Día 34: Institución de la Pascua

Evento clave 18: El Éxodo y la primera Pascua judía (Éxodo 12 1-14 31)

Dios da instrucciones a los israelitas de que degüellen un cordero sin defecto y que unten su sangre en las jambas y los dinteles de las puertas, y que coman el cordero con pan sin levadura y hierbas amargas. Gracias a ello, el ángel exterminador “pasa de largo” ante las casas de los israelitas, matando solo a los primogénitos de los egipcios. Esta última plaga pone en marcha la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto.

INTRODUCCIÓN

Vamos a iniciar este día, que es muy importante, Llegamos al capítulo 12 del Éxodo. Cosas muy importantes que vamos a ver hoy. Ya han pasado las plagas y los israelitas van a salir de Egipto y la presencia de Dios los guiará por el desierto. Esta presencia se manifiesta en una columna de nubes durante el día y en una columna de fuego durante la noche. Así que vienen cosas hermosas. Pero todo esto no fue fácil conseguirlo. Acordémonos que tuvimos el nacimiento de Moisés. Cómo el faraón está envuelto en la crianza de Moisés, como se corre la voz de que los niños tienen que morir y éste es salvado por las aguas y se da el plan de Dios para rescatar a Israel y comienzan las manifestaciones de Dios con esa zarza ardiente de Moisés, se nos revela el nombre de Yahvé “Yo Soy” y empezamos a ver como Moisés está encargado ahora de devolver la libertad a los israelitas, de sacarlos de la esclavitud porque Dios ha prometido que Él siempre va a estar con el pueblo. Y después de que Moisés viene a hablar con el faraón, ¿qué hemos encontrado? Que la respuesta del faraón siempre es no. Y, ¿qué es lo que Yahvé pide? “¡Deja salir a mi pueblo!” Y este hombre hace más dura la esclavitud para los israelitas. Ahora deben trabajar más duro y empiezan las plagas porque Dios quiere rescatar a su pueblo. Y mandó estas diez plagas, mostrando que Él es superior sobre todo poder del faraón y sobre cualquier Dios de Egipto. Así que hoy es un día muy espectacular y estaremos leyendo Éxodo, capítulo 12; Levítico, capítulo 9; y el Salmo 114.


ORACIÓN INICIAL

Padre de amor y misericordia, Tú que haces elocuente la lengua de los niños, educa también la mía e infunde en mis labios la gracia de tu bendición, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y a ti te invito para que pidas al Espíritu Santo que abra nuestra mente y nuestro corazón, para que podamos gozar juntos de la Palabra de Dios hoy en nuestras vidas.


PUNTOS CLAVES

  • Llegamos a un momento muy clave, capítulo 12 del Éxodo. Estamos frente a la primera Pascua judía.

  • Vemos como Dios da instrucciones a los israelitas y ¿qué tiene que hacer? Tienen que degollar a un cordero sin defecto y tienen que untar la sangre en las jambas y en los dinteles de las puertas. Repito, Dios da instrucciones, que se debe degollar un cordero porque, si miramos el capítulo 12, en el verso 3, dice digan a toda la comunidad de Israel: “el día diez de este mes cada uno tomará una res por familia, una res por casa”. Pero ya les había dicho unos días atrás que la palabra “res”, en esta traducción de la Biblia, significa un animal cuadrúpedo, sea una vaca, un cabrito o un cordero.

  • Y hoy, pues quiero de que eso quede muy claro. Dios da instrucción de que se degüella a un cordero sin defecto y, además, que se use su sangre. Y este cordero se tiene que comer con un pan que es ázimo, no tiene levadura y con hierbas amargas.

  • Y pues, gracias a ello, el ángel exterminador va a pasar de largo ante las casas de los israelitas y va a tomar sólo la vida de los primogénitos de los egipcios. Así que esta última plaga pone en marcha lo que nosotros llamamos la liberación de Israel de la esclavitud, en la cual estaba sometido en Egipto.

  • Así que es un capítulo clave, es algo a lo que debemos poner mucha atención porque ha llegado el día de la liberación. Y muchas personas nos vienen a hablar de que este sacrificio es tan importante como lo es importante para nosotros hoy la Eucaristía, como católicos, pues es el tiempo de que Dios toma para instituir la Pascua.

