Día 33: Langostas y tinieblas

INTRODUCCIÓN

Continuamos con el libro del Éxodo y habíamos mirado estas plagas, esta peste, que está llegándole al ganado, que ocasiona la muerte de los animales y que, a pesar de tantas calamidades, el faraón no permite que los israelitas salgan de Egipto. Está con ese corazón muy duro, pero vemos esta plaga que llegó, que fuera la de las úlceras y, por primera vez, vimos una plaga que afectó tanto a animales como a humanos, causando grandes molestias en el cuerpo y tal vez esto también afectó a los sacerdotes del faraón, quienes tenían que servir en sus templos. Pero estos hombres tenían muchos requisitos. Tenían que estar perfectos, no podían estar contaminados de ninguna enfermedad y ahora, con estas úlceras, pues se les complicó la cosa. Así que continuamos hoy con los capítulos 10 y 11, y nos vamos a encontrar con otros animales: las langostas. Va a haber tinieblas. Y llega el anuncio de la última plaga, algo bastante difícil para los egipcios, para el faraón. Grandes consecuencias van a venir y esto nos preparará para lo que nosotros conocemos como la Pascua. Pero no olvidemos que, en el capítulo anterior, es decir ayer, vimos que, por primera vez, el faraón acepta que ha pecado y que lo ha hecho contra el pueblo de Israel. Vamos a ver si ese corazón cambia o si sigue obstinado.

ORACIÓN INICIAL

Padre de amor y misericordia, Tú que haces elocuente la lengua de los niños, educa también la mía e infunde mis labios la gracia de tu bendición, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y a ti te pido que me ayudes a invocar el Espíritu Santo para que éste abra nuestra mente y nuestro corazón, y así podamos seguir gozándonos de esta linda Palabra del Señor.

PUNTOS CLAVES

Hemos llegado al capítulo que nos narra las últimas plagas que van a llegar a Egipto. Hay enfermedades, hay cosas duras, más plagas sobre Egipto y Yahvé habla a Moisés y le dice “vuelve a la presencia del faraón y dile que el Dios de los hebreos le pide que deje ir al pueblo, porque Yahvé quiere que el pueblo les sirva, que esté con Él”. Y la gran pregunta es, ¿por qué no los dejas ir?, ¿por qué los sigues deteniendo? Mira que la mano de Yahvé está sobre tus campos, está sobre los animales, sobre tus caballos, asnos, sobre todo. Hay plagas gravísimas. Y tú nada que haces caso, faraón. ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?


Me parece importante que miremos esto porque Dios quiere mostrarle al faraón que Él es grandemente misericordioso, y le dice a Moisés una y otra vez, “habla con el faraón, dale advertencias, muéstrale mis signos, muéstrale mis prodigios”. Y le da tantas oportunidades de arrepentirse y él como que se quiere arrepentir, pero después dar reversa. A veces nos pasa a nosotros igual: queremos salir de algún problema y tratamos de dar reversa, y recaemos y recaemos y recaemos y seguimos recayendo hasta que ya llegamos al agujero más profundo.


Y hoy Yahvé solo está pidiendo que dejen ir al pueblo, que haya liberación, que haya paz, que los demás puedan hacer esta alabanza a Dios, pues el pueblo no le pertenece al faraón. Es lo que le está diciendo claramente, “Estos no son tus súbditos. Este es mi pueblo, este me pertenece a mí. Así que yo te pido que dejes ir a mis hijos, que dejes ir a mi pueblo Israel, que es por mi bien, por el bien de Israel. Quiero estar con ellos”. Y el faraón, que era responsable de tratar bien a este pueblo, lo oprime más y lo oprime más ¿Cuántas veces nosotros no oprimimos a las demás personas, que también son pueblo de Dios, que son nuestros hermanos, que son nuestros amigos, que son nuestros compañeros?


Es por eso que hoy esta palabra es muy importante para nosotros, porque nos hace caer en la cuenta de que nosotros tenemos que cambiar bastante.


Hemos visto que el faraón es duro y reconoce su pecado, pero no quiere ceder. Así que busquemos cuáles serían las palabras perfectas, palabras de arrepentimiento, que tal vez no solo pudiera decir el faraón, sino que tal vez tú y yo pudiéramos decir para encontrar la misericordia de Dios. Pues por eso hoy vemos a Moisés que también ofrece sacrificios para limpiar el pecado de Aarón y de sus hijos y así ellos poderle servir a Yahvé.


