Día 53: Las Doce Tribus de Israel

INTRODUCCIÓN

Hemos empezado el Desierto, la peregrinación. Estamos en el Antiguo Testamento, por supuesto, y estamos desarrollándonos en este caminar por el desierto. Y en este libro de los Números se nos ha descrito que hay un censo, en el cual se cuentan cuántos hombres son necesarios para el servicio militar. Y vemos cómo se continúa el momento, de Dios hablar a su pueblo, y del pueblo tener que seguir sus órdenes, y el pueblo que a veces se hace el sordo, -tal vez tú y yo también nos hacemos los sordos a veces-.


Vamos a encontrar como el pueblo entonces va a caminar, va a viajar. Cómo tienen que trabajar, tal vez tienen que luchar en algunos momentos. También tienen que testificar y adorar a Dios. En algunos momentos dar testimonio de ese Dios. Y Dios siempre guiando a los peregrinos mostrándoles el camino. Hay un mapa de carreteras que van a tener que atravesar por el desierto. Y Dios les va proporcionando a estos peregrinos toda la ayuda que necesitan. Así también Dios a ti y a mí nos da todo lo que necesitamos en nuestro peregrinar diario, tanto de manera material como espiritual. Así que nosotros podríamos aprender mucho de este pueblo al ir atravesando estos libros, tanto de los Números, como el de Deuteronomio y también con los Salmos.


Vimos en los capítulos anteriores el Éxodo cómo fue la redención, cómo salieron de Egipto, cómo Dios fue trabajando con ellos desde las fábricas de ladrillos y de todos los lugares, y cómo los fue ayudando y como ya salieron. Ahora los veíamos en el monte Sinaí. Pero ahora nos damos cuenta de que Dios quiere que entren a la Tierra Prometida. Es un lugar muy cercano, están muy cerca. Y, escuchábamos que estaban en Cades Barnea y allí mismo, el pueblo se vuelve incrédulo, desobedece a Yahvé. Primero no quieren subir y cuando Dios les dice: “ya no suban”, entonces sí suben.


¿No nos pasa a ti a mí que somos un poquito necios y hacemos todo lo contrario? Así que vamos a ver cómo estos hombres que han partido desde el monte Sinaí van a llegar a la Tierra Prometida, no va a ser tan fácil porque, al ser incrédulos y desobedecer a Dios, van a tener que viajar como vagabundos por todo el desierto y muchos de ellos van a morir. Los únicos que van a sacar la cara en estos momentos se llaman Josué y Caleb. Y un viaje que era de unos cuantos días, se ha convertido ahora en un viaje que va a llevarlos a ellos por lo menos en unos 40 años. Dios les permite que avancen, pero van a tener que purificarse de muchas cosas en el desierto.


ORACIÓN INICIAL

Padre de amor y misericordia, Tú que haces elocuente la lengua de los niños, educa también la mía e infunde en mis labios la gracia de tu bendición, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y a ti te invito para que pidas ese Espíritu Santo que viene siempre generosamente a abrir nuestra mente y nuestro corazón para que podamos gozar de la Palabra de Dios en nuestras vidas el día de hoy.


PUNTOS CLAVES

  • Continuamos con estas lecturas interesantísimas. Estamos hablando Números, el censo; más números y números; más ejércitos que se hacen a derecha, izquierda, al frente, atrás, pero en los puntos cardinales nos han dado en el norte, en el sur, en el oriente, en el occidente y en el centro los Levitas que van alrededor de la tienda. Algo muy particular, no se cuentan porque no están hechos para las cosas del mundo, están hechos para el servicio de Dios, de la Tienda. Y son los que tienen que ir moviendo todo. Estamos en esta continua Peregrinación por el desierto, camino a la Tierra Prometida.

  • Hay una continua relación entre Dios y el pueblo, y esto es Moisés dando órdenes: “Vengan, suban, bájense, prepárense”. Podemos ver como este número de personas está aumentando, como Dios lo había dicho: “Haré que sean numerosos como las estrellas del cielo”. Pero acuérdense que este es el primer censo. Habrá un segundo censo y veremos que el número no aumentó, disminuye un poco. Y ni aumentó, pero sí disminuyó, ¿por qué? Por la infidelidad a Dios. Así nos pasa a ti y a mí, nos ponemos de infieles con Dios y nuestras cosas no funcionan, no siguen.