  • Los israelitas empiezan a salir de Egipto y la presencia de Dios los va a guiar por el desierto. Y esta presencia la vamos a notar de aquí en adelante. Es Dios el que toma control, es Dios el que empieza a mostrar el camino y nos damos cuenta de que había llegado la oscuridad y ahora viene esta plaga y, por fin, el corazón del faraón y su pueblo se estremece, porque Dios ha cumplido su promesa de tomar la vida de todos sus primogénitos. Así que todo el país de Egipto se inclina ante el faraón y le dice, “Oiga, por favor, acabe este conflicto con los hebreos. Déjelos salir para que se encuentren con su Dios”. y empiezan a aprender estas lecciones de una manera muy difícil, muy difícil, pues ven a sus hijos mayores morir y todo esto porque no permiten que el pueblo de Israel salga.

  • Así que lo que se había pronosticado, lo que se había anunciado, que el pueblo se iba a lamentar, estaba pasando y resonaban los gritos en Egipto. se daban golpes estas personas de tristeza porque había llegado la muerte. Dios se manifiesta ante aquellos pueblos, tanto egipcios como israelitas y nos muestra que Él tiene poder para vencer los poderes de la oscuridad. Él declara que hay luz. Con Dios empezamos a ver la libertad ante cualquier oscuridad.

  • Así que hoy podemos contemplar cómo Dios puede invadir cada uno de los rincones de nuestra vida, como Él puede salvarnos, como Él puede transformarnos. Y no se trata de una invitación para unos cuantos. Es una invitación para todos, es una invitación para la raza humana y Jesús nos ha transmitido esta invitación y nos ha dicho que nosotros tenemos que ser mensajeros de esta Nueva Noticia: que Dios quiere liberar a su pueblo, que quiere dar la libertad a los cautivos, que Jesucristo es la fuente de esta alegría para todos los hombres. Es el que más adelante Juan va a decir, “Este es el Cordero. Por su carne y por su sangre hemos recibido la redención, el perdón de nuestros pecados.”

  • Qué lindo es que encontremos a ese Jesús en nuestras vidas y vemos como con Él hay soluciones a todos nuestros problemas. Y es la importancia de reconocer que el cordero que se inmola hoy es solamente una prefiguración del Cordero de Dios, de ese Jesús, del hermoso regalo de la presencia de Jesús para nuestras vidas.

  • Ya las plagas fueron un anuncio, pero con este día empezamos a disfrutar de lo que se llama “la liberación” y vemos cómo el pueblo también empieza a ofrecer sacrificios. Y por eso tenemos el capítulo de Levítico el día que nos muestra a Aarón ya actuando en favor del pueblo, en favor de él mismo, en favor de la transgresión que se ha hecho para que la gente reciba el perdón de esa transgresión y puedan vivir en la gracia de Dios.

  • Hoy complementábamos con este Salmo 114, donde se nos invita a la alabanza, alabar a ese Dios que ha traído la libertad, que ha traído la alegría de sabernos amados por un Dios que no nos quiere esclavos, que no nos quiere presos, que no nos quiere amarrados a nada ni a nadie porque tenemos que disfrutar de la libertad de los hijos de Dios.


  • El faraón se enfadó mucho y les dio mala vida a los israelitas. Estaba molesto con Moisés, con Aarón. No aceptaba nada de lo que se le proponía y hoy ha sido herido de manera mortal en su primogénito.


ORACIÓN FINAL

¿Qué tanto tenemos que esperar nosotros para sufrir y poderle decir a Dios “Señor me entrego a Ti? ¿Qué puedo hacer sin Ti? ¿Qué más podría hacer?” ¿Por qué no tomamos hoy la oportunidad decirle, “Señor, ya hemos visto que eres un Dios grande y queremos entregarnos a ti y queremos soltar todo lo que nos tiene presos porque sabemos cuál es tu mensaje con todas estas dificultades que estamos pasando.

Así como fueron las plagas un mensaje para Egipto, Señor, nuestros momentos difíciles, tal vez son también un mensaje para nosotros de que debemos rendirnos a tus pies, de que debemos soltar todos aquellos ídolos que tenemos y tal vez tenemos que oír hoy tu voz, pues ya nos has advertido de que tú eres el Dios único y verdadero, y estamos dispuestos a ceder por completo, a entregar nuestras vidas, a dejar que tú nos poseas.

Ya no queremos más esclavitud. Ahora queremos una vida de fe y queremos adoptar todas estas lindas costumbres de tenerte a ti como nuestro único y verdadero Dios. Por eso hoy, Señor, te mostramos arrepentimiento.

Hoy, por eso, Padre misericordioso, llegamos a este punto necesario decir que solo en ti hay vida. Permite que nuestro corazón se ablande, porque a veces se pone muy duro. Nos distraemos y nuestro corazón se pone como una piedra, Señor, pero Tú lo puedes tocar.