Tal vez hay cosas que necesitamos sacar de nuestra vida, tenemos que discernir, tenemos que aprender a discernir y buscar qué es lo que necesitamos cortar en nuestra vida, sacar porque, a veces nos obstinamos con el pecado y se endurece nuestro corazón y no nos da ni siquiera miedo fallarle a Dios. Y empezamos nosotros a fallar y a incumplir esta palabra. Y cada día más duro nuestro corazón, más duro, más duro.


Y hoy, pues se nos pide que nos arrepintamos, que limpiemos toda nuestra ignominia, todo nuestro pecado. Que respondamos a la misericordia de Dios, pues Él nos invita a disfrutar de su gracia, de su misericordia. Y Él quiere llevarnos a que no pequemos más.


¿Qué vamos a hacer en este día? ¿Cuál es tu propuesta para Dios? Hoy tal vez quieres reunirte con alguien más, quieres hablar con alguien más. Tal vez hoy que decidiste escuchar esta palabra de Dios te vas a convertir en ese testigo fiel y saber que Dios es uno solo y que está esperando que tú vuelvas a Él.


¿Qué estás esperando hoy? ¿Qué quieres hacer? ¿Cómo vas a santificar a Dios? ¿Cómo le vas a dar gracias por todo lo que Él ha hecho en tu vida? Que hoy nuestro corazón se acerque más a Dios y sepamos que, después de tanto dolor, también van a venir momentos de alegría, porque mañana estaremos viendo los preparativos para la Pascua.


Hay cosas grandes que ya vienen, hay cosas grandes que van a suceder y tenemos que mirar las palabras del Salmo, donde nos invitan a que no nos olvidemos de Dios, a que no evitemos que Él nos salve, sino todo lo contrario: que lo honremos con nuestros sacrificios, que le demos gracias y que le pidamos al Él que nos muestre qué es lo recto, qué es lo que debemos hacer, qué es lo que debemos ver para así adquirir nuestra salvación.


¿Más plagas? Imposible. Diez anuncios, diez advertencias.

ORACIÓN FINAL

Por favor oren por mí, para que yo pueda ser fiel a este ministerio que se me ha confiado. Para que pueda vivir con fe lo que leemos, lo que enseñamos. Para que pueda enseñar la verdad y para que pueda cumplir lo que he enseñado.

Que la bendición de Dios Todopoderoso, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y los acompañe siempre.

PARA MEDITAR

Dios hoy te está diciendo, “es tiempo de regresar a Mí. Estoy listo para recibirte. Ven y ofréceme cualquier sacrificio, que estoy listo a limpiar tu pecado”. Así que no tengas miedo, acércate al Señor.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

Lv 8

1539 El pueblo elegido fue constituido por Dios como "un reino de sacerdotes y una nación consagrada" (Ex 19,6; cf. Is 61,6). Pero dentro del pueblo de Israel, Dios escogió una de las doce tribus, la de Leví, para el servicio litúrgico (cf. Nm 1,48-53); Dios mismo es la parte de su herencia (cf. Jos 13,33). Un rito propio consagró los orígenes del sacerdocio de la Antigua Alianza (cf. Ex 29,1-30; Lv 8). En ella los sacerdotes fueron establecidos "para intervenir en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados" (Hb 5,1).

Lv 8, 12

436 Cristo viene de la traducción griega del término hebreo "Mesías" que quiere decir "ungido". Pasa a ser nombre propio de Jesús porque Él cumple perfectamente la misión divina que esa palabra significa. En efecto, en Israel eran ungidos en el nombre de Dios los que le eran consagrados para una misión que habían recibido de Él. Este era el caso de los reyes (cf. 1 S 9, 16; 10, 1; 16, 1. 12-13; 1 R 1, 39), de los sacerdotes (cf. Ex 29, 7; Lv 8, 12) y, excepcionalmente, de los profetas (cf. 1 R 19, 16). Este debía ser por excelencia el caso del Mesías que Dios enviaría para instaurar definitivamente su Reino (cf. Sal 2, 2; Hch 4, 26-27). El Mesías debía ser ungido por el Espíritu del Señor (cf. Is 11, 2) a la vez como rey y sacerdote (cf. Za 4, 14; 6, 13) pero también como profeta (cf. Is 61, 1; Lc 4, 16-21). Jesús cumplió la esperanza mesiánica de Israel en su triple función de sacerdote, profeta y rey.

