosotros. Que no tengamos miedo de reconocer su poderío. Que no tengamos temor de contarle al mundo que el Señor ha sido extremadamente generoso con nosotros y que, por eso, estamos alegres.
El Salmo de hoy, hermoso, porque sabemos que la palabra de Dios siempre es recta, que la palabra de Dios siempre está fundada en la verdad. Que la palabra de Dios está siempre por la justicia y el derecho, porque tenemos un Dios que es amoroso, que es fiel, que nos muestra la justicia. Y tenemos a un Dios que siempre nos está mirando, pero nos está mirando con amor para librar nuestras vidas de la muerte, para mantenernos en el tiempo de penuria. Porque es un Dios que quiere estar mirándonos y servirnos de escudo. Y así nuestro corazón se alegre y podemos confiar en él, porque él siempre nos acompaña. Y es lo único que podemos esperar de Dios: que sea fiel, aunque tú y yo no seamos fieles, Dios siempre es fiel. Dios siempre nos acompaña.
ORACIÓN FINAL
Por eso, hoy, como todos los días, quiero pedirte una vez más que ores por mí. Para que yo sea fiel a este ministerio que se me ha confiado, para que yo pueda vivir con fe y con alegría lo que leo, lo que comparto con ustedes, para que siempre pueda enseñar la verdad y para que yo pueda cumplir lo que enseño. Y que la bendición de Dios todopoderoso que es Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y los acompañe siempre. ¡Que Dios los bendiga!
PARA MEDITAR
Hoy vimos la importancia de la oración de intercesión. Reflexiona sobre quiénes —en tu círculo cercano familiares, amistades, miembros de tu comunidad, compañeros de trabajo, etc.— necesitan de oración. Dedica un tiempo de tu oración hoy a rezar por ellos y sus necesidades.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
Nm 11, 10-23
2577 De esta intimidad con el Dios fiel, lento a la ira y rico en amor (cf Ex 34, 6), Moisés ha sacado la fuerza y la tenacidad de su intercesión. No pide por él, sino por el pueblo que Dios ha reunido. Moisés intercede ya durante el combate con los amalecitas (cf Ex 17, 8-13) o para obtener la curación de María (cf Nm 12, 13-14). Pero es sobre todo después de la apostasía del pueblo cuando “se mantiene en la brecha” ante Dios (Sal 106, 23) para salvar al pueblo (cf Ex 32, 1-34, 9). Los argumentos de su oración (la intercesión es también un combate misterioso) inspirarán la audacia de los grandes orantes tanto del pueblo judío como de la Iglesia. Dios es amor, por tanto es justo y fiel; no puede contradecirse, debe acordarse de sus acciones maravillosas, su gloria está en juego, no puede abandonar al pueblo que lleva su Nombre.
2634 La intercesión es una oración de petición que nos conforma muy de cerca con la oración de Jesús. Él es el único intercesor ante el Padre en favor de todos los hombres, de los pecadores en particular (cf Rm 8, 34; 1 Jn 2, 1; 1 Tm 2. 5-8). Es capaz de “salvar perfectamente a los que por Él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor” (Hb 7, 25). El propio Espíritu Santo “intercede por nosotros [...] y su intercesión a favor de los santos es según Dios” (Rm 8, 26-27).
2635 Interceder, pedir en favor de otro, es, desde Abraham, lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios. En el tiempo de la Iglesia, la intercesión cristiana participa de la de Cristo: es la expresión de la comunión de los santos. En la intercesión, el que ora busca “no su propio interés sino [...] el de los demás” (Flp 2, 4), hasta rogar por los que le hacen mal (cf. San Esteban rogando por sus verdugos, como Jesús: cf Hch 7, 60; Lc 23, 28. 34).
2636 Las primeras comunidades cristianas vivieron intensamente esta forma de participación (cf Hch 12, 5; 20, 36; 21, 5; 2 Co 9, 14). El apóstol Pablo les hace participar así en su ministerio del Evangelio (cf Ef 6, 18-20; Col 4, 3-4; 1 Ts 5, 25); él intercede también por las comunidades (cf 2 Ts 1, 11; Col 1, 3; Flp 1, 3-4). La intercesión de los cristianos no conoce fronteras: “por todos los hombres, por [...] todos los constituidos en autoridad” (1 Tm 2, 1), por los perseguidores (cf Rm 12, 14), por la salvación de los que rechazan el Evangelio (cf Rm 10, 1).