Hoy queremos comer la carne de ese Cordero, del Cordero inmolado que es Cristo. Queremos cubrirnos con su sangre, para que el Ángel Destructor pase de largo y para que podamos empezar a caminar contigo por el desierto en nuestras vidas. Y sabemos, Señor, que el desierto no es un camino fácil. El desierto es un camino duro, pero con tu compañía, con tu guía, lo podemos lograr”.

Así que hoy es un día para dar gracias, es un día para alabar y por eso quiero despedirme pidiéndoles a ustedes que alabemos al Señor por este momento, por esta oportunidad de descubrir Su palabra, Su amor, Su misericordia. Que nos quiere sacar del exilio y de la esclavitud para darnos la libertad de los hijos de Dios

Por favor, oren por mí para que sea fiel a este ministerio que se me ha confiado. Para que pueda vivir con fe todo esto que leemos y compartimos, para que pueda enseñar lo que es la verdad y para que pueda cumplir lo que he enseñado. Que la bendición de Dios Todopoderoso, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y los acompañe siempre.


PARA MEDITAR

  • La vida no es fácil para nadie. La vida es bastante difícil, pero también tiene muchos momentos de alegría, momentos hermosos. Pensemos hoy en algunos momentos de alegría, de gozo que el Señor nos haya regalado y démosle las gracias "Señor, gracias por …".

  • Hagamos el firme propósito de no abandonar a Dios y de orar siempre los unos por los otros, de ofrecer sacrificios por el perdón de nuestros pecados, por el perdón de los pecados de las personas que amamos y por el perdón de los pecados de la humanidad entera.


CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

Ex 12, 1-28

1081 Las bendiciones divinas se manifiestan en acontecimientos maravillosos y salvadores: el nacimiento de Isaac, la salida de Egipto (Pascua y Éxodo), el don de la Tierra prometida, la elección de David, la presencia de Dios en el templo, el exilio purificador y el retorno de un "pequeño resto". La Ley, los Profetas y los Salmos que tejen la liturgia del Pueblo elegido recuerdan a la vez estas bendiciones divinas y responden a ellas con las bendiciones de alabanza y de acción de gracias.


1150 Signos de la Alianza. El pueblo elegido recibe de Dios signos y símbolos distintivos que marcan su vida litúrgica: no son ya solamente celebraciones de ciclos cósmicos y de acontecimientos sociales, sino signos de la Alianza, símbolos de las grandes acciones de Dios en favor de su pueblo. Entre estos signos litúrgicos de la Antigua Alianza se puede nombrar la circuncisión, la unción y la consagración de reyes y sacerdotes, la imposición de manos, los sacrificios y, sobre todo, la Pascua. La Iglesia ve en estos signos una prefiguración de los sacramentos de la Nueva Alianza.


1164 El pueblo de Dios, desde la ley mosaica, tuvo fiestas fijas a partir de la Pascua, para conmemorar las acciones maravillosas del Dios Salvador, para darle gracias por ellas, perpetuar su recuerdo y enseñar a las nuevas generaciones a conformar con ellas su conducta. En el tiempo de la Iglesia, situado entre la Pascua de Cristo, ya realizada una vez por todas, y su consumación en el Reino de Dios, la liturgia celebrada en días fijos está toda ella impregnada por la novedad del Misterio de Cristo.


Ex 12:3-14

"El cordero que quita el pecado del mundo"

608 Juan Bautista, después de haber aceptado bautizarle en compañía de los pecadores (cf. Lc 3, 21; Mt 3, 14-15), vio y señaló a Jesús como el "Cordero de Dios que quita los pecados del mundo" (Jn 1, 29; cf. Jn 1, 36). Manifestó así que Jesús es a la vez el Siervo doliente que se deja llevar en silencio al matadero (Is 53, 7; cf. Jr 11, 19) y carga con el pecado de las multitudes (cf. Is 53, 12) y el cordero pascual símbolo de la redención de Israel cuando celebró la primera Pascua (Ex 12, 3-14; cf. Jn 19, 36; 1 Co 5, 7). Toda la vida de Cristo expresa su misión: "Servir y dar su vida en rescate por muchos" (Mc 10, 45).


COMENTARIOS ADICIONALES

"Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer" (Lc 22, 15).

(Homilia de S.S. Juan Pablo II en la Basílica Vaticana el Jueves Santo, 20 de abril de 2000)

"Cristo da a conocer, con estas palabras, el significado profético de la cena pascual, que está a punto de celebrar con los discípulos en el Cenáculo de Jerusalén.