  • En este capítulo segundo vamos a darnos cuenta de que Dios da normas, da posiciones, les dice: “Miren, esta es la manera de marchar por el desierto. Vamos a ponernos todos de acuerdo y vamos a hacer el trabajo que nos corresponde. Vamos a ir haciendo las cosas como Yahvé nos lo ha pedido y no como nosotros queremos hacer las cosas, a nuestra manera.”

  • Estamos en un momento clave para el pueblo y parece que cuando el pueblo obedece, Dios da victoria. Y lo veíamos hoy, un Dios que empieza a entregarle la tierra a estos ejércitos. Así que tenemos que darnos por bien servidos. Este es un Dios que se preocupa por construir su grupo de personas, así como para nosotros ha construido la iglesia donde Cristo es cabeza y nosotros somos su cuerpo.

  • Los hijos de Israel tienen que ser contados una y otra vez. ¿Con qué propósito? Pues el de crear un ejército; y tú y yo estamos contados para hacer el ejército de Dios, pero no un ejército de armas, sino un ejército formado en oración. No para una guerra entre los hombres, sino para una guerra contra el pecado, para que dejemos de ser esclavos. Pues Dios ahora lucha con nosotros y debemos estar pendientes porque hay momentos en que Jesús, o Dios —como tú quieras pensarlo— el Espíritu Santo te va a decir: “No luches, espera, déjame hacer la obra.” Pero si tú eres desobediente, puedes fracasar.

  • Así que tú y yo, como creyentes en este Dios vivo, en este Dios que está con nosotros, debemos tener claro que Él es nuestra victoria. Él es nuestro amigo, pero que también hay muchos enemigos reales en esta vida y tendremos que resistirles a ellos con la fe. Tenemos que fortalecernos de cualquier asechanza del Enemigo, es decir del demonio, y revestirnos de toda armadura que Dios nos dé, para poder resistir firmes. Y esta armadura es la fe. Tenemos que llenarnos de la gracia de Dios también y decirle: “Señor, danos Tu gracia. Estamos en un mundo tal vez perverso, tal vez en un mundo violento, en un mundo que quiere ir sin Dios, pero nosotros nos sentimos como en el desierto. Pero sabemos que tú nos guías, que tú puedes librarnos del pecado. Pues, Señor, en ti no hay ningún interés, sino el de salvarnos. Por eso entregamos nuestra vida a ti. Queremos salir victoriosos, no queremos sufrir en el desierto de nuestras vidas, si no queremos llegar contigo a esa Tierra que nos has prometido.”

  • Hoy permite que cualquier actitud que tú tengas, que sea una actitud de paz. Pídele al Señor la paz interior, para que actúes de la mejor manera. Que tu corazón siempre anhele, de manera sincera, que haya paz, no solamente en el corazón, sino también físicamente. Que por todos lados haya paz. Hay que pedirle al Señor que nos quite la agresividad, que nos quite la violencia, que permita que los pueblos se apacigüen, que no haya guerras, que no haya luchas, sino más bien que seamos instrumentos de paz, como lo decía san Francisco, “házme un instrumento de tu paz, házme un instrumento de tu paz Señor; que pueda llevar la buena noticia a todos los lugares”.

  • Con este capítulo vamos a seguir aprendiendo que el Señor lucha con nosotros y, más que nada, hoy es Cristo quien camina con nosotros, quien está constante a nuestro lado. Él es el Hijo de Dios. Es el que nos dice: “Tú también eres mi familia, tú también eres de mi sangre, tú también eres de mi pueblo”. Lo entregó todo por ti. Así que permitámosle a Jesús que nos transforme hoy en una nueva criatura. Y dejémonos controlar nuestras voluntades por el Espíritu Santo. Y tú y yo aceptemos a Cristo como ese salvador que viene a nuestras vidas, que viene a mostrarnos el camino que debemos seguir para que no sigamos perdidos en este desierto, que el mundo nos quiere presentar distintos caminos y nos confunde y nos aleja de Dios. Que tú y yo seamos contados entre tantos que quieren seguir a Dios de manera fiel y firme.