Sal 50, 3

1039 Frente a Cristo, que es la Verdad, será puesta al desnudo definitivamente la verdad de la relación de cada hombre con Dios (cf. Jn 12, 49). El Juicio final revelará hasta sus últimas consecuencias lo que cada uno haya hecho de bien o haya dejado de hacer durante su vida terrena:

«Todo el mal que hacen los malos se registra y ellos no lo saben. El día en que "Dios no se callará" (Sal 50, 3) [...] Se volverá hacia los malos: "Yo había colocado sobre la tierra —dirá Él—, a mis pobrecitos para vosotros. Yo, su cabeza, gobernaba en el cielo a la derecha de mi Padre, pero en la tierra mis miembros tenían hambre. Si hubierais dado a mis miembros algo, eso habría subido hasta la cabeza. Cuando coloqué a mis pequeñuelos en la tierra, los constituí comisionados vuestros para llevar vuestras buenas obras a mi tesoro: como no habéis depositado nada en sus manos, no poseéis nada en Mí"» (San Agustín, Sermo 18, 4, 4).

COMENTARIOS ADICIONALES

Ha llegado el tiempo del verdadero culto

(Audiencia General de S.S. Benedicto XVI, 7 de enero de 2009)

"En Rm 3, 25, después de hablar de la "redención realizada por Cristo Jesús", san Pablo continúa con una fórmula misteriosa para nosotros. Dice así: Dios lo "exhibió como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe". Con la expresión "instrumento de propiciación", más bien extraña para nosotros, san Pablo alude al así llamado "propiciatorio" del templo antiguo, es decir, a la cubierta del arca de la alianza, que estaba pensada como punto de contacto entre Dios y el hombre, punto de la presencia misteriosa de Dios en el mundo de los hombres. Este "propiciatorio", en el gran día de la reconciliación —"yom kippur"— se asperjaba con la sangre de animales sacrificados, sangre que simbólicamente ponía los pecados del año transcurrido en contacto con Dios y, así, los pecados arrojados al abismo de la bondad divina quedaban como absorbidos por la fuerza de Dios, superados, perdonados. La vida volvía a comenzar.


San Pablo alude a este rito y dice que era expresión del deseo de que realmente se pudieran poner todas nuestras culpas en el abismo de la misericordia divina para hacerlas así desaparecer. Pero con la sangre de animales no se realiza este proceso. Era necesario un contacto más real entre la culpa humana y el amor divino. Este contacto tuvo lugar en la cruz de Cristo. Cristo, verdadero Hijo de Dios, que se hizo verdadero hombre, asumió en sí toda nuestra culpa. Él mismo es el lugar de contacto entre la miseria humana y la misericordia divina; en su corazón se deshace la masa triste del mal realizado por la humanidad y se renueva la vida.


Revelando este cambio, san Pablo nos dice: con la cruz de Cristo —el acto supremo del amor divino convertido en amor humano— terminó el antiguo culto con sacrificios de animales en el templo de Jerusalén. Este culto simbólico, culto de deseo, ha sido sustituido ahora por el culto real: el amor de Dios encarnado en Cristo y llevado a su plenitud en la muerte de cruz. Por tanto, no es una espiritualización del culto real, sino, al contrario: el culto real, el verdadero amor divino-humano, sustituye al culto simbólico y provisional. La cruz de Cristo, su amor con carne y sangre es el culto real, correspondiendo a la realidad de Dios y del hombre. Para san Pablo, la era del templo y de su culto había terminado ya antes de la destrucción exterior del templo: san Pablo se encuentra aquí en perfecta consonancia con las palabras de Jesús, que había anunciado el fin del templo y había anunciado otro templo "no hecho por manos humanas", el templo de su cuerpo resucitado (cf. Mc 14, 58; Jn 2, 19 ss)."

(Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el 2 de febrero de 2022. https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2009/documents/hf_ben-xvi_aud_20090107.html)