Con la primera lectura, tomada del libro del Éxodo, la liturgia ha puesto de relieve cómo la Pascua de Jesús se inscribe en el contexto de la Pascua de la antigua Alianza. Con ella, los israelitas conmemoraban la cena consumada por sus padres en el momento del éxodo de Egipto, de la liberación de la esclavitud. El texto sagrado prescribía que se untara con un poco de sangre del cordero las dos jambas y el dintel de las casas. Y añadía cómo había que comer el cordero: "Ceñidas vuestras cinturas, calzados vuestros pies, y el bastón en vuestra mano; (...) de prisa. (...) Yo pasaré esa noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos. (...) La sangre será vuestra señal en las casas donde moráis. Cuando yo vea la sangre pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora" (Ex 12, 11-13).

Con la sangre del cordero los hijos e hijas de Israel obtienen la liberación de la esclavitud de Egipto, bajo la guía de Moisés. El recuerdo de un acontecimiento tan extraordinario se convirtió en una ocasión de fiesta para el pueblo, agradecido al Señor por la libertad recuperada, don divino y compromiso humano siempre actual. "Este será un día memorable para vosotros, y lo celebraréis como fiesta en honor del Señor" (Ex 12, 14). ¡Es la Pascua del Señor! ¡La Pascua de la antigua Alianza!

2. "Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer" (Lc 22, 15). En el Cenáculo, Cristo, cumpliendo las prescripciones de la antigua Alianza, celebra la cena pascual con los Apóstoles, pero da a este rito un contenido nuevo. Hemos escuchado lo que dice de él san Pablo en la segunda lectura, tomada de la primera carta a los Corintios. En este texto, que se suele considerar como la más antigua descripción de la cena del Señor, se recuerda que Jesús, "la noche en que iban a entregarle, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía". Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: "Este cáliz es la nueva Alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que bebáis, en memoria mía". Por eso, cada que vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva" (1 Co 11, 23-26).

Con estas palabras solemnes se entrega, para todos los siglos, la memoria de la institución de la Eucaristía. Cada año, en este día, las recordamos volviendo espiritualmente al Cenáculo. Esta tarde las revivo con emoción particular, porque conservo en mis ojos y en mi corazón las imágenes del Cenáculo, donde tuve la alegría de celebrar la Eucaristía, con ocasión de mi reciente peregrinación jubilar a Tierra Santa. La emoción es más fuerte aún porque este es el año del jubileo bimilenario de la Encarnación. Desde esta perspectiva, la celebración que estamos viviendo adquiere una profundidad especial, pues en el Cenáculo Jesús infundió un nuevo contenido a las antiguas tradiciones y anticipó los acontecimientos del día siguiente, cuando su cuerpo, cuerpo inmaculado del Cordero de Dios, sería inmolado y su sangre sería derramada para la redención del mundo. La Encarnación se había realizado precisamente con vistas a este acontecimiento: ¡la Pascua de Cristo, la Pascua de la nueva Alianza!

(Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el día 3 de febrero de 2022. https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/homilies/2000/documents/hf_jp-ii_hom_20000420_coena-domini.html)


Salmo 114 (113A) - Maravillas del éxodo de Egipto

(Audiencia General de S.S. Juan Pablo II, Miércoles 3 de diciembre de 2003)

  1. El canto alegre y triunfal que acabamos de proclamar evoca el éxodo de Israel de la opresión de los egipcios. El salmo 113A forma parte de la colección que la tradición judía ha llamado el "Hallel egipcio". Se trata de los salmos 112-117, una especie de fascículo de cantos, usados sobre todo en la liturgia judía de la Pascua.


El cristianismo asumió el salmo 113A con la misma connotación pascual, pero abriéndolo a la nueva lectura que deriva de la resurrección de Cristo. Por eso, el éxodo que celebra el salmo se convierte en figura de otra liberación más radical y universal. Dante, en la Divina Comedia, pone este himno, según la versión latina de la Vulgata, en labios de las almas del Purgatorio: "In exitu Israel de Aegypto / cantaban todos juntos a una voz..." (Purgatorio II, 46-47). O sea, ve en el salmo el canto de la espera y de la esperanza de quienes, después de la purificación de todo pecado, se orientan hacia la meta última de la comunión con Dios en el paraíso.