ORACIÓN FINAL

Y no te olvides, como siempre, de orar por mí, para que yo pueda ser fiel a este ministerio que se me ha pedido que haga, para que yo, cada vez que me ponga frente a este micrófono pueda enseñar y vivir con fe cada una las cosas que leo, para que enseñe la verdad, y para que yo también pueden cumplir lo que estoy tratando de leer y de enseñar. Y que la bendición de Dios Todopoderoso que es Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre cada uno ustedes y los acompañe siempre. ¡Que Dios los bendiga!


PARA MEDITAR

  • Hoy vimos que Dios es quien pelea nuestras batallas. Haz un repaso de tu vida y reflexiona en las batallas que te ha tocado librar en tu familia, tu trabajo, con alguna amistad, en tu comunidad. Piensa en un momento en el cual te confiaste de tus propias habilidades y el resultado no fue el esperado. Piensa también en otra oportunidad donde seguiste la inspiración del Señor y donde confiaste todo en Sus amorosas manos y saliste victorioso ¿Qué enseñanza sacas de todo esto?


CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

Sal 85, 11

214 Dios, "El que es", se reveló a Israel como el que es "rico en amor y fidelidad" (Ex 34,6). Estos dos términos expresan de forma condensada las riquezas del Nombre divino. En todas sus obras, Dios muestra su benevolencia, su bondad, su gracia, su amor; pero también su fiabilidad, su constancia, su fidelidad, su verdad. "Doy gracias a tu Nombre por tu amor y tu verdad" (Sal 138,2; cf. Sal 85,11). Él es la Verdad, porque "Dios es Luz, en él no hay tiniebla alguna" (1 Jn 1,5); él es "Amor", como lo enseña el apóstol Juan (1 Jn 4,8).


Sal 85, 12

2795 El símbolo del cielo nos remite al misterio de la Alianza que vivimos cuando oramos al Padre. Él está en el cielo, es su morada, la Casa del Padre es, por tanto, nuestra “patria”. De la patria de la Alianza el pecado nos ha desterrado (cf. Gn 3) y hacia el Padre, hacia el cielo, la conversión del corazón nos hace volver (cf. Jr 3, 19-4, 1a; Lc 15, 18. 21). En Cristo se han reconciliado el cielo y la tierra (cf. Is 45, 8; Sal 85, 12), porque el Hijo “ha bajado del cielo”, solo, y nos hace subir allí con Él, por medio de su Cruz, su Resurrección y su Ascensión (cf. Jn 12, 32; 14, 2-3; 16, 28; 20, 17; Ef 4, 9-10; Hb 1, 3; 2, 13).


(Todas las citas están tomadas del Catecismo de la Iglesia Católica disponible en línea en el sitio web del Vaticano. https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html)



COMENTARIOS ADICIONALES

Audiencia general del Santo Padre Juan Pablo II. Miércoles 25 de septiembre de 2002


"Nuestra salvación está cerca"

"1. El salmo 84 [Nota: Salmo 85 en la guía de lectura], que acabamos de proclamar, es un canto gozoso y lleno de esperanza en el futuro de la salvación. Refleja el momento entusiasmante del regreso de Israel del exilio babilónico a la tierra de sus padres. La vida nacional se reanuda en aquel amado hogar, que había sido apagado y destruido en la conquista de Jerusalén por obra del ejército del rey Nabucodonosor en el año 586 a.C.


En efecto, en el original hebreo del Salmo aparece varias veces el verbo shûb, que indica el regreso de los deportados, pero también significa un "regreso" espiritual, es decir, la "conversión". Por eso, el renacimiento no sólo afecta a la nación, sino también a la comunidad de los fieles, que habían considerado el exilio como un castigo por los pecados cometidos y que veían ahora el regreso y la nueva libertad como una bendición divina por la conversión realizada.


2. El Salmo se puede seguir en su desarrollo de acuerdo con dos etapas fundamentales. La primera está marcada por el tema del "regreso", con todos los matices a los que aludíamos.