Nm 11, 24-25
1541 No obstante, la liturgia de la Iglesia ve en el sacerdocio de Aarón y en el servicio de los levitas, así como en la institución de los setenta "ancianos" (cf. Nm 11,24-25), prefiguraciones del ministerio ordenado de la Nueva Alianza. Por ello, en el rito latino la Iglesia se dirige a Dios en la oración consecratoria de la ordenación de los obispos de la siguiente manera:
«Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo [...], Tú que estableciste normas en tu Iglesia con tu palabra bienhechora. Desde el principio tú predestinaste un linaje justo de Abraham; nombraste príncipes y sacerdotes y no dejase sin ministro tus santuario» (Pontifical Romano: Ordenación de Obispos, presbíteros y diáconos. Ordenación de Obispo. Oración de la Ordenación, 47).
Dt 10, 4
2056 La palabra “Decálogo” significa literalmente “diez palabras” (Ex 34, 28; Dt 4, 13; 10, 4). Estas “diez palabras” Dios las reveló a su pueblo en la montaña santa. Las escribió “con su Dedo” (Ex 31, 18), a diferencia de los otros preceptos escritos por Moisés (cf. Dt 31, 9.24). Constituyen palabras de Dios en un sentido eminente. Son transmitidas en los libros del Éxodo (cf. Ex 20, 1-17) y del Deuteronomio (cf. Dt 5, 6-22). Ya en el Antiguo Testamento, los libros santos hablan de las “diez palabras” (cf. por ejemplo, Os 4, 2; Jr 7, 9; Ez 18, 5-9); pero su pleno sentido será revelado en la nueva Alianza en Jesucristo.
Dt 10, 15
218 A lo largo de su historia, Israel pudo descubrir que Dios sólo tenía una razón para revelársele y escogerlo entre todos los pueblos como pueblo suyo: su amor gratuito (cf. Dt 4,37; 7,8; 10,15). E Israel comprendió, gracias a sus profetas, que también por amor Dios no cesó de salvarlo (cf. Is 43,1-7) y de perdonarle su infidelidad y sus pecados (cf. Os 2).
Sal 33, 6
292 La acción creadora del Hijo y del Espíritu, insinuada en el Antiguo Testamento (cf. Sal 33,6;104,30; Gn 1,2-3), revelada en la Nueva Alianza, inseparablemente una con la del Padre, es claramente afirmada por la regla de fe de la Iglesia: "Sólo existe un Dios [...]: es el Padre, es Dios, es el Creador, es el Autor, es el Ordenador. Ha hecho todas las cosas por sí mismo, es decir, por su Verbo y por su Sabiduría", "por el Hijo y el Espíritu", que son como "sus manos" (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 2,30,9 y 4, 20, 1). La creación es la obra común de la Santísima Trinidad.
703 La Palabra de Dios y su Soplo están en el origen del ser y de la vida de toda creatura (cf. Sal 33, 6; 104, 30; Gn 1, 2; 2, 7; Qo 3, 20-21; Ez 37, 10):
«Es justo que el Espíritu Santo reine, santifique y anime la creación porque es Dios consubstancial al Padre y al Hijo [...] A Él se le da el poder sobre la vida, porque siendo Dios guarda la creación en el Padre por el Hijo» (Oficio Bizantino de las Horas. Maitines del Domingo según el modo segundo. Antífonas 1 y 2).
(Todas las citas están tomadas del Catecismo de la Iglesia Católica disponible en línea en el sitio web del Vaticano. https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html)
COMENTARIOS ADICIONALES
Nm 11,10-15 - Moisés habla con el Señor
"Las palabras de Moisés, a pesar del tono de queja, dejan entrever la paternidad de Dios sobre aquel pueblo, pues era Él, en realidad, quien lo había formado. Por otro lado, el pasaje refleja el enorme peso de la responsabilidad que Dios ha confiado a Moisés, hasta el punto de que se siente incapaz de llevar su encargo adelante.
Las imágenes que aquí se emplean para expresar la solicitud por el pueblo serán utilizadas por San Pablo para hablar de su dedicación a las comunidades cristianas surgidas de su predicación y a las que ha de guiar hacia Cristo (cfr 1 Ts 2,7-11)."
(Tomado de los comentarios de la Sagrada Biblia Universidad de Navarra, Edición Latinoamericana, versión electrónica).