  1. Sigamos ahora la trama temática y espiritual de esta breve composición orante. Al inicio (cf. vv. 1-2) se evoca el éxodo de Israel desde la opresión egipcia hasta el ingreso en la tierra prometida, que es el "santuario" de Dios, o sea, el lugar de su presencia en medio del pueblo. Más aún, la tierra y el pueblo se funden: Judá e Israel, términos con los que se designaba tanto la tierra santa como el pueblo elegido, se consideran como sede de la presencia del Señor, su propiedad y heredad especial (cf. Ex 19, 5-6).


Después de esta descripción teológica de uno de los elementos de fe fundamentales del Antiguo Testamento, es decir, la proclamación de las maravillas de Dios en favor de su pueblo, el salmista profundiza espiritual y simbólicamente en los acontecimientos que las constituyen.

  1. El Mar Rojo del éxodo de Egipto y el Jordán del ingreso en la Tierra santa están personificados y transformados en testigos e instrumentos que participan en la liberación realizada por el Señor (cf. Sal 113A, 3. 5).


Al inicio, en el éxodo, el mar se retira para permitir que Israel pase y, al final de la marcha por el desierto, el Jordán remonta su curso, dejando seco su lecho para permitir que pase la procesión de los hijos de Israel (cf. Jos 3-4). En el centro, se evoca la experiencia del Sinaí: ahora son los montes los que participan en la gran revelación divina, que se realiza en sus cimas. Semejantes a criaturas vivas, como los carneros y los corderos, saltan de gozo. Con una vivísima personificación, el salmista pregunta entonces a los montes y las colinas cuál es el motivo de su conmoción: "¿Por qué vosotros, montes, saltáis como carneros, y vosotras, colinas, como corderos?" (Sal 113A, 6)


No se refiere su respuesta; se da indirectamente por medio de una orden dirigida en seguida a la tierra: "Tiembla, tierra, ante la faz del Señor" (v. 7). La conmoción de los montes y las colinas era, por consiguiente, un estremecimiento de adoración ante el Señor, Dios de Israel, un acto de exaltación gloriosa del Dios trascendente y salvador.


  1. Este es el tema de la parte final del salmo 113A (cf. vv. 7-8), que introduce otro acontecimiento significativo de la marcha de Israel por el desierto, el del agua que brotó de la roca de Meribá (cf. Ex 17, 1-7; Nm 20, 1-13). Dios transforma la roca en una fuente de agua, que llega a formar un lago: en la raíz de este prodigio se encuentra su solicitud paterna con respecto a su pueblo.


El gesto asume, entonces, un significado simbólico: es el signo del amor salvífico del Señor, que sostiene y regenera a la humanidad mientras avanza por el desierto de la historia.

Como es sabido, san Pablo utilizará también esta imagen y, sobre la base de una tradición judía según la cual la roca acompañaba a Israel en su itinerario por el desierto, interpretará el acontecimiento en clave cristológica: "Todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que les seguía; y la roca era Cristo" (1 Co 10, 4).


  1. En esta misma línea, un gran maestro cristiano, Orígenes, comentando la salida del pueblo de Israel de Egipto, piensa en el nuevo éxodo realizado por los cristianos. En efecto, dice así: "No penséis que sólo entonces Moisés sacó de Egipto al pueblo; también ahora el Moisés que tenemos con nosotros..., es decir, la ley de Dios, quiere sacarte de Egipto; si la escuchas, quiere alejarte del faraón... No quiere que permanezcas en las obras tenebrosas de la carne, sino que salgas al desierto, que llegues al lugar donde ya no existen las turbaciones y fluctuaciones del mundo, que llegues a la paz y el silencio... Así, cuando hayas llegado a ese lugar de paz, podrás hacer ofrendas al Señor, podrás reconocer la ley de Dios y el poder de la voz divina" (Omelie sull'Esodo, Roma 1981, pp. 71-72).


Usando la imagen paulina que evoca la travesía del Mar Rojo, Orígenes prosigue: "El Apóstol llama a esto un bautismo, realizado en Moisés en la nube y en el mar, para que también tú, que fuiste bautizado en Cristo, en el agua y en el Espíritu Santo, sepas que los egipcios te están persiguiendo y quieren ponerte a su servicio, es decir, al servicio de los señores de este mundo y de los espíritus del mal, de los que antes fuiste esclavo. Estos, ciertamente, tratarán de perseguirte, pero tú baja al agua y saldrás incólume; y, después de lavar las manchas de los pecados, sube como hombre nuevo dispuesto a cantar el cántico nuevo" (ib., p. 107).


(Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el día 3 de febrero de 2022. https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/2003/documents/hf_jp-ii_aud_20031203.html)