Ante todo se celebra el regreso físico de Israel: "Señor (...), has restaurado la suerte de Jacob" (v. 2); "restáuranos, Dios salvador nuestro (...) ¿No vas a devolvernos la vida?" (vv. 5. 7). Se trata de un valioso don de Dios, el cual se preocupa de liberar a sus hijos de la opresión y se compromete en favor de su prosperidad: "Amas a todos los seres (...). Con todas las cosas eres indulgente, porque son tuyas, Señor que amas la vida" (Sb 11, 24. 26).


Ahora bien, además de este "regreso", que unifica concretamente a los dispersos, hay otro "regreso" más interior y espiritual. El salmista le da gran espacio, atribuyéndole un relieve especial, que no sólo vale para el antiguo Israel, sino también para los fieles de todos los tiempos.


3. En este "regreso" actúa de forma eficaz el Señor, revelando su amor al perdonar la maldad de su pueblo, al borrar todos sus pecados, al reprimir totalmente su cólera, al frenar el incendio de su ira (cf. Sal 84, 3-4).


Precisamente la liberación del mal, el perdón de las culpas y la purificación de los pecados crean el nuevo pueblo de Dios. Eso se pone de manifiesto a través de una invocación que también ha llegado a formar parte de la liturgia cristiana: "Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación" (v. 8).


Pero a este "regreso" de Dios que perdona debe corresponder el "regreso", es decir, la conversión del hombre que se arrepiente. En efecto, el Salmo declara que la paz y la salvación se ofrecen "a los que se convierten de corazón" (v. 9). Los que avanzan con decisión por el camino de la santidad reciben los dones de la alegría, la libertad y la paz.


Es sabido que a menudo los términos bíblicos relativos al pecado evocan un equivocarse de camino, no alcanzar la meta, desviarse de la senda recta. La conversión es, precisamente, un "regreso" al buen camino que lleva a la casa del Padre, el cual nos espera para abrazarnos, perdonarnos y hacernos felices (cf. Lc 15, 11-32).


4. Así llegamos a la segunda parte del Salmo (cf. vv. 10-14), tan familiar para la tradición cristiana. Allí se describe un mundo nuevo, en el que el amor de Dios y su fidelidad, como si fueran personas, se abrazan; del mismo modo, también la justicia y la paz se besan al encontrarse. La verdad brota como en una primavera renovada, y la justicia, que para la Biblia es también salvación y santidad, mira desde el cielo para iniciar su camino en medio de la humanidad


Todas las virtudes, antes expulsadas de la tierra a causa del pecado, ahora vuelven a la historia y, al encontrarse, trazan el mapa de un mundo de paz. La misericordia, la verdad, la justicia y la paz se transforman casi en los cuatro puntos cardinales de esta geografía del espíritu. También Isaías canta: "Destilad, cielos, como rocío de lo alto; derramad, nubes, la victoria. Ábrase la tierra y produzca salvación, y germine juntamente la justicia. Yo, el Señor, lo he creado" (Is 45, 8).


5. Ya en el siglo II con san Ireneo de Lyon, las palabras del salmista se leían como anuncio de la "generación de Cristo en el seno de la Virgen" (Adversus haereses III, 5, 1). En efecto, la venida de Cristo es la fuente de la misericordia, el brotar de la verdad, el florecimiento de la justicia, el esplendor de la paz.


Por eso, la tradición cristiana lee el Salmo, sobre todo en su parte final, en clave navideña. San Agustín lo interpreta así en uno de sus discursos para la Navidad. Dejemos que él concluya nuestra reflexión: ""La verdad ha brotado de la tierra": Cristo, el cual dijo: "Yo soy la verdad" (Jn 14, 6) nació de una Virgen. "La justicia ha mirado desde el cielo": quien cree en el que nació no se justifica por sí mismo, sino que es justificado por Dios. "La verdad ha brotado de la tierra": porque "el Verbo se hizo carne" (Jn 1, 14). "Y la justicia ha mirado desde el cielo": porque "toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto" (St 1, 17). "La verdad ha brotado de la tierra", es decir, ha tomado un cuerpo de María. "Y la justicia ha mirado desde el cielo": porque "nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo" (Jn 3, 27)" (Discorsi, IV/1, Roma 1984, p. 11)."


(Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el día 22 de febrero de 2022. https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/2002/documents/hf_jp-ii_aud_20020925.html)